Por: Luis Rafael García Jiménez.
Cuando hablamos de crisis de paradigmas no nos referimos solamente a lo teórico, sino
también a la manera de abordar la investigación. Método significa camino y debemos buscar nuestro propio camino.
Ya los criterios Modernos, basados en la “razón”, han entrado en crisis. Se
abren nuevos caminos para los investigadores sin limitaciones metodológicas,
dándole paso a las nuevas maneras de pensar.
Es difícil concebir una investigación sin plantearse un problema
específico porque, hasta ahora, se había partido de la premisa: “sin problema no hay investigación”. Pero existen trabajos de investigación en donde no hay un problema concreto, sino infinidad
de situaciones que podrían considerarse problemáticas alternativas, pero ningún problema o
situación problemática quedó con una solución sino con múltiples
proposiciones.
En toda investigación está presente la carga ideológica, la posición en
la escala social e institucional del autor. Prost (2001), confirma que la
historia depende de la posición social e institucional de quien la escribe. La
gran mayoría de las investigaciones, para n decir todas, han sido escrita, institucionalmente, es
decir, para ser leída por cuatro personas: el tutor y los tres jurados, y uno
que otro par. Al final se impone los criterios de los evaluadores. En tal
sentido, se plantean objetivos eminentemente académicos, tratando de asegurar
su vitalidad más allá del acecho Moderno a la cual debería ser sometida por los
especialistas; tal y como lo expresan Serna y Pons (2000): “si las tesis fueran
irrefutables, nos hallaríamos ante un saber credencial que no admite el avance
cognitivo” (p. 28).
El avance cognitivo que se espera
no debe estar enmarcado en la manera moderna de pensar, sino en la manera de
concebir el pensamiento tardomoderno o hipermoderno, tal como bien lo expresa
Lipovetsky (2004) no es la superación de la modernidad sino su ampliación
radical en sus ejes fundamentales, ya que no solamente estamos ante una crisis
de los fundamentos del conocimiento histórico científico, sino ante una crisis
(u oportunidad) de los fundamentos del pensamiento cotidiano en lo histórico.
Mijail Bajtin (1990) expresaba que la seriedad del discurso académico
se basa en la “represión” de la ambivalencia. Sólo el funcionario del
pensamiento, en su obsesión formalista, cree todavía en un discurso sin
ambivalencia sobre lo humano (Alzuru, 1999, p. 14). Se puede agregar a ese
discurso, el estilo frío e impersonal que coloca una barrera infranqueable
entre el investigador, su objeto y el lector en una pretendida objetividad,
donde el paso previo, que es el proyecto de investigación, se convierte en una
camisa de fuerza que va cerrando los caminos hacia una plena libertad
investigativa y creativa.
Para Wallace (1980), los métodos científicos son aquellos que intentan
eliminar deliberadamente el punto de vista individual del sujeto que conoce,
que están concebidos como reglas que permiten establecer una distinción
adecuadamente nítida entre el productor de un enunciado y el procedimiento
mediante el cual es producido. En la investigación no se tratará de reprimir
nada, ya que la provocación e innovación en los métodos, técnicas y en las
teorías son una cualidad inherente a la nueva manera de ver al “conocimiento histórico” en la presente
tesitura del eclipse paradigmático.
Se busca un discreto distanciamiento a las fórmulas apodícticas-transitivas-neutras del lenguaje académico rígido. Los puntos, las rayas y los hitos de demarcación en el mapa académico se han corrido, alterando significativamente los principios modernos de la categoría del “saber académico”. En la actividad académica, se ha vuelto imperioso desnudar las contradicciones, las aporías, las parcialidades y las insuficiencias (Martínez M., 2004) del paradigma que ha dominado, desde el Renacimiento, el conocimiento científico. Federico Villalba (2001) expresa que asistimos a la aparición de nuevos mapas, topologías sorprendentes o vórtices amenazantes. Del cosmos llega la radiación de fondo que invita a estudiar el pasado y el futuro (si es que se puede separar del azaroso presente) en términos transrelativistas, es decir, no solamente como una fusión inconsútil sino como espacios de creación transfinitos. Cuando una investigación se convierte en una camisa de fuerza. Amarrada por la objetividad, pierde toda su creatividad.
Referencias.
Alzuru, Pedro (1999).
Elogio del hombre ordinario. Mérida: Universidad de los Andes / Consejo de
Estudios de Postgrado (CEP) / Facultad de Humanidades y Educación / Instituto
de Investigaciones Literarias “Gonzalo Picón Febres” / Maestría en Literatura
Iberoamericana.
Bajtin, Mijail. (1990).
La cultura popular en la
Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de François
Rabelais. Madrid. Editorial Alianza.
Lipovetsky, Gilles (2004). Debemos renunciar a las
lecturas apocalípticas y preocuparnos de la fragilización del
individuo.(http:/www.lanacion clp-lanacion/site/artic/2004/pags/
Martínez, Miguel. (2004).
Necesidad de un nuevo paradigma epistémico. Universidad Simón Bolívar. File:///A:Necesidad%20de%20un%20
nuevo%20paradigma%20ep...
Prost, Antoine. (2001).
Doce lecciones de historia. Madrid. Frónesis-Cátedra-Universitat de Valencia
Serna Justo y Anaclet
Pons. (2000). Como se escribe la microhistoria. Madrid. Frónesis-Cátedra-
Universitat de Vàlencia.
Villalba, Federico
(2001). Hacia una epistemología transdisciplinaria. Un marco teórico. Caracas.
Mimeografiado
Wallace, W. (1980). La
lógica de la ciencia en la sociología. Madrid. Editorial Alianza.
Uno de los grandes problemas que caracteriza la formación de los investigadores de las ciencias sociales y humanas es que un gran número de ellos están amarrados a los postulados impuestos por la "Sociedad Moderna", tal es el caso de la razón, de la llamada objetividad, etc. Se limitan tan sólo a seguir recetas expuestas en famosos manuales de investigación que los limita a comprender el sentido objetivo-subjetivo de los procesos. Todo ello formaría parte de las trampas metodológicas establecidas por la historiografía tradicional. No se quiere aceptar, que hoy día los tiempos históricos se cruzan al igual que las flechas, para conjugar los momentos multifactoriales de los procesos sociohistóricos.
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