domingo, 4 de diciembre de 2016

Discurso de Incorporación a la Academia de la Historia del Estado Carabobo. Correspondiente al Sillón “CH”. (2006).





LA NUEVA HISTORIA


Por: Luis Rafael García Jiménez.



         Señor Presidente  Luis Cubillan, Miembros de la Directiva, Miembros Numerarios, Miembros Correspondientes, señoras y señores.

            Hace veinte años me incorporé como miembro Correspondiente al otrora Centro de Historia  del Estado Carabobo (creado el 4 de diciembre de 1979), presidido por el Dr. Fabián de Jesús Díaz quien  abrió las puertas de la Casa de la Estrella para que ingresáramos como miembros correspondientes varios amantes de la historia, de aquel grupo algunos nos estamos recibiendo como Miembros Numerarios. Mi discurso de incorporación  se  tituló Monseñor  Adam Hacedor de Cultura y fue respondido por nuestro actual presidente  Luis Cubillan.

            De aquella fecha memorable a ésta, mi concepto de la historia, la historicidad y el historicismo ha cambiado, pero no como un producto de la pasión autodidacta o la paciencia del diletante sino de los estudios realizados en la  Maestría en Historia de Venezuela coordinada por  el maestro Luigi Frassato, la cual me llevó  a desarrollar la historia regional y local de la mano de otro maestro Aristides Medina Rubio. Y  en los últimos cinco años el doctorado de Ciencias Sociales mención  Estudios Culturales  me ha llevado  a trabajar lo que he denominado Neomicrohistoria en el marco de la Historia Compleja. Por tal motivo hoy disertaré  sobre lo que estoy desarrollando como línea de investigación.

Durante muchos años la historia luchó  por un lugar entre las ciencias; todavía algunos discuten si es ciencia o es arte, es decir, literatura. En su afán por ser ciencia, en el sentido moderno del término (positivista o marxista),  abrazó  todos los pasos  y técnicas del procedimiento científico, incluso  propuso leyes generales, se apegó a la objetividad y mantuvo una fe ciega en el progreso. En la historia desarrollada por la modernidad encontramos tres dimensiones  que es necesario recordarlas: historia como ciencia, la historia como producto de los historiadores, es decir,  la historiografía como  estructura verbal en forma de discurso en prosa narrativa – White 1992 y la historia como hecho. Para Ciro Cardoso: “Como en cualquier disciplina, el método científico en historia consiste básicamente en seguir ciertos procedimientos para plantear problemas y verificar las soluciones propuestas” (1985, 152), sin problema no había investigación.

La nueva historia  no estaría fundamentalmente interesada en la resolución de problemas. Ella creará significados y contribuirá a nuestro autoconocimiento. Y en el caso de solucionar problemas serían parciales o propuestas, pero jamás sería una solución final. Los problemas necesariamente hay que dilucidarlos situándolos en uno y otro amplio contexto. Si en la  nueva historia no se resuelven problemas (o su resolución jugaría un papel secundario), el único conocimiento cumulativo en la historia lo encontramos en las publicaciones (historiografía). Aunque la historia no es cumulativa en el sentido de resolver problemas, en el marco de ella podemos encontrar conocimiento cumulativo ya que, pueden descubrirse documentos que antes no se conocían, pueden ocurrir ciertos acontecimientos que vuelvan obsoletos aspectos concretos de una obra historiográfica sin volver obsoleta la obra en su totalidad.

Cuando se habla de historia inmediatamente muchos se remiten al pasado, olvidando que el presente también es historia y la historia se escribe desde el presente; ya que  el hombre (historiador) es objeto y sujeto de su propia investigación. No existe separación del método respecto a su objeto; el método procede y resulta del objeto y su finalidad sería constituir un paradigma explicativo.

Uno de los conceptos de historia que he utilizado en los  últimos años, dice: “ Historia  es la memoria colectiva de los pueblos ”, pero una vez  leída parte de la   inmensa obra de Edgar  Morin, le agregaría “ memoria /  patrimonio hereditario” (1995 b) En tal sentido el concepto quedaría así; “Historia es la memoria colectiva, como patrimonio hereditario, de los pueblos” (memoria colectiva como suma de individualidades).  Pero esa memoria histórica sería a través de la cultura, reconociendo la  fragilidad de la memoria.

               Otros se han  enfrascado en  buscarle de manera pesimista otro sentido a la historia, en el marco  del fin de la modernidad o en la modernidad tardía (tardomodernidad) o hipermodernidad o simplemente postmodernidad; en definitiva en lo que se  ha llamado el   fin de   historia,  pero, como ya se sabe, lo que  ha llegado a su fin es  la historicidad y el historicismo, productos de una historia planetaria desde la perspectiva eurocentrista a través de los metarrelatos.

            Esa búsqueda  personal cubierta de incertidumbre (s) me ha llevado a profundizar  y tratar de poner al día a la historia regional y local  (la cual la he trabajado en los últimos años) partiendo de lo cotidiano y particular con una visión transcisciplinaria, llamándola tentativamente “neo – micro historia ” no atada a las leyes  inexorables, ni a la idea de progreso, ni al apego absoluto a  la objetividad, ni a un método único, de la historia con “H” mayúscula. En definitiva inscribirse  en la ciencia nueva de la historia,  a la historia compleja.

            Como ya se dijo, la historia en la modernidad  luchó por su puesto en las ciencias, esto  la llevó a seguir los pasos de la investigación  científica de las ciencias naturales. En los actuales momentos cuando la ciencia entra en crisis a la primera que le adelantan su fin  es a la historia, pero no ahora con Francis Fukuyama sino desde el mismo Hegel, quien consideraba a la historia simplemente pasado y presente, lo que ha sucedido y lo que sucede.

             No vemos el fin de la historia, sino que vemos el desgaste de las premisas que sustentaron a la historia como ciencia, introduciendo elementos ya existentes tales como: la incertidumbre, el azar, el caos, el evento.

 La conexión entre los conceptos de  historia  y ciencia  es un fenómeno bastante reciente. Sólo  con la Ilustración , durante el siglo XVIII, comenzó el proceso que llevó  a la unión  de ambos y dio origen a un vocablo compuesto, el  de “Ciencias Históricas”, para denotar un nuevo tipo de historia  muy diferente  a la practicada desde la Antigüedad. La historia, desde principios del siglo XIX, con la labor  de la escuela histórica alemana, quedó  constituida como una de las ciencias  humanas (Moradiellos, 1994; 1- 6).

Quizás  el peligro más grave, en la  utilización  del termino  historia   sea el de  su doble contenido, ya que: historia designa a la vez el conocimiento de una materia y la materia  de este conocimiento. (Vilar, 1982; 17).

El concepto  de historia más generalizado y  elemental es aquel que dice: Historia es la ciencia  que se encarga del estudio de los hechos pasados y conociendo el pasado comprenderemos el presente y prevemos el futuro. Debemos descartar la pretensión ingenua de que la historia  permite pre-decir el futuro, en todo caso, y cuando puede la historia post-dice o retrodice el pasado (Moradiellos, 2001). Por definición, el pasado no existe y no puede ser confrontado ni abordado por ningún investigador. La historia “no permite la restitución del pasado porque el pasado mismo como idea es irrecuperable” (Serna y Pons, 2000: 178).

            La historia es una enmarañada sucesión de variaciones y manifestaciones semialeatorias  de las virtualidades del sapiens. Asimismo , la “estructura social ” no se opone  a las ideas de historia, siempre a condición  de que se establezca el papel  de la aleatoriedad en la estructura ( la auto - organización, la complejidad ) y el de la estructura en el  azar  - devenir -. (Morin, 1974 b).

Por tal motivo, la historia esta sujeta a los  accidentes, perturbaciones y, a veces, terribles destrucciones en masa de poblaciones o civilizaciones. La historia estaría conformada de ruidos y una sucesión ininterrumpida de crisis y caos (como neutral término antropológico). En tal sentido Historia sería: la memoria colectiva, como patrimonio hereditario, de los pueblos; pero, una historia de la periferia con una noción abierta, que implicaría caminos de búsqueda. (Morin, 1992).

El conocimiento de la historia, tiene por objetivos servirnos no sólo para reconocer las características al mismo  tiempo determinadas y aleatorias del destino humano, sino para abrirnos hacia la incertidumbre del futuro. (Morin,1999a). El desarrollo histórico de la sociedad está íntimamente relacionado con el desarrollo la  individualidad (Morin, 1974 b). Será el producto de antagonismos y de contradicciones.


 La humanidad ha tenido varios comienzos, ella no ha nacido una sola vez,  ha nacido muchas veces y esperamos un nuevo nacimiento. (Morin, 1974; b). En el primer momento de la historia humana, ésta no fue del orden sino del desorden. La historia fue concebida como una  sucesión de guerras, atentados, asesinatos, complots, batallas, marcadas por el ruido y la furia, por la corneta y el tambor por el ataque  y la retirada, por el motor y la bomba,  por el silbido y la explosión, cuando la muerte es la rutina y no se le teme porque se vive con ella.


A partir  del siglo XIX, cuando se descubren  determinismos infraestructurales, cuando se  buscan  las leyes de la historia, cuando los eventos  se  vuelven  epifesionales y, muy curiosamente, las ciencias antroposociales cuyo objeto  es sin embargo extremadamente aleatorios, se  esfuerzan por reducir el alea y el desorden , estableciendo, o creyendo establecer determinismos  económicos, demográficos,  sociológicos. (Morin, 1984). La historia de la naturaleza humana es una narrativa histórica tanto optimista – progresista como pesimista – regresivas. La historia de la condición humana (ésta radica sólo en los rasgos constantes de la vida cotidiana, ella abarca todo aquello que los seres humanos deben compartir; lo que nuestros abuelos compartieron y que compartirán nuestros nietos) no es propiamente una historia. Si uno cuenta una historia que intente acercarse a la naturaleza humana, no contará la historia de la propia condición humana, sino de la historicidad que se ha visto convencionada por la condición humana.

Es imposible tanto en el dominio del  conocimiento del mundo natural como en el del conocimiento del mundo histórico o social,  reducir nuestra visión, sea al orden , sea al desorden. Tomemos la concepción del idiota  shakesperiano ( la vida es un cuento  contado por un idiota lleno de ruido y de furia que no tiene significado ), vemos que, por el  contrario, la visión de una historia inteligente, es decir,  de una historia que obedece a leyes racionales,  sí que resulta idiota . Partiendo de la concepción morana o moriana de la historia, la tenemos que concebir como  vagabundeos , desviaciones, despilfarros, pérdidas, aniquilaciones, y no solamente riquezas, y no solamente vida, sino también saber, saber hacer, talentos, sabiduría. (Morin, 1984).

La historia humana está  conformada de ruido y furor que constituyen los factores evenenciales sin los que no puede existir  ésta, es decir,  modificación y evolución  de los  sistemas aparición de formas nuevas, enriquecimiento de la información (cultura). La(s) historia(s) con una vida después de la muerte siempre pueden ser recuperadas(s) de la frágil memoria colectiva. Es así como se convierte(n) en cultura. (Heller, 2000; 209

La identidad cultural está siempre construida e interpretativamente establecida sobre mitos y normativas históricas (Heller, 1991; 9). Pero si se intenta definir “cultura”, inmediatamente nos damos cuenta de que esa definición es totalmente vacía y por lo tanto, insignificante para la búsqueda del conocimiento verdadero, o bien incapaz de ser consistentemente aplicada en esa búsqueda. Puede darse una definición nominal; y tal definición cumpliría una adecuada función orientativa, pero no tendría valor cognoscitivo y no contribuiría a nuestro conocimiento.

La palabra cultura es un verdadero camaleón conceptual, puede significar todo lo que no siendo naturalmente innato debe ser aprendido y adquirido;  puede significar los usos, valores, creencias de una  etnia o de una nación; puede significar todo lo que aportan  las humanidades, la literatura, el  arte, la filosofía. El hombre es un ser plenamente biológico, pero si no dispone plenamente de la cultura sería un primate del más bajo rango.  En definitiva, la cultura acumula en sí lo que se conserva, transmite, aprende; ella comporta normas  y principios de adquisición. (Morin, 1999 b).

La historia de la cultura se ha asentado en  la barbarie más atroz. Escándalo
Sistemático que no menos sistemáticamente olvidan los empalagosos admiradores de las grandes  civilizaciones  (Morin, 1974 b) y del héroe (recordemos que Carlyde – 1795 .1881- sostuvo que el avance de las civilizaciones se debe a la actividad de los héroes) . Esta barbarie la  encontramos desde la historia planetaria hasta la historia  de una pequeña localidad. Porque dicha historia ha demostrado que : “ la  cultura del señor existe a costa de la  incultura del esclavo ” (Morin,1974 a ) y podemos agregar que la cultura del patrón existe a costa  de la incultura del obrero; la cultura de la clase dominante existe a costa de la incultura del pueblo; en conclusión,  es cuestión de minorías: ¡ saber es poder !.

De esta ciencia histórica moderna conocida hasta hoy analizaremos: las leyes históricas, la idea o el  mito del progreso y el fin de la historia:

 Las leyes históricas: desde el siglo  XIX, los historiadores habían emprendido el estudio de las leyes históricas de acuerdo con el espíritu del positivismo, según el cual la comprobación de hechos era solamente la primera etapa de un proceso  cuya segunda etapa era el descubrimiento de leyes  generales. (Collingwood, 1990 ). Pero, no solamente los positivistas se empeñaron en buscarle leyes a la historia, también lo hicieron los marxistas, ellos establecieron que el curso de la historia está dominado por leyes generales internas. (Fleischer, 1969).

El pensamiento filosófico monológico se base en la firme convicción de que hay algo completamente objetivo “ahí afuera” (por ejemplo, las leyes sociohistóricas) y que la mente podrá comprender sólo si se inventan las teorías adecuadas y se aplican los métodos adecuados (Heller, 2000).

No existen  tales leyes históricas, sino  una caótica, aleatoria e incierta entre determinaciones y fuerzas desordenadas, y un juego a menudo rotativo entre lo económico, lo sociológico, lo técnico, lo  mitológico, lo imaginario. (Morin, 1999 a ), como un diálogo constructivo y deconsttructivo.

Reiteramos, no hay leyes histórica; por el contrario, todos los esfuerzos por congelar la historia humana, eliminar sus acontecimientos  y accidentes, hacer que soporte el yugo de  un determinismo económico – social y/o  hacer que obedezca a un ascenso teledirigido han fracasado. (Morin, 1999 a).

Toda pretensión de promulgar leyes de la sociedad o de la historia ha sido y sigue siendo la mascara “científica” del mito doctrinario. Toda pretensión de monopolizar la ciencia social mediante la pseudo posesión  de las pseudo-leyes de la historia no sólo es  ipso facto acientífica, sino   anticientífico. Pues toda pretensión  de monopolizar la  cientificidad, mediante el determinismo o cualquier otro principio se convierte en anticientífica. (Morin, 1984). Lukács nos decía que: “En la ciencia obran sobre nosotros los contenidos, en el arte las formas; la ciencia nos ofrece hechos y sus conexiones, el arte almas y destinos (1975; 17).

El  progreso: El gran mito  de los científicos  era creer que con el progreso (orgullo de las ciencias y las artes) también  se perfeccionarían la moral y las costumbres. Ese progreso sería indetenible y sin tropiezos, los biólogos ( a partir de Charles Darwin-1809 - 1882 ) y los historiadores ( en nuestro caso ) le enseñaban al mundo que había una progresión de las cosas organizadas. (Morin, 1994). Ya no existe el progreso prometido, no es una adquisición para siempre.

            Nuestro futuro no está teledirigido por el progreso histórico. Las fallas  de la predicción  futurológica, los innumerables fracasos de la predicción económica ( a pesar de  y a causa de su sofisticación  matemática ), el hundimiento del progreso garantizado, la crisis del futuro, la crisis presente, introdujeron en todos los dominios la lombriz de la incertidumbre. (Morin, 1999 a). Cuando  se  habla del abandono del “ progreso garantizado ”, no es el abandono del progreso en sí, sino el reconocimiento de su carácter  incierto y frágil , inmerso en la complejidad del mundo histórico - social.

            El fin de la historia: cuando  en la historia o cualquier ciencia se establecen objetivos definidos o metas,  al acercarse a éstos inmediatamente pensamos en su  fin. Hemos vivido habitados, por la idea de que íbamos a culminar la historia,  que la ciencia había adquirido lo esencial de sus principios y sus resultados, que la razón estaba finalmente  a punto. (Morin, 1994).

La crisis de los actuales momentos solamente nos está demostrando  que estamos llegando a la culminación o final de un cierto tiempo y como lo ha demostrado el desarrollo histórico de la humanidad estaremos al comienzo de tiempos nuevos. La realidad nos ha demostrado que al progreso alcanzado hasta ahora hay que ponerle   límites, porque  si el hombre sigue  su marcha sin control vamos a la  autodestrucción.

            La historia nueva formará  parte de una nueva concepción de ciencia de la complejidad humana, ya que se ha convertido en una ciencia poliscópica y tiende a convertirse también  en una  ciencia multidimensional, como lo que es ya la geografía que va de las geologías a los fenómenos económicas y sociales. La historia tiende a convertirse en una nueva ciencia multidimensional, que integra en su seno las dimensiones económicas, antropológicas (el conjunto de  las costumbres, hábitos, ritos sobre la vida y la muerte) y vuelve a integrar el acontecimiento. (Morin, 1999a).

            La historia nueva no obedece a procesos  deterministas, no está sometida a una lógica técnico - económica ineluctable y no establecerá leyes generales. Ya que la naturaleza humana no se opone a la historia del hombre y viceversa. Puesto que los hombres son tan diferentes en el espacio y en el tiempo y se  transforman según las sociedades en  las que  se hallan inmersos, debe admitirse que la  naturaleza humana no es más que una  materia prima maleable a la que sólo pueden dar forma la cultura o la historia. (Morin, 1974 a).

En  el desarrollo de la historia del hombre se han sucedido “ sacrificios animales y sacrificios humanos  han derramado torrentes de sangre para salvar a los humanos de la carestía, la sequía, las inundaciones, la derrota, la incertidumbre, la infelicidad, la muerte y, lejos de haber decaído, la magia del sacrificio  se han perpetuado en formas patriotas, políticas o ideológicas ”. (Morin, 1988; 180). En el umbral del siglo XXI  hemos visto  reaparecer en la  Europa Occidental desarrollada, prácticas políticas (neonazis) de las décadas de los  años 30 y 40, inclusive  de racismo y de guerras étnicas y/o  religiosas (en la Europa excomunista) o aquellos que llegan a creer  que son la re-encarnación  de un héroe - mito de siglos anteriores.

Hemos entrado en la era  planetaria en la cual todas las culturas, todas las civilizaciones están en interconexiones permanentes. Indica al mismo tiempo, que, a pesar de las  interconexiones estamos en una barbarie total en las relaciones entre razas, entre cultura, entre  etnias, entre potencias, entre naciones, entre superpotencias. Estamos  en la edad de hierro planetaria  y nadie sabe si saldremos de ella. La  coincidencia entre la idea de edad de hierro planetaria y la idea de que estamos en la  pre-historia del espíritu humano, en la era bárbara de las ideas, no es fortuita. La  idea de que estamos  en la pre-historia del espíritu humano es una idea muy optimista, nos permite abrir  el porvenir  siempre a condición  de  que la humanidad disponga de un futuro.  En adelante, la humanidad y el planeta pueden revelarse en su unidad, no sólo física  y biosfera, sino también histórica: la de la  era planetaria. (Morin, 1993 y 1994).

La incertidumbre histórica está vinculada  con el  carácter intrínsecamente caótico de la historia  humana. Formidables regresiones de las civilizaciones y de las economías sucedieron a progresos temporarios. La historia está y estará sometida a los  accidentes, perturbaciones y, a veces,  a terribles  destrucciones masivas de poblaciones y civilizaciones. Existirán acontecimientos o accidentes que pueden desviar  o hacer que las  naciones o la humanidad tomen rumbos no pensados. El curso que toma la historia de la  era  planetaria se evadió de la órbita del tiempo reiterativo de las civilizaciones tradicionales para entrar, no en la vía  segura  del progreso sino en una incertidumbre insondable. (Morin, 1999 a).

Hasta ahora, el evento había sido expulsado  de la historia ya que se obedecía a lógicas  sistemáticas o estructurales. Con el hombre, la evolución va a transformarse en historia. Esto significa no sólo  que la evolución va a dejar de ser física para hacerse psico  - sociocultural, sino que  los eventos van a multiplicarse y  que  su función va a  intervenir de manera nueva en el seno  de  los sistemas. (Morin, 1984). La historia  ha sido y  será  “una cascada de secuencias  evenenciales”. De acuerdo a Vattimo (1996) el evento mismo no es sino el darse del ser en la historia, pero la historia como transmisión de mensajes.

           La vida y la muerte de las etnias, naciones,  imperios, escapan de la ley estadística. De ahí  el papel crucial del evento en la historia: mientras que la supervivencia de una especie no depende de uno o varios combates dudosos, la suerte de una sociedad puede depender de algunos eventos felices o desgraciados, particularmente de las guerras, cuyo desarrollo y desenlace siempre dependen, salvo en el  caso de una  desigualdad aplastante en la relación de fuerzas, de algo aleatorio. (Morin, 1984).

         La naturaleza de los sistemas sociales son aptos  para incorporar en el seno de su capital generativo o informativo (la cultura en el  sentido antropológico del término) elementos  adquiridos en el curso de la experiencia fenoménica y de su memoria histórica como patrimonio hereditario.  Esto quiere decir que, los eventos de todos  los órdenes , desde  la invención técnica, el descubrimiento científico, el encuentro de dos civilizaciones, hasta la decisión  de un tirano o de un demócrata con abrumadora mayoría y de alto índice de popularidad,  pueden desempeñar un papel modificador en  el seno del propio sistema social, hacia una evolución o involución.  Para Hollingsworth (1983), lo necesario es describir de una manera coherente los eventos pasados, usando a la población como su medida y a los cambios de población su medida y a los cambios de población como si fueran eventos de mayor interés que deben ser explicados por otros factores.

            Desde el momento en que la historia se impone como una dimensión constitutiva permanente de la  humanidad, se impone al mismo tiempo como nueva  ciencia cardinal. Es la ciencia más apta para  captar la dialéctica del sistema y del evento, en sus primeros tiempos, la historia fue ante  todo una descripción de las cascadas evenenciales e intentó interpretarlo todo en función del evento. Posteriormente, en el seno del  siglo pasado, y sobre todo en la actualidad, la historia “evenencial” fue rechazada y refutada progresivamente en provecho de una  evolución sistemática que se esfuerza por  determinar las dimensiones autogeneradoras en el seno de las sociedades. Se puede advertir que si se lleva al extremo, semejante tendencia se corre el riesgo de autodestruirse la propia historia al destruir el  evento. (Morin, 1984). Si el evento ya no es más que un  elemento necesario en el seno de un proceso autogenerado, la historia cae en el hegelianismo, es  decir, en la reducción de lo histórico a lo lógico, mientras que lo lógico se dibuja, se esboza, se fragmenta, muere, renace en lo histórico. Para  la historia comprensiva, el ruido y el furor desempeñan un papel organizacional, no  porque el ruido sea la más cara de una  información oculta, sino porque contribuye a constituir y modificar el desarrollo histórico.

            El gran problema antropológico – histórico, consiste en concebir la historia como una combinación entre procesos autogenerativos y  procesos heterogenerativos,  a cuya evolución contribuyen el ruido, el evento, el accidente,  de manera  decisiva.

            Se plantea que  la existencia de un proceso autogenerativo  es suponer que los sistemas sociales se desarrollan por sí mismos, no  sólo según mecanismos de “ crecimiento ”, sino  también  antagónicos internos o contradictorios;  que van  a desempeñar un papel motor  en el desarrollo, provocando “ catástrofes ” más  o menos controladas (conflictos sociales, lucha de clases, crisis ) , es decir, los sistemas sociales, al menos los sistemas sociales complejos, serían generadores de eventos . Estos procesos autogenerativos estarían a medio camino entre el desarrollo embriogenético (donde las catástrofes son provocadas y controladas - programadas -)  y los desarrollos accidentales abandonados a los encuentros entre sistemas y eventos – mutaciones -. (Morin, 1984).

            La gran mayoría de los historiadores,  sociólogos e investigadores de las ciencias humanas, todavía fieles a la ciencia tradicional – de la Modernidad – se niegan aún a aceptar el evento,  lo aleatorio y la incertidumbre. La etnología y la sociología rechazan, cada una por su lado al evento, y la historia se  esfuerza por exorcizar el evento. Todavía  asistimos hoy a los efectos de una tentativa profunda y múltiple de rechazar el evento fuera de las ciencias humanas con el fin de  ganar la patente de cientificidad. Ahora bien, la verdadera ciencia moderna sólo podrá  comenzar con  el reconocimiento del evento.

Algunas concepciones científicas  mantienen su vitalidad porque se niegan al en cierro disciplinario. Esto sucedió con la historia de la escuela de los Annales (aunque sus fundadores y sus discípulos no aceptan ser conocidos como escuela)  que ahora tiene honores  después de haber ocupado un sitio marginal en la  universidad  francesa. La historia de los Annales se constituyó en y por el  hecho de salir del encierro;  produjo una modificación profunda de la perspectiva económica y sociológica en la historia; luego, una segunda generación de historiadores integró profundamente una perspectiva antropológica, como se puede observar en los trabajos de  Duby y Le Goff sobre la Edad Media. La  historia, fecundada  de este modo, no puede ser más considerada como una disciplina strictu sensu, es una ciencia histórica  multifocalizada, pluridimensional, en la que las  dimensiones de otras ciencias humanas están  presentes y en la que  la perspectiva global, lejos  de haber sido expulsada por la multiplicidad de perspectivas particularidades, es requerida por éstas.

 La historia, aunque  por un  tiempo estuvo vaciada de la noción  de acontecimiento, de azar y de  “grandes hombres”, se enriqueció profundamente. Así sucedió, por  ejemplo en Francia con la tendencia de la  escuela de los Annales cuya virtud no fue , como ella lo creyó, deshacerse del acontecimiento y de lo contingente, sino volverse multidimensional al integrar el substrato económico  y técnico, la vida cotidiana, las creencias y ritos, las actitudes ante la vida y la  muerte. (Morin,1999 a). Nietzsche reconocía el azar y lo aleatorio: “yo – dice Zaratustra - , he redimido a las cosas de la servidumbre de la finalidad” (1959; “antes de salir el sol”). Foucault rechaza el determinismo mecanicista y en su lugar privilegia el azar: “Las fuerzas presentes en la historia no obedecen ni a un destino, ni a una mecánica, sino al azar de la lucha”. (1978; 20)

            La historia está actualmente muy próxima a la relación sistema – evento. El primer momento decisivo fue aquel en que la  historia anti – evenencial, detentando las “ capas profundas de la historia ”,  descubrió el sistema  (Marc Bloch, Lucien Febvre, Fernand Braudel ) y la homeostasis  ( Le Roy Ladurie ). El segundo momento ha comenzado: es el  redescubrimiento del evento en la relación  con el sistema (Baechler, Le Roy Ledurie ).

Los historiadores de los annales, modifican el concepto de tiempo, que ya no es considerado como un movimiento unidimensional del pasado y futuro, no existe ya un solo tiempo, sino tiempos muy diversos, por ejemplo, en las obras de Le Goff (“El tiempo de la iglesia y el tiempo del comerciante en la Edad Media”) y Braudel (“El Mediterráneo y el mundo mediterraneo  en la época de Felipe II”) encontramos un tiempo estacionario (como espacio geográfico), el tiempo lento de las estructuras sociales y económicas y el tiempo rápido de los acontecimientos políticos (eventos). Junto con el concepto del tiempo se pierde también la confianza en el Progreso y, con ella, la fe en la primacía de la moderna cultura occidental en la historia.

Michel Foucault (1978), encuentra líneas históricas con ritmos de desarrollo desigual: una acelerada de la política, otra de las ideas científicas, otra de las reflexiones filosóficas y otra de la civilización material.

La neomicrohistoria volverá su vista al microrrelato, a la cotidianidad, al hombre común. La vida cotidiana en sí misma no es “alguna cosa” sino la experiencia vital moderna y compartida en la que se basa nuestra intersubjetiva condición del mundo. En la vida cotidiana  absorbemos ciertos valores, normas y visiones realizamos ciertas prácticas y acciones, adquirimos conocimientos (Heller, 2000 59-66).

Cuando hablamos de experiencias vitales, no es solamente actos, acontecimientos  y sucesos; sino también del marco general de significados, visiones del mundo, instituciones de significación (religiosos, culturales, militares y otras) que guían, sintetizan y ordenan el proceso mismo de la experiencia. Las instituciones establecen su propia serie de normas y reglas de comunicación, acción y procedimiento. Para Adorno es “... contextura interhumana en la  cual todos dependen de todos, en la cual  el todo subsiste gracias a la unidad de las funciones asumidas por los copartícipes, a cada uno de los cuales, por principio, se le asigna una función; y donde todos los individuos, a su vez son destinados en gran medida por la pertenencia al contexto de su totalidad” (1971; 23)

El sujeto de la esfera de la institución es el sujeto especializado. Uno puede entrar en una institución (aparte de la familia) sólo mediante la especialización. (Heller, 2000 p. 70-71). El sujeto de la vida cotidiana en la persona humana. El sujeto ha de saber como hacer las cosas (como por ejemplo: su relación con los vecinos, tomar el transporte colectivo, preparar la comida diaria y otras cosas más), así como también hacerlas ocasional y continuamente. La vida cotidiana exige la movilización de muchas habilidades humanas. Pero no requiere un externo refinamiento de ninguna de ellas, ni tampoco requiere que desarrollemos nuestros dones y los convirtamos en talentos. Las actividades cotidianas pueden realizarse espontáneamente después de haberlas aprendido y no necesitan que se les preste mucha atención (Heller, 2000 p. 69). La historia de la cotidianidad “...derrumba las construcciones formales y corta transversalmente a la instituciones, los grupos y las clases para llegar a tocar el plano común, microsociológico en apariencia de la cotidianidad, por el cual todos los seres humanos son seres humanos...” (Ferraroti, 1991; 25).

La condición humana radica sólo en los rasgos constantes de la vida cotidiana (la conducta humana radica en la vida cotidiana). La condición humana abarca todo aquello que los seres humanos deben compartir, lo que nuestros abuelos compartieron y lo que compartirán nuestros nietos.

La historia de la naturaleza humana, es una ampliamente designada narrativa histórica tanto en sus versiones optimista – progresista como en sus versiones pesimistas – regresivas.

La historia de la condición humana no es propiamente una historia. si uno cuenta una historia que intente acercarse a la de la naturaleza humana, no contará la historia de la propia condición humana, sino la de la historicidad que se ha visto condenada por la condición humana.

  En  los últimos congresos de Historia  Regional y Local realizados en Venezuela, así  como en las revistas especializadas  a escala nacional, están abriendo espacio a las investigaciones dirigidas a la vida cotidiana, aquella que vive con nosotros y que son tan  comunes y rutinarias que pasan desapercibidas por la gran mayoría de la sociedad;  así  se han desarrollado trabajos sobre los mabiles,  las bodegas, los locos del pueblo entre otros.

La vida cotidiana está  conformada por seres singulares, enraizados en su contexto, caminando en su tiempo. Es una vida en la que cada uno juega varios roles sociales en distintas circunstancias, cada ser tiene una multiplicidad de identidades y de personalidades, un mundo de fantasmas, y  de sueños que nos acompañan. Cada uno de nosotros conoce muy poco de sí mismo;  conocemos una apariencia de  nosotros, debemos  hasta engañarnos, autoengañarnos. En definitiva, hay un tiempo que no vuelve  nunca, que no se repite, que es el vivencial y existencial y nunca se vive dos veces. Ni en la historia social ni en la historia personal.
Estimados Consocios:

La neomicrohistoria, que estoy tratando de desarrollar, necesitará  irremediablemente de un nuevo paradigma epistémico, ya que ella no puede funcionar bajo  los parámetros de la lógica formal de la modernidad, recordemos a García Márquez (1990)  cuando expresaba que muchas cosas que hoy son verdad no lo serán mañana, quizás  la lógica formal quede degradada  a un  método escolar para que los niños entiendan como era la antigua y abolida costumbre de  equivocarse. Estamos presenciando los estertores de la ciencia histórica moderna (determinista, lineal y homogénea). La neomicrohistoria viene a ser una conciencia de la  discontinuidad, de la no-linealidad, de la diferencia y de la necesidad del diálogo (como diría Martínez M, 2004) y la negación de los saberes  entre el objeto y el sujeto. En la neomicrohistoria estará presente lo fragmentario, las migajas, lo cotidiano, las representaciones; haciendo  énfasis en la subjetividad y en la experiencia estética del hombre común, en donde el observador se involucra en su objeto y en su sujeto.  La neomicrohistoria  permitirá cinco  saberes como los cinco sentidos  que permitirán analizar subjetivamente al sujeto - objeto con la  mayor libertad creadora; cada cual le dará  vida  y color a sus saberes. Neomicrohistoria,  es la libertad de decir lo que se desarrolla en el discurso subterráneo sin las ataduras de la academia moderna.

La neomicrohistoria será la hija de la historia regional y local o parroquial, la cual da preeminencia a lo local; como bien lo expresa Geertz (1983) que todo conocimiento es  siempre ineluctablemente  local. El problema de la historia regional y local es que aún se mantiene  atada a la  Modernidad. La neomicrohistoria nos debe llevar a una transformación fundamental en nuestro modo de pensar, de nuestro modo de vernos, de  nuestro modo de ver los saberes, de nuestro modo de valorar y hacer la historia.
Señoras y señores muchas gracias.

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