LA NUEVA HISTORIA
Por:
Luis Rafael García Jiménez.
Señor
Presidente Luis Cubillan, Miembros de la Directiva, Miembros Numerarios,
Miembros Correspondientes, señoras y señores.
Hace veinte años me incorporé como
miembro Correspondiente al otrora Centro de Historia del Estado Carabobo (creado el 4 de diciembre
de 1979), presidido por el Dr. Fabián de Jesús Díaz quien abrió las puertas de la Casa de la Estrella
para que ingresáramos como miembros correspondientes varios amantes de la
historia, de aquel grupo algunos nos estamos recibiendo como Miembros
Numerarios. Mi discurso de incorporación
se tituló Monseñor Adam Hacedor de Cultura y fue respondido por
nuestro actual presidente Luis Cubillan.
De aquella fecha memorable a ésta,
mi concepto de la historia, la historicidad y el historicismo ha cambiado, pero
no como un producto de la pasión autodidacta o la paciencia del diletante sino
de los estudios realizados en la
Maestría en Historia de Venezuela coordinada por el maestro Luigi Frassato, la cual me
llevó a desarrollar la historia regional
y local de la mano de otro maestro Aristides Medina Rubio. Y en los últimos cinco años el doctorado de
Ciencias Sociales mención Estudios
Culturales me ha llevado a trabajar lo que he denominado
Neomicrohistoria en el marco de la Historia Compleja. Por tal motivo hoy
disertaré sobre lo que estoy
desarrollando como línea de investigación.
Durante
muchos años la historia luchó por un
lugar entre las ciencias; todavía algunos discuten si es ciencia o es arte, es
decir, literatura. En su afán por ser ciencia, en el sentido moderno del
término (positivista o marxista),
abrazó todos los pasos y técnicas del procedimiento científico,
incluso propuso leyes generales, se
apegó a la objetividad y mantuvo una fe ciega en el progreso. En la historia
desarrollada por la modernidad encontramos tres dimensiones que es necesario recordarlas: historia como
ciencia, la historia como producto de los historiadores, es decir, la historiografía como estructura verbal en forma de discurso en
prosa narrativa – White 1992 y la historia como hecho. Para Ciro Cardoso: “Como
en cualquier disciplina, el método científico en historia consiste básicamente
en seguir ciertos procedimientos para plantear problemas y verificar las
soluciones propuestas” (1985, 152), sin problema no había investigación.
La
nueva historia no estaría
fundamentalmente interesada en la resolución de problemas. Ella creará
significados y contribuirá a nuestro autoconocimiento. Y en el caso de
solucionar problemas serían parciales o propuestas, pero jamás sería una
solución final. Los problemas necesariamente hay que dilucidarlos situándolos
en uno y otro amplio contexto. Si en la
nueva historia no se resuelven problemas (o su resolución jugaría un
papel secundario), el único conocimiento cumulativo en la historia lo
encontramos en las publicaciones (historiografía). Aunque la historia no es
cumulativa en el sentido de resolver problemas, en el marco de ella podemos
encontrar conocimiento cumulativo ya que, pueden descubrirse documentos que
antes no se conocían, pueden ocurrir ciertos acontecimientos que vuelvan
obsoletos aspectos concretos de una obra historiográfica sin volver obsoleta la
obra en su totalidad.
Cuando
se habla de historia inmediatamente muchos se remiten al pasado, olvidando que
el presente también es historia y la historia se escribe desde el presente; ya
que el hombre (historiador) es objeto y
sujeto de su propia investigación. No existe separación del método respecto a
su objeto; el método procede y resulta del objeto y su finalidad sería
constituir un paradigma explicativo.
Uno
de los conceptos de historia que he utilizado en los últimos años, dice: “ Historia es la memoria colectiva de los pueblos ”,
pero una vez leída parte de la inmensa obra de Edgar Morin, le agregaría “ memoria / patrimonio hereditario” (1995 b) En tal
sentido el concepto quedaría así; “Historia es la memoria colectiva, como
patrimonio hereditario, de los pueblos” (memoria colectiva como suma de
individualidades). Pero esa memoria
histórica sería a través de la cultura, reconociendo la fragilidad de la memoria.
Otros se han
enfrascado en buscarle de manera
pesimista otro sentido a la historia, en el marco del fin de la modernidad o en la modernidad
tardía (tardomodernidad)
o hipermodernidad o simplemente postmodernidad; en definitiva en lo que se ha llamado el fin de
historia, pero, como ya se sabe,
lo que ha llegado a su fin es la historicidad y el historicismo, productos
de una historia planetaria desde la perspectiva eurocentrista a través de los
metarrelatos.
Esa búsqueda
personal cubierta de incertidumbre (s) me ha llevado a profundizar y tratar de poner al día a la historia
regional y local (la cual la he
trabajado en los últimos años) partiendo de lo cotidiano y particular con una
visión transcisciplinaria, llamándola tentativamente “neo – micro historia ” no
atada a las leyes inexorables, ni a la
idea de progreso, ni al apego absoluto a
la objetividad, ni a un método único, de la historia con “H” mayúscula.
En definitiva inscribirse en la ciencia
nueva de la historia, a la historia
compleja.
Como ya se dijo, la historia
en la modernidad luchó por su puesto en
las ciencias, esto la llevó a seguir los
pasos de la investigación científica de
las ciencias naturales. En los actuales momentos cuando la ciencia entra en
crisis a la primera que le adelantan su fin
es a la historia, pero no ahora con Francis Fukuyama sino desde el mismo
Hegel, quien consideraba a la historia simplemente pasado y presente, lo que ha
sucedido y lo que sucede.
No vemos el fin
de la historia, sino que vemos el desgaste de las premisas que sustentaron a la
historia como ciencia, introduciendo elementos ya existentes tales como: la
incertidumbre, el azar, el caos, el evento.
La conexión entre los conceptos de historia
y ciencia es un fenómeno bastante
reciente. Sólo con la Ilustración ,
durante el siglo XVIII, comenzó el proceso que llevó a la unión
de ambos y dio origen a un vocablo compuesto, el de “Ciencias Históricas”, para denotar un
nuevo tipo de historia muy
diferente a la practicada desde la
Antigüedad. La historia, desde principios del siglo XIX, con la labor de la escuela histórica alemana, quedó constituida como una de las ciencias humanas (Moradiellos, 1994; 1- 6).
Quizás el peligro más grave, en la utilización
del termino historia sea el de
su doble contenido, ya que: historia designa a la vez el conocimiento de
una materia y la materia de este
conocimiento. (Vilar, 1982; 17).
El
concepto de historia más generalizado
y elemental es aquel que dice: Historia
es la ciencia que se encarga del estudio
de los hechos pasados y conociendo el pasado comprenderemos el presente y
prevemos el futuro. Debemos descartar la pretensión ingenua de que la
historia permite pre-decir el futuro, en
todo caso, y cuando puede la historia post-dice o retrodice el pasado
(Moradiellos, 2001). Por definición, el pasado no existe y no puede ser
confrontado ni abordado por ningún investigador. La historia “no permite la
restitución del pasado porque el pasado mismo como idea es irrecuperable”
(Serna y Pons, 2000: 178).
La historia es una enmarañada sucesión de variaciones
y manifestaciones semialeatorias de las
virtualidades del sapiens. Asimismo , la “estructura social ” no se opone a las ideas de historia, siempre a condición de que se establezca el papel de la aleatoriedad en la estructura ( la auto
- organización, la complejidad ) y el de la estructura en el azar -
devenir -. (Morin, 1974 b).
Por
tal motivo, la historia esta sujeta a los
accidentes, perturbaciones y, a veces, terribles destrucciones en masa
de poblaciones o civilizaciones. La historia estaría conformada de ruidos y una
sucesión ininterrumpida de crisis y caos (como neutral término antropológico). En tal sentido Historia sería: la memoria colectiva, como
patrimonio hereditario, de los pueblos; pero, una historia de la periferia con
una noción abierta, que implicaría caminos de búsqueda. (Morin, 1992).
El
conocimiento de la historia, tiene por objetivos servirnos no sólo para
reconocer las características al mismo
tiempo determinadas y aleatorias del destino humano, sino para abrirnos
hacia la incertidumbre del futuro. (Morin,1999a). El desarrollo histórico de la
sociedad está íntimamente relacionado con el desarrollo la individualidad (Morin, 1974 b). Será el
producto de antagonismos y de contradicciones.
La humanidad ha tenido varios comienzos, ella no ha nacido una sola vez, ha nacido muchas veces y esperamos un nuevo nacimiento. (Morin, 1974; b). En el primer momento de la historia humana, ésta no fue del orden sino del desorden. La historia fue concebida como una sucesión de guerras, atentados, asesinatos, complots, batallas, marcadas por el ruido y la furia, por la corneta y el tambor por el ataque y la retirada, por el motor y la bomba, por el silbido y la explosión, cuando la muerte es la rutina y no se le teme porque se vive con ella.
A
partir del siglo XIX, cuando se
descubren determinismos
infraestructurales, cuando se
buscan las leyes de la historia,
cuando los eventos se vuelven
epifesionales y, muy curiosamente, las ciencias antroposociales cuyo
objeto es sin embargo extremadamente
aleatorios, se esfuerzan por reducir el
alea y el desorden , estableciendo, o creyendo establecer determinismos económicos, demográficos, sociológicos. (Morin, 1984). La historia de
la naturaleza humana es una narrativa histórica tanto optimista – progresista
como pesimista – regresivas. La historia de la condición humana (ésta radica
sólo en los rasgos constantes de la vida cotidiana, ella abarca todo aquello
que los seres humanos deben compartir; lo que nuestros abuelos compartieron y
que compartirán nuestros nietos) no es propiamente una historia. Si uno cuenta
una historia que intente acercarse a la naturaleza humana, no contará la
historia de la propia condición humana, sino de la historicidad que se ha visto
convencionada por la condición humana.
Es
imposible tanto en el dominio del
conocimiento del mundo natural como en el del conocimiento del mundo
histórico o social, reducir nuestra
visión, sea al orden , sea al desorden. Tomemos la concepción del idiota shakesperiano ( la vida es un cuento contado por un idiota lleno de ruido y de
furia que no tiene significado ), vemos que, por el contrario, la visión de una historia
inteligente, es decir, de una historia
que obedece a leyes racionales, sí que
resulta idiota . Partiendo de la concepción morana o moriana de la historia, la
tenemos que concebir como vagabundeos ,
desviaciones, despilfarros, pérdidas, aniquilaciones, y no solamente riquezas,
y no solamente vida, sino también saber, saber hacer, talentos, sabiduría. (Morin,
1984).
La
historia humana está conformada de ruido
y furor que constituyen los factores evenenciales sin los que no puede
existir ésta, es decir, modificación y evolución de los
sistemas aparición de formas nuevas, enriquecimiento de la información (cultura).
La(s) historia(s) con una vida después de la muerte siempre pueden ser
recuperadas(s) de la frágil memoria colectiva. Es así como se convierte(n) en
cultura. (Heller, 2000; 209
La
identidad cultural está siempre construida e interpretativamente establecida
sobre mitos y normativas históricas (Heller, 1991; 9). Pero si se intenta
definir “cultura”, inmediatamente nos damos cuenta de que esa definición es
totalmente vacía y por lo tanto, insignificante para la búsqueda del
conocimiento verdadero, o bien incapaz de ser consistentemente aplicada en esa
búsqueda. Puede darse una definición nominal; y tal definición cumpliría una
adecuada función orientativa, pero no tendría valor cognoscitivo y no
contribuiría a nuestro conocimiento.
La
palabra cultura es un verdadero camaleón conceptual, puede significar todo lo
que no siendo naturalmente innato debe ser aprendido y adquirido; puede significar los usos, valores, creencias
de una etnia o de una nación; puede
significar todo lo que aportan las humanidades,
la literatura, el arte, la filosofía. El
hombre es un ser plenamente biológico, pero si no dispone plenamente de la
cultura sería un primate del más bajo rango.
En definitiva, la cultura acumula en sí lo que se conserva, transmite,
aprende; ella comporta normas y
principios de adquisición. (Morin, 1999 b).
La
historia de la cultura se ha asentado en
la barbarie más atroz. Escándalo
Sistemático que
no menos sistemáticamente olvidan los empalagosos admiradores de las
grandes civilizaciones (Morin, 1974 b) y del héroe (recordemos que
Carlyde – 1795 .1881- sostuvo que el avance de las civilizaciones se debe a la
actividad de los héroes) . Esta barbarie la
encontramos desde la historia planetaria hasta la historia de una pequeña localidad. Porque dicha
historia ha demostrado que : “ la
cultura del señor existe a costa de la
incultura del esclavo ” (Morin,1974 a ) y podemos agregar que la cultura
del patrón existe a costa de la
incultura del obrero; la cultura de la clase dominante existe a costa de la
incultura del pueblo; en conclusión, es
cuestión de minorías: ¡ saber es poder !.
De
esta ciencia histórica moderna conocida hasta hoy analizaremos: las leyes
históricas, la idea o el mito del
progreso y el fin de la historia:
Las leyes históricas: desde el siglo XIX, los historiadores habían emprendido el
estudio de las leyes históricas de acuerdo con el espíritu del positivismo,
según el cual la comprobación de hechos era solamente la primera etapa de un
proceso cuya segunda etapa era el
descubrimiento de leyes generales. (Collingwood,
1990 ). Pero, no solamente los positivistas se empeñaron en buscarle leyes a la
historia, también lo hicieron los marxistas, ellos establecieron que el curso
de la historia está dominado por leyes generales internas. (Fleischer, 1969).
El
pensamiento filosófico monológico se base en la firme convicción de que hay
algo completamente objetivo “ahí afuera” (por ejemplo, las leyes
sociohistóricas) y que la mente podrá comprender sólo si se inventan las
teorías adecuadas y se aplican los métodos adecuados (Heller, 2000).
No
existen tales leyes históricas,
sino una caótica, aleatoria e incierta
entre determinaciones y fuerzas desordenadas, y un juego a menudo rotativo
entre lo económico, lo sociológico, lo técnico, lo mitológico, lo imaginario. (Morin, 1999 a ),
como un diálogo constructivo y deconsttructivo.
Reiteramos,
no hay leyes histórica; por el contrario, todos los esfuerzos por congelar la
historia humana, eliminar sus acontecimientos
y accidentes, hacer que soporte el yugo de un determinismo económico – social y/o hacer que obedezca a un ascenso teledirigido
han fracasado. (Morin, 1999 a).
Toda
pretensión de promulgar leyes de la sociedad o de la historia ha sido y sigue
siendo la mascara “científica” del mito doctrinario. Toda pretensión de
monopolizar la ciencia social mediante la pseudo posesión de las pseudo-leyes de la historia no sólo
es ipso facto acientífica, sino anticientífico. Pues toda pretensión de monopolizar la cientificidad, mediante el determinismo o
cualquier otro principio se convierte en anticientífica. (Morin, 1984). Lukács
nos decía que: “En la ciencia obran sobre nosotros los contenidos, en el arte
las formas; la ciencia nos ofrece hechos y sus conexiones, el arte almas y destinos
(1975; 17).
El progreso: El gran mito de los científicos era creer que con el progreso (orgullo de las
ciencias y las artes) también se
perfeccionarían la moral y las costumbres. Ese progreso sería indetenible y sin
tropiezos, los biólogos ( a partir de Charles Darwin-1809 - 1882 ) y los
historiadores ( en nuestro caso ) le enseñaban al mundo que había una
progresión de las cosas organizadas. (Morin, 1994). Ya no existe el progreso
prometido, no es una adquisición para siempre.
Nuestro futuro no está
teledirigido por el progreso histórico. Las fallas de la predicción futurológica, los innumerables fracasos de la
predicción económica ( a pesar de y a
causa de su sofisticación matemática ),
el hundimiento del progreso garantizado, la crisis del futuro, la crisis
presente, introdujeron en todos los dominios la lombriz de la incertidumbre.
(Morin, 1999 a). Cuando se habla del abandono del “ progreso garantizado
”, no es el abandono del progreso en sí, sino el reconocimiento de su
carácter incierto y frágil , inmerso en
la complejidad del mundo histórico - social.
El fin de la historia:
cuando en la historia o cualquier
ciencia se establecen objetivos definidos o metas, al acercarse a éstos inmediatamente pensamos
en su fin. Hemos vivido habitados, por
la idea de que íbamos a culminar la historia,
que la ciencia había adquirido lo esencial de sus principios y sus
resultados, que la razón estaba finalmente
a punto. (Morin, 1994).
La
crisis de los actuales momentos solamente nos está demostrando que estamos llegando a la culminación o final
de un cierto tiempo y como lo ha demostrado el desarrollo histórico de la
humanidad estaremos al comienzo de tiempos nuevos. La realidad nos ha
demostrado que al progreso alcanzado hasta ahora hay que ponerle límites, porque si el hombre sigue su marcha sin control vamos a la autodestrucción.
La
historia nueva formará parte de una
nueva concepción de ciencia de la complejidad humana, ya que se ha convertido
en una ciencia poliscópica y tiende a convertirse también en una
ciencia multidimensional, como lo que es ya la geografía que va de las
geologías a los fenómenos económicas y sociales. La historia tiende a
convertirse en una nueva ciencia multidimensional, que integra en su seno las
dimensiones económicas, antropológicas (el conjunto de las costumbres, hábitos, ritos sobre la vida
y la muerte) y vuelve a integrar el acontecimiento. (Morin, 1999a).
La historia nueva no obedece a procesos deterministas, no está sometida a una lógica
técnico - económica ineluctable y no establecerá leyes generales. Ya que la
naturaleza humana no se opone a la historia del hombre y viceversa. Puesto que
los hombres son tan diferentes en el espacio y en el tiempo y se transforman según las sociedades en las que
se hallan inmersos, debe admitirse que la naturaleza humana no es más que una materia prima maleable a la que sólo pueden
dar forma la cultura o la historia. (Morin, 1974 a).
En el desarrollo de la historia del hombre se
han sucedido “ sacrificios animales y sacrificios humanos han derramado torrentes de sangre para salvar
a los humanos de la carestía, la sequía, las inundaciones, la derrota, la
incertidumbre, la infelicidad, la muerte y, lejos de haber decaído, la magia
del sacrificio se han perpetuado en
formas patriotas, políticas o ideológicas ”. (Morin, 1988; 180). En el umbral
del siglo XXI hemos visto reaparecer en la Europa Occidental desarrollada, prácticas
políticas (neonazis) de las décadas de los
años 30 y 40, inclusive de
racismo y de guerras étnicas y/o
religiosas (en la Europa excomunista) o aquellos que llegan a creer que son la re-encarnación de un héroe - mito de siglos anteriores.
Hemos
entrado en la era planetaria en la cual
todas las culturas, todas las civilizaciones están en interconexiones
permanentes. Indica al mismo tiempo, que, a pesar de las interconexiones estamos en una barbarie total
en las relaciones entre razas, entre cultura, entre etnias, entre potencias, entre naciones,
entre superpotencias. Estamos en la edad
de hierro planetaria y nadie sabe si
saldremos de ella. La coincidencia entre
la idea de edad de hierro planetaria y la idea de que estamos en la pre-historia del espíritu humano, en la era
bárbara de las ideas, no es fortuita. La
idea de que estamos en la
pre-historia del espíritu humano es una idea muy optimista, nos permite
abrir el porvenir siempre a condición de que
la humanidad disponga de un futuro. En
adelante, la humanidad y el planeta pueden revelarse en su unidad, no sólo
física y biosfera, sino también
histórica: la de la era planetaria.
(Morin, 1993 y 1994).
La
incertidumbre histórica está vinculada
con el carácter intrínsecamente
caótico de la historia humana.
Formidables regresiones de las civilizaciones y de las economías sucedieron a
progresos temporarios. La historia está y estará sometida a los accidentes, perturbaciones y, a veces, a terribles
destrucciones masivas de poblaciones y civilizaciones. Existirán
acontecimientos o accidentes que pueden desviar
o hacer que las naciones o la
humanidad tomen rumbos no pensados. El curso que toma la historia de la era
planetaria se evadió de la órbita del tiempo reiterativo de las
civilizaciones tradicionales para entrar, no en la vía segura
del progreso sino en una incertidumbre insondable. (Morin, 1999 a).
Hasta
ahora, el evento había sido expulsado de
la historia ya que se obedecía a lógicas
sistemáticas o estructurales. Con el hombre, la evolución va a
transformarse en historia. Esto significa no sólo que la evolución va a dejar de ser física
para hacerse psico - sociocultural, sino
que los eventos van a multiplicarse
y que
su función va a intervenir de
manera nueva en el seno de los sistemas. (Morin, 1984). La historia ha sido y
será “una cascada de secuencias evenenciales”. De acuerdo a Vattimo (1996) el
evento mismo no es sino el darse del ser en la historia, pero la historia como
transmisión de mensajes.
La vida y la muerte de las etnias, naciones, imperios, escapan de la ley estadística. De
ahí el papel crucial del evento en la
historia: mientras que la supervivencia de una especie no depende de uno o
varios combates dudosos, la suerte de una sociedad puede depender de algunos
eventos felices o desgraciados, particularmente de las guerras, cuyo desarrollo
y desenlace siempre dependen, salvo en el
caso de una desigualdad
aplastante en la relación de fuerzas, de algo aleatorio. (Morin, 1984).
La naturaleza de los sistemas
sociales son aptos para incorporar en el
seno de su capital generativo o informativo (la cultura en el sentido antropológico del término)
elementos adquiridos en el curso de la
experiencia fenoménica y de su memoria histórica como patrimonio hereditario. Esto quiere decir que, los eventos de
todos los órdenes , desde la invención técnica, el descubrimiento
científico, el encuentro de dos civilizaciones, hasta la decisión de un tirano o de un demócrata con abrumadora
mayoría y de alto índice de popularidad,
pueden desempeñar un papel modificador en el seno del propio sistema social, hacia una
evolución o involución. Para
Hollingsworth (1983), lo necesario es describir de una manera coherente los
eventos pasados, usando a la población como su medida y a los cambios de
población su medida y a los cambios de población como si fueran eventos de
mayor interés que deben ser explicados por otros factores.
Desde
el momento en que la historia se impone como una dimensión constitutiva
permanente de la humanidad, se impone al
mismo tiempo como nueva ciencia
cardinal. Es la ciencia más apta para
captar la dialéctica del sistema y del evento, en sus primeros tiempos,
la historia fue ante todo una
descripción de las cascadas evenenciales e intentó interpretarlo todo en
función del evento. Posteriormente, en el seno del siglo pasado, y sobre todo en la actualidad,
la historia “evenencial” fue rechazada y refutada progresivamente en provecho
de una evolución sistemática que se
esfuerza por determinar las dimensiones
autogeneradoras en el seno de las sociedades. Se puede advertir que si se lleva
al extremo, semejante tendencia se corre el riesgo de autodestruirse la propia
historia al destruir el evento. (Morin,
1984). Si el evento ya no es más que un
elemento necesario en el seno de un proceso autogenerado, la historia
cae en el hegelianismo, es decir, en la
reducción de lo histórico a lo lógico, mientras que lo lógico se dibuja, se
esboza, se fragmenta, muere, renace en lo histórico. Para la historia comprensiva, el ruido y el furor
desempeñan un papel organizacional, no porque
el ruido sea la más cara de una
información oculta, sino porque contribuye a constituir y modificar el
desarrollo histórico.
El
gran problema antropológico – histórico, consiste en concebir la historia como
una combinación entre procesos autogenerativos y procesos heterogenerativos, a cuya evolución contribuyen el ruido, el
evento, el accidente, de manera decisiva.
Se
plantea que la existencia de un proceso
autogenerativo es suponer que los
sistemas sociales se desarrollan por sí mismos, no sólo según mecanismos de “ crecimiento ”,
sino también antagónicos internos o contradictorios; que van
a desempeñar un papel motor en el
desarrollo, provocando “ catástrofes ” más
o menos controladas (conflictos sociales, lucha de clases, crisis ) , es
decir, los sistemas sociales, al menos los sistemas sociales complejos, serían
generadores de eventos . Estos procesos autogenerativos estarían a medio camino
entre el desarrollo embriogenético (donde las catástrofes son provocadas y
controladas - programadas -) y los
desarrollos accidentales abandonados a los encuentros entre sistemas y eventos
– mutaciones -. (Morin, 1984).
La
gran mayoría de los historiadores,
sociólogos e investigadores de las ciencias humanas, todavía fieles a la
ciencia tradicional – de la Modernidad – se niegan aún a aceptar el
evento, lo aleatorio y la incertidumbre.
La etnología y la sociología rechazan, cada una por su lado al evento, y la
historia se esfuerza por exorcizar el
evento. Todavía asistimos hoy a los
efectos de una tentativa profunda y múltiple de rechazar el evento fuera de las
ciencias humanas con el fin de ganar la
patente de cientificidad. Ahora bien, la verdadera ciencia moderna sólo
podrá comenzar con el reconocimiento del evento.
Algunas concepciones
científicas mantienen su vitalidad
porque se niegan al en cierro disciplinario. Esto sucedió con la historia de la
escuela de los Annales (aunque sus fundadores y sus discípulos no aceptan ser
conocidos como escuela) que ahora tiene
honores después de haber ocupado un
sitio marginal en la universidad francesa. La historia de los Annales se
constituyó en y por el hecho de salir
del encierro; produjo una modificación
profunda de la perspectiva económica y sociológica en la historia; luego, una
segunda generación de historiadores integró profundamente una perspectiva
antropológica, como se puede observar en los trabajos de Duby y Le Goff sobre la Edad Media. La historia, fecundada de este modo, no puede ser más considerada
como una disciplina strictu sensu, es una ciencia histórica multifocalizada, pluridimensional, en la que
las dimensiones de otras ciencias
humanas están presentes y en la que la perspectiva global, lejos de haber sido expulsada por la multiplicidad
de perspectivas particularidades, es requerida por éstas.
La historia, aunque por un
tiempo estuvo vaciada de la noción
de acontecimiento, de azar y de
“grandes hombres”, se enriqueció profundamente. Así sucedió, por ejemplo en Francia con la tendencia de
la escuela de los Annales cuya virtud no
fue , como ella lo creyó, deshacerse del acontecimiento y de lo contingente,
sino volverse multidimensional al integrar el substrato económico y técnico, la vida cotidiana, las creencias y
ritos, las actitudes ante la vida y la
muerte. (Morin,1999 a). Nietzsche reconocía el azar y lo aleatorio: “yo
– dice Zaratustra - , he redimido a las cosas de la servidumbre de la
finalidad” (1959; “antes de salir el sol”). Foucault rechaza el determinismo
mecanicista y en su lugar privilegia el azar: “Las fuerzas presentes en la
historia no obedecen ni a un destino, ni a una mecánica, sino al azar de la
lucha”. (1978; 20)
La
historia está actualmente muy próxima a la relación sistema – evento. El primer
momento decisivo fue aquel en que la
historia anti – evenencial, detentando las “ capas profundas de la
historia ”, descubrió el sistema (Marc Bloch, Lucien Febvre, Fernand Braudel )
y la homeostasis ( Le Roy Ladurie ). El
segundo momento ha comenzado: es el
redescubrimiento del evento en la relación con el sistema (Baechler, Le Roy Ledurie ).
Los historiadores de los
annales, modifican el concepto de tiempo, que ya no es considerado como un
movimiento unidimensional del pasado y futuro, no existe ya un solo tiempo,
sino tiempos muy diversos, por ejemplo, en las obras de Le Goff (“El tiempo de
la iglesia y el tiempo del comerciante en la Edad Media”) y Braudel (“El
Mediterráneo y el mundo mediterraneo en
la época de Felipe II”) encontramos un tiempo estacionario (como espacio
geográfico), el tiempo lento de las estructuras sociales y económicas y el
tiempo rápido de los acontecimientos políticos (eventos). Junto con el concepto
del tiempo se pierde también la confianza en el Progreso y, con ella, la fe en
la primacía de la moderna cultura occidental en la historia.
Michel Foucault (1978),
encuentra líneas históricas con ritmos de desarrollo desigual: una acelerada de
la política, otra de las ideas científicas, otra de las reflexiones filosóficas
y otra de la civilización material.
La neomicrohistoria volverá su
vista al microrrelato, a la cotidianidad, al hombre común. La vida cotidiana en sí misma no es “alguna cosa” sino
la experiencia vital moderna y compartida en la que se basa nuestra
intersubjetiva condición del mundo. En la vida cotidiana absorbemos ciertos valores, normas y visiones
realizamos ciertas prácticas y acciones, adquirimos conocimientos (Heller, 2000
59-66).
Cuando
hablamos de experiencias vitales, no es solamente actos, acontecimientos y sucesos; sino también del marco general de
significados, visiones del mundo, instituciones de significación (religiosos,
culturales, militares y otras) que guían, sintetizan y ordenan el proceso mismo
de la experiencia. Las instituciones establecen su propia serie de normas y
reglas de comunicación, acción y procedimiento. Para Adorno es “... contextura
interhumana en la cual todos dependen de
todos, en la cual el todo subsiste
gracias a la unidad de las funciones asumidas por los copartícipes, a cada uno
de los cuales, por principio, se le asigna una función; y donde todos los
individuos, a su vez son destinados en gran medida por la pertenencia al
contexto de su totalidad” (1971; 23)
El
sujeto de la esfera de la institución es el sujeto especializado. Uno puede
entrar en una institución (aparte de la familia) sólo mediante la
especialización. (Heller, 2000 p. 70-71). El sujeto de la vida cotidiana en la
persona humana. El sujeto ha de saber como hacer las cosas (como por ejemplo:
su relación con los vecinos, tomar el transporte colectivo, preparar la comida
diaria y otras cosas más), así como también hacerlas ocasional y continuamente.
La vida cotidiana exige la movilización de muchas habilidades humanas. Pero no
requiere un externo refinamiento de ninguna de ellas, ni tampoco requiere que
desarrollemos nuestros dones y los convirtamos en talentos. Las actividades
cotidianas pueden realizarse espontáneamente después de haberlas aprendido y no
necesitan que se les preste mucha atención (Heller, 2000 p. 69). La historia de
la cotidianidad “...derrumba las construcciones formales y corta
transversalmente a la instituciones, los grupos y las clases para llegar a
tocar el plano común, microsociológico en apariencia de la cotidianidad, por el
cual todos los seres humanos son seres humanos...” (Ferraroti, 1991; 25).
La
condición humana radica sólo en los rasgos constantes de la vida cotidiana (la
conducta humana radica en la vida cotidiana). La condición humana abarca todo
aquello que los seres humanos deben compartir, lo que nuestros abuelos
compartieron y lo que compartirán nuestros nietos.
La
historia de la naturaleza humana, es una ampliamente designada narrativa
histórica tanto en sus versiones optimista – progresista como en sus versiones
pesimistas – regresivas.
La
historia de la condición humana no es propiamente una historia. si uno cuenta
una historia que intente acercarse a la de la naturaleza humana, no contará la
historia de la propia condición humana, sino la de la historicidad que se ha
visto condenada por la condición humana.
En los
últimos congresos de Historia Regional y
Local realizados en Venezuela, así como
en las revistas especializadas a escala
nacional, están abriendo espacio a las investigaciones dirigidas a la vida
cotidiana, aquella que vive con nosotros y que son tan comunes y rutinarias que pasan desapercibidas
por la gran mayoría de la sociedad;
así se han desarrollado trabajos
sobre los mabiles, las bodegas, los
locos del pueblo entre otros.
La
vida cotidiana está conformada por seres
singulares, enraizados en su contexto, caminando en su tiempo. Es una vida en
la que cada uno juega varios roles sociales en distintas circunstancias, cada
ser tiene una multiplicidad de identidades y de personalidades, un mundo de
fantasmas, y de sueños que nos
acompañan. Cada uno de nosotros conoce muy poco de sí mismo; conocemos una apariencia de nosotros, debemos hasta engañarnos, autoengañarnos. En
definitiva, hay un tiempo que no vuelve
nunca, que no se repite, que es el vivencial y existencial y nunca se
vive dos veces. Ni en la historia social ni en la historia personal.
Estimados
Consocios:
La neomicrohistoria, que estoy tratando de desarrollar,
necesitará irremediablemente de un nuevo
paradigma epistémico, ya que ella no puede funcionar bajo los parámetros de la lógica formal de la
modernidad, recordemos a García Márquez (1990)
cuando expresaba que muchas cosas que hoy son verdad no lo serán mañana,
quizás la lógica formal quede degradada a un
método escolar para que los niños entiendan como era la antigua y
abolida costumbre de equivocarse.
Estamos presenciando los estertores de la ciencia histórica moderna
(determinista, lineal y homogénea). La neomicrohistoria viene a ser una
conciencia de la discontinuidad, de la
no-linealidad, de la diferencia y de la necesidad del diálogo (como diría
Martínez M, 2004) y la negación de los saberes
entre el objeto y el sujeto. En la neomicrohistoria estará presente lo
fragmentario, las migajas, lo cotidiano, las representaciones; haciendo énfasis en la subjetividad y en la experiencia
estética del hombre común, en donde el observador se involucra en su objeto y
en su sujeto. La neomicrohistoria permitirá cinco saberes como los cinco sentidos que permitirán analizar subjetivamente al
sujeto - objeto con la mayor libertad
creadora; cada cual le dará vida y color a sus saberes. Neomicrohistoria, es la libertad de decir lo que se desarrolla
en el discurso subterráneo sin las ataduras de la academia moderna.
La neomicrohistoria será la hija de la historia regional y
local o parroquial, la cual da preeminencia a lo local; como bien lo expresa
Geertz (1983) que todo conocimiento es
siempre ineluctablemente local.
El problema de la historia regional y local es que aún se mantiene atada a la
Modernidad. La neomicrohistoria nos debe llevar a una transformación
fundamental en nuestro modo de pensar, de nuestro modo de vernos, de nuestro modo de ver los saberes, de nuestro
modo de valorar y hacer la historia.
Señoras y señores muchas gracias.
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