domingo, 8 de mayo de 2016

LOS PAPELES DEL CURA O EL LIBRO DE GOBIERNO (DE LA PARROQUIA DE GÜIGÜE)



Por: Luis Rafael García Jiménez.


El texto hablará del hombre y de la institución. Cuando hablamos del hombre hablamos del cura, cuando hablamos de la institución hablamos de la Iglesia Católica e Iglesia significa asamblea (Chatelet, 1978). Lexicográficamente iglesia es: congregación de los fieles cristianos en virtud del bautismo//conjunto del clero y pueblo de un país donde el cristianismo tiene adeptos. En el sentido estricto, es la agrupación de los bautizados fundada por Cristo, cuya finalidad reside en la santificación temporal de sus miembros para su eterna bienaventurada, bajo la disciplina de una jerarquía sacra y por la participación en la fe y en los sacramentos (Osorio, s/f, p.362) Foucault (1988) refiere que el Catolicismo es la única religión que se ha organizado a sí misma  como Iglesia, y como tal postula, en principio, que ciertos individuos  pueden, por su calidad religiosa, servir a los otros como pastores, es decir,  los curas. Maritain (1972) llama ministros de la Iglesia a los hombres que,  por el hecho de pertenecer al clero secular o regular, son servidores titulares  de la Iglesia y, en particular, aquellos de entre ellos que, entre toda jerarquía, tiene algún cargo de autoridad con respecto al pueblo cristiano. El Cura es Cura sólo en unión con Cristo y con su Iglesia. Por eso, cuando el Cura bautiza, cuando consagra el Cuerpo y la Sangre de Cristo, cuando perdona  los pecadores es Cristo quien bautiza, consagra y perdona.
Siguiendo los planteamientos de Frank López (1999) se tiene que iglesia, por definición, es una comunidad eclesiástica espiritual, que desarrolla un conjunto de relaciones espirituales a partir de las cuales sus miembros definen el sentido de sus vidas. La organización eclesiástica adopta una estructura de carácter familiar y que en consecuencia sus miembros se vean compelidos a someterse a un conjunto de relaciones de corte familiar sobre la cual estructuran sus vidas litúrgicas y distribuyen sus prerrogativas y sus posibilidades performativas. En los templos se expresan la concreción de la espiritualidad de la comunidad eclesiástica. A través de los símbolos fácticos se despliega el ceremonial litúrgico en cuyo seno los sujetos eclesiásticos realizan su mundo y se realizan cognitiva, moral y racionalmente: la organización clerical, el sujeto espiritual, la ética cristiana, la racionalidad trascendente - sustantiva y el discurso del saber teológico sobre lo real.
La mayoría de los pobladores de la localidad de Güigüe son católicos y una minoría evangélicos o protestantes. Desde una perspectiva amplia la religión, de acuerdo con Durkheim (1982) es un sistema de creencias y rituales con referencia a lo sagrado, que vincula a las personas en grupos sociales; todas las culturas distinguen entre lo sagrado (lo que es santo y debe tratarse  con reverencia) y lo profano (cosas ordinarias, cotidianas que pueden tratarse por accidente), los símbolos religiosos funcionan como personificaciones de las fuerzas sociales inadvertidas que forman nuestras vidas y los rituales religiosos son un esfuerzo para controlar o por lo menos aplacar estas fuerzas. Para Weber (1976) como cualquier conjunto de respuestas coherentes a los dilemas de la existencia del hombre (nacimiento - muerte) que dé sentido al mundo. Para Heller (1998), la religión será una comunidad ideal que llegará a ser real, siendo una representación colectiva basada en la dependencia del hombre de lo trascendente; será una proyección ideológica de la alienación social. ¿Cumple la Iglesia su papel como una institución de control social en el pueblo? ¿El texto (discurso) está sirviendo de cadena de transmisión a los intereses de la clase dominante o por el contrario es un vehículo a los intereses de la mayoría? El padre jesuita Martín-Baró (1987) expresaba que la función de la Iglesia como instancia mediadora del control social (procesos y mecanismos que canalizan y viabilizan la dominación) depende esencialmente de esta orientación; así se explica que, mientras hay grupos y planteamientos eclesiásticos que articulan los intereses de las clases dominantes, hay otros grupos y planteamientos eclesiales, quizá minoritarios, que lideran la defensa de las mayorías populares; es decir elementos críticos dentro de su propia estructura (Arreaza ,1993) interna, como para cuestionar y reencauzar su verdadero rol hacia una liberación estructural.
Cuando el sacerdote escribía (como él y como institución) sobre sus feligreses, ejecutaba un acto de obligación, de concentración y sobre todo de soledad sin descartar la rutina; Blanchot (1985) expresaba que la escritura es autónoma y resulta de una profunda soledad. Escribir, para Kafka (1991), es un modo de vida, que exige concentración de fuerzas. Pero, cuando leemos los textos del cura, no es necesario preguntarse ¿quién nos habla? Ya  la respuesta la da Barthes (1993): no sabemos quién habla (el sacerdote o la institución); habla el texto, eso es todo. Un texto ya concluido, inmodificable frente al que somos destinatarios debemos resignarnos. Entonces no habrá texto sino múltiples interpretaciones y una infinidad de intenciones; se buscó en el libro del cura la cotidianidad del pueblo (desde una óptica por demás subjetiva), dejando a un lado otros aspectos que tal vez son más interesantes e intensos, pero como ya se sabe, el texto es una mina y cada cual acarrea de su filón, lo que quiere y puede.
Al final del capítulo uno de la primera parte de esta tesis, se decía que el conocimiento será azaroso porque carecemos de un mapa o de una guía externa (brújula) que nos permitiera resolver satisfactoriamente y unívocamente la (s) incógnita (s), porque  ignorábamos los límites y los contornos precisos del lugar de destino.
Verdaderamente fue azaroso, angustiante y lleno de incertidumbre; el Serendipity me había dado el motivo de investigación; el proyecto presentado fue basado en conversaciones con Oscar Martínez, quien después de los Seminarios del doctorado nos sentábamos al frente de una “frías”, a conversar sobre el contenido del libro del Cura, Oscar era interlocutor de un texto que él conocía y para mi era interesante el supuesto contenido. Las conversaciones me iban guiando a desarrollar mi discurso, pasaron los días y pasaron los meses y llegó la hora de presentar el Proyecto y ¿dónde está el libro? ¿Dónde está Oscar? Después de meses intentando ubicarlos sin ningún resultado, decidí elaborar y presentar  el Proyecto, en fin ya tenía una idea de su contenido y partiendo del principio de que la mentira también es una fuente histórica; emprendí esta maravillosa aventura de investigar y de buscar algo que tal vez no podía obtener.
Mi planteamiento de la neomicrohistoria no es solamente que el investigador asuma su posición subjetiva, sino también que se involucre  en el proceso, ya que él es sujeto y objeto de su propio trabajo, recordemos  a Marc Bloch (1987) cuando decía:

todo libro de historia digno de ese nombre debería incluir un capítulo, o, si se prefiere, insertar en los puntos cardinales del desarrollo del libro, una serie de párrafos que se intitularían, poco mas o menos: ¿cómo voy a saber lo que voy a decir? Estoy persuadido de que si conociesen estas confesiones, hasta los lectores que no fuesen del oficio hallarían en ellas un verdadero placer intelectual. El espectáculo de la investigación, con sus éxitos y fracasos, no es casi nunca aburrido. Lo acabado es lo que destila pesadez y tedio.(p.57)
Pasaron los días, pasaron los meses y no tenía noticias del interlocutor ni del texto, Oscar desapareció; no tuve contacto con él por meses, pero continuaba imaginando y fantaseando sobre lo que sería el contenido del texto, meses de lectura para montar un marco teórico. Infinidad de mensajes en el contestador de los teléfonos móvil y fijo. Hasta que un día, un colega me manifestó que Oscar se iba para España becado y que tal vez ya estaba allá. Como la canción “todo se derrumbó”, pasaba horas viendo las cientos de fichas realizadas. Un día me preguntó el profesor Frassato: ¿cómo va la tesis? Yo le respondí que bien. Y le pregunté ¿Oscar y que está en España? - Noo el Oscar que está en España es el otro, el Oscar que tú conoces ha estado muy enfermo y llegó no hace mucho de vacaciones. ¡Volvió la esperanza! Llamé nuevamente o mejor dicho inicié mi ciclo de llamadas y nada, llegué a pensar que Oscar me estaba esquivando. Hasta que un día llamé por no dejar y Oscar contestó el teléfono; nos pusimos de acuerdo para que yo lo visitara a la Parroquia. La noche anterior la pasé en vela, con la relectura de lo escrito hasta ese momento, preparando las preguntas que le iba hacer al texto. A las 7.00 am. llegó el taxi que me llevaría; en el recorrido por la congestionada autopista hacia el occidente de Carabobo, no le presté atención ni a las numerosas invasiones realizadas, representadas por minúsculos ranchos con la bandera patria. Mi pensamiento iba dirigido al encuentro con el texto. Al llegar, Oscar estaba saliendo, me invitó a entrar a la Casa parroquial, y en una pequeña oficina en un estante estaba el libro del Cura, lo tomó y me lo entregó, luego salió Oscar hacer unas diligencias (por cierto Oscar es cura). Tomé el libro con la emoción reprimida de meses, me quedé solo con el texto, con el Cura que estaba en él y mis pensamientos vueltos preguntas. Palpé el libro, acaricié sus páginas, lo olí, disfruté los sabores del momento, comencé a comprender su caligrafía, su ánimo, su pulso y su tinta, y me fui a su época, a su presente desde mi presente.
Leí atentamente el nombre del Cura: Eustaquio Villanueva, sacerdote misionero Redentorista, es decir, perteneciente a la Congregación del Santísimo Redentor, fundada por San Alfonso de Ligorio el 9 de noviembre de 1732, en la localidad de Scala al sur de Nápoles en Italia, de acuerdo a informaciones posteriores nuestro Cura pasó a pertenecer a los Salesianos. Estuvo en la Parroquia por casi treinta años, llegó a finales de la dictadura de Pérez Jiménez y vivirá los cuatro primeros gobiernos de la democracia.
Por la forma de la escritura y algunas veces la información telegrafiada, al principio escrito con pluma fuente, después con bolígrafo, en contadas ocasiones interviene otra mano; tal vez se deba a los ejercicios espirituales a los que asistía cada año en Bejuma o en Los Teques. Los escritos rutinarios delatan una escritura producto de la prisa o del fastidio, por cumplir con un deber: Pero cuando escribía para la posteridad (y así lo dejaba sentado), es decir, que no era un asunto de rutina, la escritura es de fácil lectura producto de la situación que lo envolvía y se siente la impotencia ante la situación, pero había que dejar la memoria. Después, ubiqué el tiempo cronológico establecido en los libros. De los treinta años, aproximadamente, que estuvo el Cura al frente de la Parroquia, se decidió tomar un lapso que comprendía el último año perejimenista, la transición de la Junta y los primeros años de la democracia.
El último año dictatorial, enero 1957-1958, de una dictadura que abarcó desde 1948 hasta el 23 de enero del ‘58,  es el reflejo del régimen, donde el pueblo en su cotidianidad estaba inmersa por la persecución, el temor y la desaparición de las libertades; la gente del pueblo expresa que el gobierno era rígido, pero había más seguridad y las personas podían amanecer en las calles y no les pasaba nada. Recuerdan que cuando había algún incendio de vegetación, la Seguridad Nacional recogían a las gentes del pueblo que se encontraban en las calles para que fueran de “voluntarios”, nada nuevo porque en la memoria colectiva queda aún la dictadura gomecista, pues, como ya hemos visto, Gómez era el amo absoluto del valle de Güigüe. El Cura, el Prefecto, el Presidente del Concejo Municipal (autoridades civiles) copaban todas las actividades del pueblo, bajo el manto de la visión panóptica en una cotidianidad de costumbres agrarias, de respeto y conformidad con la realidad existente; las instituciones de control social (Arreaza, 1993) formal e informal, se imbrican de tal manera en el tejido ideológico, que logran efectivamente la legitimación de los valores esenciales del sistema de dominación predominante. Un pueblo con una minoría de hacendados y una mayoría de pobladores: rurales y urbanos que sumaban alrededor de 25.000 y un 44,3 % de analfabetos (de acuerdo al censo).
La dictadura perejimenista abrió al catolicismo un segundo período de fortalecimiento institucional intensivo (sólo comparable a la década de los ‘20 cuando la dictadura gomecista), se abrieron las puertas de par en par para el ingreso de religiosos extranjeros, entrando de acuerdo con Maduro (1997) 15 congregaciones masculinas y 26 femeninas pasando los sacerdotes de 672 en 1947, a 1117 en 1958; el gobierno dictatorial no exigió a los nuevos obispos el tradicional juramento de sumisión a la autoridad civil. La falta de libertades cívicas y la dura represión del gobierno llevó a muchos seglares católicos y varios sacerdotes a cooperar con la oposición política sufriendo varias formas de persecución oficial; otros se mantuvieron al margen o simpatizaban con el régimen. El 25 de enero de 1958, los güigüenses leían en El Carabobeño que el contraalmirante Wolfgang Larrazabal, Presidente de la Junta de Gobierno, se dirigió al país en los siguientes términos: “... la Junta de Gobierno entiende y proclama que sólo un clima ordenado de libertad y de garantías, puede permitir que la actividad social, económica, política, religiosa, científica y cultural de la nación se desenvuelva de modo fecundo. En consecuencia, la junta proclama una política de comprensión y tolerancia en la cual quepa la colaboración patriótica de todos los factores que se comprometan con la nación a servirla sin perjuicios sectarios, ni rencores inútiles...” Y llegó la democracia, llegaron las promesas, llegó la reforma agraria  y las empresas campesinas. El pueblo sería otro.
¿Qué contienen los libros? Eran Libros de Gobierno, que de acuerdo con Luis Manuel Díaz (2002) están relacionados directamente con las actividades y funcionamiento de la parroquia. Como su nombre lo indica, contienen los actos y disposiciones del gobierno superior Eclesiástico, y se estampan en ellos todos los hechos de interés parroquial; en estos mismos libros se copiaba toda la documentación que se recibía del Obispo. Los Libros de Gobierno: Autos Generales de Visitas, Cartas Pastorales, Circulares, Comunicaciones, Copias de Encíclicas y de Documentos Jurídicos, Decretos, Edictos, Instrucciones Pastorales, Inventarios, Dispensas, Notas sobre Nombramientos o Fallecimientos de Obispos, Párrocos o Vicarios y, a veces también Crónicas.
Luis Díaz (ob.cit) señala que algunos libros de gobierno son exhaustivos en describir hechos importantes de las parroquias, otros no; sin embargo, estos libros son la fuente inédita para conocer el origen de ellas. A pesar de su importancia, son los libros que han sido más descuidados y muchos han desaparecido, inexplicablemente (p. 20).
En cada Parroquia existen libros donde se recopilan las partidas de recepción de Sacramentos de bautismo, de matrimonio, los de entierros, de fábrica, de inventarios y de cofradías. El Concilio de Trento (1563) estableció la obligación
de las Parroquias de registrar en Libros la impartición de Sacramentos (bautizo, boda, extremaunción), aunque algunas Parroquias españolas ya lo llevaban.
- El texto del Cura
El Cura llevaba en sus anotaciones el número de personas que comulgaban y confesaban. De acuerdo con dichas anotaciones, podemos extraer que alrededor de 200 personas por misa eran contabilizadas.
Es interesante acotar como una parroquia tan pequeña giraba en torno a una constante actividad religiosa, representada por las sociedades o grupos religiosos dependientes directamente de la Iglesia. Recordemos a Weber (1974) cuando expresaba que cuando más agrícola esté orientada la evolución de una cultura, tanto mayor es el peso de lo tradicional, y por ello, tanto más la religiosidad popular carece de racionalidad ética.
I.    En la parroquia funcionaban catorce (14) sociedades o cofradías de fieles. Las cofradías vienen a ser una fraternidad y un compromiso de auxilio mutuo entre sus miembros y la obtención de indulgencias. Entre las obligaciones de los miembros destacan la asistencia a las asambleas y el mantenimiento del culto, así como el sufragio por los cofrades difuntos y la celebración de las festividades litúrgicas, todo lo anterior presidido, aprobado y supervisado por el Cura. Entre sus características comunes tenemos: organización vertical, con una junta directiva plenipotenciaria. Dependencia estricta de la presenta del Cura en las asambleas, así como de su aprobación y firma. La mayoría surge como respuesta a disposiciones o decretos episcopales. Formación doctrinal, impartida por el Cura durante las reuniones; énfasis en los elementos culturales; separación de las asociaciones masculinas de las femeninas. (Díaz, García y Coronel, 1997).
De acuerdo con el Derecho Canónico, en el canon 298, se establece que: “Existen en la Iglesia asociaciones (...) en las que los fieles, clérigos o laicos, o clérigos junto con laicos, trabajando unidos, buscan fomentar una vida perfecta, promover el culto público o la doctrina cristiana, o realizar otras actividades de apostolado, a saber, iniciativas para la evangelización, el ejercicio de obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal”. Definición que completa en otros cánones, como cuando afirma en el canon 305: “Todas las asociaciones de fieles están bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente”. Entre las cofradías de fieles que se mencionaban más a menudo están: la Sociedad de Nuestra Señora del Carmen, el Centro Parroquial (15 miembros), las Damas Católicas, la Sociedad Virgen de Coromoto, Sociedad de la Milagrosa, las Hijas de María (60 socias), Sociedad Salvador del mundo, Sociedad Sagrado Corazón, Caballeros del Santísimo. Cada sociedad o una señora eran los encargados de organizar las fiestas de sus patronas y al final de éstas le entregaban al Cura el dinero recolectado, por ejemplo: Las fiestas del Carmen, las fiestas de Santa Rosa de Lima, entre otroas; la Sociedad Virgen de la Coromoto el 8-9-57 entregó Bs. 200 para la época el dólar estaba a 3.3 y el sueldo de un obrero era menos de Bs. 10 el día; Salvador del Mundo el 01-01-58 Bs. 150; Hijas de María el 31-05-58 Bs. 120; Sagrado Corazón el 13-06-58 Bs. 200; el 26 de octubre del ‘58 se recogieron Bs. 600; el 30 de noviembre, la fiesta trasladada de la milagrosa: “La señora Ochoa preparó muy bien la fiesta y entregó Bs. 200”. Durante la Semana Mayor del 28 al 10 de abril el cura escribía: “Las familias encargadas de la organización se portaron muy bien. Entregaron al párroco la limosna justa y convenida”. Los miembros de estas sociedades o cofradías, además de su contribución económica, ayudaban al Cura en otros quehaceres de la parroquia (en una especie de equipo logístico) entre ellas las misiones anuales, las clases de catecismo, el ornato de la iglesia, las visitas anuales a los caseríos, donde bautizaba y casaba a los amancebados (se realizaban matrimonios masivos), y lo más importante es que las sociedades lo mantenían informado de todo lo que sucedía en el pueblos y sus alrededores. Manzo Nuñez (1979) nos comenta sobre el dinero que reciben los Curas: se piensa que desde la época colonial el rey pagaba todo lo que apercibían los curas como emolumento. Pero en la época colonial el rey solamente pagaba a los curas que se ocupaban del adoctrinamiento de algunos indígenas, porque los “indios” tributarios indirectamente pagaban con su tributo a la corona la cuota de “civilización” que recibían de los curas doctrineros. Los otros curas, llamáranse capellanes o curas propios, eran sostenidos exclusivamente por los fieles. Aún más, no solamente los fieles debían contribuir al sostenimiento de los mismos, por eso antes de asignársele un cura a un grupo de hacendados (cura capellán) o de elevarse a parroquia un conglomerado muy distante de los centros poblados (que era cuando correspondía el nombramiento de un cura propio) tenían los fieles que garantizar a las autoridades la contribución anual fija que asegurara la decente sustentación (congrua) del cura. Esa cantidad no podía ser inferior a los 250 pesos, que en aquella época era una bonita cantidad.  Esto era si la Iglesia no ordenaba de sacerdote a nadie que no tuviera previamente asegurada una renta que le permitiera vivir decentemente en cualquier circunstancia. Tal vez en esa última costumbre esté la culpa de que los fieles de hoy sean reacios a contribuir para el sostenimiento del Cura.
II. Así como el Cura realizaba sus visitas a los caseríos, el Cura  recibía las visitas pastorales del Obispo, por ejemplo Monseñor Adam realizó cinco visitas pastorales a la parroquia en el período analizado. La alta jerarquía de la Iglesia mantenía un contacto directo con sus pastores y con sus siervos, para constatar que todo estaba funcionando como debía ser. Era la época de las Confirmaciones y de los actos religiosos-civiles, para dar la mejor impresión posible al alto prelado. En el Libro de Gobierno aparecen las actas levantadas por el Obispo en sus visitas, siempre se daba un reconocimiento a la labor cumplida por el Cura. El 28 de julio de 1957 se realizó una asamblea Parroquial por la visita del Obispo, para afinar el último detalle de la agenda. Se hace referencia a la visita realizada el 13 de octubre en ocasión de las Fiestas Patronales  y se hace notar que fue: “con la participación de las autoridades civiles y municipales”. En la visitaPastoral, el 2 de septiembre de 1960, realizada por Mons. Adam, dejó instrucciones por escrito al Cura, contentivas deXIII puntos. En el Nº II se lee: “Sean solícitos los venerables párrocos en instruir a sus fieles, particularmente los domingos: bien en los actos más concurridos del culto, sobre el decálogo, los deberes de cada estado y el valor de la gracia. Evitando emplear su verbo de salud en rodeos, aranceles, críticas y política, lo que repugna en el altar”. Recordemos que tres años atrás la política estaba prescrita para el pueblo, la dictadura no permitía ningunaactividad proselitista y quien realizaba algo que oliera a política iba preso. Maffesoli (1992) expresa que cuando la política se vuelve un asunto exclusivo de especialistas, se convierte en unrealidad abstracta, en un asunto complejo sobre el cual el pueblo no se siente capacitado para opinar, decidir y actuar. Aunque las esferas de la religión y de la política son distintas, es frecuente que tengan puntos de contacto; la religión es considerada por los grupos conservadores como un valioso instrumento para la conservación del orden establecido frente a innovaciones sociales y políticas.
III. El Cura además de las visitas anuales de trabajo apostólico a todas las comunidades campesinas (caseríos) entre los meses de agosto y noviembre, realizaba las Misiones en la Parroquia y las misas, legalizaba matrimonios y supervisaba las clases de religión en las escuelas. El 29 de noviembre escribía: “Capillas protestantes desaparecidas en los campos”.
IV.  En las escuelas públicas, privadas y parroquiales se impartían clases de religión y de catecismo. En 1957, el examen de religión lo presentaron 1284 alumnos (10 escuelas); entre el 12 al 17 de mayo de 1958 presentaron 1075 y el cura deja constancia de que: “visita semanalmente a las escuelas”; el 6 de mayo de 1961 fueron 1200 alumnos. Estos alumnos, en su mayoría, eran preparados para recibir el sacramento de la Primera Comunión, así como recibir el entrenamiento de cómo comportarse durante el rito de la misa; también conocían cuáles eran los pecados que no debían cometer.
V.  En el libro se encuentran tres escritos donde las personas abjuraban, es decir, niegan, desmienten o renuncian bajo juramento; en el lenguaje común eclesiástico este término se restringe a la renunciación de la herejía por el herético penitente, a fin de poder reconciliarse con la Iglesia. Uno que abjura de la Masonería, en 1959, Jorge Laurentin Salas (masón) y dos a la religión Greco-ortodoxa: el señor Hami Miled Elías Hanna, natural del Líbano y de la señora Antonia Tereschenko, natural de Ucrania; los dos el 26 de mayo de 1963.  Estos dos últimos pueden haber sido del grupo de inmigrantes que llegaron al Trompillo a partir de 1947 y muchos se quedaron viviendo en Güigüe; Feo C (1989 a) da el dato de que el 50% de los inmigrantes que llegaron eran Ortodoxos. Maritain (1972) señala que, entre las comunidades cristianas disidentes, se encuentran ante todo la Iglesia Ortodoxa greco-eslava, los Luteranos o Calvinistas, la Iglesia Metodista, los Presbiterianos, la Iglesia Congregacionista, la Iglesia Baptista, los unitarios, grupos religiosos tales como los crentistas cristianos y los cuáqueros. En la primera abjuración, el Cura recibe el permiso del Obispo Mons. Adam y las segundas del Vicario general Mons. Falcón (el Obispo Lebrún estaba en Roma). Tomemos la primera como ejemplo:
Hoy, seis de febrero de mil novecientos cincuenta y nueve, especialmente delegado por el Examo. y Revdmo. Monseñor Gregorio Adam, Obispo de Valencia, recibí la abjuración que de la secta Masónica hace el señor Jorge Laurentin Salas.
Yo, Jorge Laurentin Salas, mayor de edad, tomadas las precauciones mandadas por el Código de derecho Canónico, arrodillado delante de ti, Revmo. Señor, especialmente delegado, y tocando con mis manos los Santos Evangelios, declaro que firmemente sostengo y creo que nadie puede conseguir la eterna salvación si no cree y sostiene con sincero corazón todo cuanto cree y enseña la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana. Duéleme con toda el alma de haber errado gravemente contra esta Iglesia habiendo esta adherido y habiendo profesado los errores de la Masonería. Mas, ahora por la gracia de Dios, pesaroso y arrepentido de todo corazón de haber pertenecido a dicha secta herética la detesto y sinceramente abjuro; y del mismo modo detesto y maldigo los demás errores contrarios a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Finalmente creo y confieso todas y cada una de las verdades y dogmas revelaciones que conserva y enseña la Santa Madre Iglesia. Creo y confieso todas y cada una de las cosas que propuso a nuestra creencia el Sacrosanto y Ecuménico Concilio Vaticano.
Creo y confieso que el Suma Pontífice Romano es Cabeza y Pastor Supremo de todos los fieles puesto por Nuestro Señor Jesucristo para regir, aposentar y gobernar la Iglesia Universal
y a quien por consiguiente como Maestro Infalible todos los fieles deben entera obediencia.
Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con
mis manos.
De mi puño y letra firmé esta profesión de Fe Católica que acabo
de hacer.

Firma el Interesado
Firma tres testigos
Firma el Párroco dando Fe.
La masonería tiene raíces inglesas y se considera el siglo XVIII
como el punto de arranque de la masonería moderna y se extendió rápidamente por el continente europeo, fue una de los vehículos más idóneos en la transmisión de las teorías ilustradas. Muchos de nuestros héroes independentistas eran masones, entre ellos: Francisco Miranda (fundador de la Logia Lautaro), Sucre y Urdaneta; el más connotado en el período republicano fue Guzmán Blanco, quien construyó un templo masónico en Caracas, pero también la Iglesia de Santa Teresa (la masonería europea ya había atravesado el Atlántico). Existen pruebas de que Bolívar se inició en Francia en la masonería, pero, años más tarde se burlaría de sus ritos. Todos los presidentes de Venezuela en el siglo XIX, según Castellón (1985), desde José Antonio Páez hasta Ignacio Andrade, fueron masones: ese sólo hecho demuestra que la política venezolana marchó al vaivén de las ideas que se cocinaban en los fogones de la masonería. La Iglesia ha mantenido una tradicional hostilidad respecto a la masonería, que cristalizaría primero en la Clemente XIII (fue Papa entre 1758 y 1769) y posteriormente en la de León XIII en 1884, anteriormente en 1878 rechazó en una encíclica al comunismo y al socialismo. Para los representantes de la Iglesia, la masonería es una seuda religión paralela e incompatible con el cristianismo; la masonería no solo explota la animosidad contra la Iglesia y el anticlericalismo sino que los fomenta e institucionaliza. Los fieles que se inscriben en asociaciones masónicas estarían en estado de pecado grave y no pueden recibir la Santa Comunión. Los masones venezolanos, así como los comunistas, son totalmente diferentes a los de países europeos o norteamericanos, ya que es normal que bauticen a sus hijos o que den gracias a Dios por ser comunistas; otra característica interesante es que si una persona forma parte de una sociedad secreta, nadie debe saberlo, pero en Venezuela es vox popilis; como el cuento del espía margariteño que toda la isla lo conocía.
VI.  Así como existen tres abjuraciones se encuentra también quien apostata; se trata de un señor nativo de Güigüe que niega la fe de Jesucristo recibida en el bautizo. La apostasía es la renuncia a la fe cristiana por medio del bautismo, es decir, el abandono explícito y voluntario de los dogmas y creencias de la Iglesia que, se supone, son infundidas durante el Sacramento del Bautismo por la Gracia del Espíritu Santo. La declaración de apostasía es el único medio que la Iglesia Católica reconoce para que una persona bautizada deje de pertenecer a ella en forma voluntaria, ya que el apartamiento de la práctica religiosa en ausencia de una manifestación formal de rechazo de la fe no comportaría para la Iglesia ninguna situación especial. Por otro lado, la expulsión de la Iglesia del interesado por parte de la autoridad eclesiástica sin ser solicitada no constituye apostasía, sino excomunión como le sucedió al pueblo el 27 de julio de 1774.
El documento original pegado a una de las hojas del Libro, fechado en Riohacha el 14 de octubre de 1964, es una comunicación enviada por el juez promiscuo Municipal, donde le informa que:
El señor Tesorero Mijares, bautizado en la parroquia de Güigüe (...) manifestó el deseo de contraer matrimonio civil con la señora Teresa Paulina Castro Mieles (colombiana). Para tal efecto el señor Tesorero Mijares, en diligencia que sigue su curso en esta oficina con el lleno de los trámites legales, APOSTATÓ de la religión Católica y se declaró sin ningún impedimento para su cometido.
Si este güigüense era casado por la iglesia en Venezuela y deseaba contraer matrimonio civil en Colombia, debía estar divorciado en Venezuela (el 17 de diciembre de 1992 se oficializó el divorcio en Colombia. Antes de esta ley, las parejas colombianas que se separaban no podían volver a casarse). La Iglesia Colombiana, de acuerdo con Arias (2004), ha defendido, a lo largo de la historia, un sistema social en el que la religión aparece ejerciendo una influencia de primer orden. Se puede hablar de un sistema global, pues tanto las instituciones como las manifestaciones del cuerpo social y de los individuos, se encuentran determinados por el campo religioso; esto no es otra cosa que el firme propósito de edificar una sociedad cristiana según la enseñanza y bajo la conducta de la Iglesia. Es a finales del siglo XX, cuando el estado colombiano quiso deslindarse de la Iglesia, de acuerdo con los parámetros trazados por la Constitución, que garantiza la plena igualdad de cultos y el divorcio. En Venezuela, hemos visto todo lo contrario, por ejemplo, las discusiones suscitadas en el torno al Patronato que acarreó la expulsión de obispos durante la década de 1830, por el general Páez (conservador), hasta la injerencia en el nombramiento de párrocos y aun de sacristanes. Durante Guzmán Blanco (liberal) se acentuó más el enfrentamiento, cuando se tomaron medidas para colocar bajo control del Estado a la Iglesia y limitar su poder. Hasta 1873 el Estado venezolano reconocía como válido el matrimonio celebrado ante las autoridades de la Iglesia; el decreto Ley del primero de enero del año antes mencionado, sobre esponsales y Matrimonio Civil, había establecido el matrimonio civil obligatorio y en el código civil de 1904 ya se establecía la disolución del matrimonio civil
VII.  En comunicación enviada por Mons. Jacinto Soto, vicario Capitular, fechada el 28 de agosto de 1961 y con motivo de celebrarse el 17 de septiembre el día del Inmigrante, recomendaba:
...Exhortar a los fieles en las Misas del día, explicándole el significado del día del inmigrante (...) En consecuencia, disponemos que la predicación de este día se refiera al inmigrante, su cooperación al PROGRESO del país y nuestros deberes de caridad para con él y que la colecta de las misas de destine para la obra de asistencia a los inmigrantes y ser enviada, a tal fin, a la Curia Diocesana. Para coordinar la asistencia a los inmigrantes en esta Diócesis se constituyó una comisión compuesta por los sacerdotes: Armando Falcón, Ángel Rodríguez y Luis Frassato.
Cuando leí el nombre de Luis Frassato inmediatamente pensé que se trataba de nuestro gran amigo Luigi Frassato, Coordinador del Programa de Historia de Venezuela de la Universidad de Carabobo; cuando se lo comenté a Oscar, me respondió que también creía que se trataba de nuestro amigo. A los días, el profesor Frassato me llamó y después de hablar un rato sobre la Maestría le comenté sobre mi hallazgo de su pasado Salesiano. Inmediatamente me respondió que no, que el Frassato del documento era su tío paterno y que fue él quien lo motivo a venirse a Venezuela y que para la época Luis tenía más de cincuenta años y él un poquito más de veinte.
Oswaldo Feo Caballero me refirió que él se desempeñó en la Dirección del Campo de Inmigrantes del Trompillo hasta 1955; en su libro Crónicas Valencianas (1989b) inserta un artículo titulado: “La inmigración, factor de PROGRESO en Carabobo”, en dicho artículo comenta que el Centro de recepción de Inmigrantes del Trompillo, situado a pocos kilómetros de Güigüe, tenía una capacidad de alojamiento de 2500 personas y comenzó a funcionar desde 1947 y muchos de esos inmigrantes se quedaron viviendo en la parroquia.
VIII.  Durante el día 2 de junio de 1962, una noticia estremeció la tranquilidad y la paz cotidiana; en el amanecer de ese día se produjo una sublevación de marinos y militantes comunistas en la base naval de Puerto Cabello. El día 3, se enteraron los habitantes del pueblo a través de la radio que desde el amanecer las fuerzas leales al gobierno de Betancourt pusieron fin a la rebelión, con un saldo de más de 400 muertos y 700 heridos. Para el día 6, cae el último reducto de los sublevados en el Fortín Solano.
El Cura Eustaquio Villanueva, recibe una comunicación del Obispo Lebrún; fechada el 06 de junio dirigida a todos los curas de la Diócesis:
Hace apenas dos días visitamos a Puerto Cabello (...) el aspecto de la ciudad, nuestra queridísima tierra natal, con sus calles casi desiertas, la angustia y el temor que mostraban sus gentes, la patética descripción de los hechos que nos hicieron y las muestras de violencia fecunda en destrozos de vidas humanas son elocuentes testimonio de las terribles horas que vivieron estos hijos nuestros...
IX.    El Cura cuando realizaba los matrimonios durante las misiones o en sus vistas, la boda se realizaba de la manera más sencilla, el objetivo era eliminar el concubinato.  Cuando unos contrayentes eran de la gente humilde y se casaban en la Iglesia, la ceremonia también era muy sencilla. Pero cuando se casaba una pareja de las familias adineradas la boda era con toda la pompa posible: el cura vestía sus mejores galas, una alfombra recorría desde la puerta hasta el altar, las flores en exceso llenaban el recinto, la música y el coro dejaban oír el Ave María. El matrimonio de un rico no coincidía o no lo hacían coincidir con el de un pobre. Pero, el 21 de septiembre de 1962, el cura recibe un Aviso Oficial emanado del Gobernador Eclesiástico, Mons. Armando Falcón:
...a propósito de la disposición, tomada por el Episcopado en la Conferencia del año pasado, con respecto a los matrimonios, por la cual se ha prohibido la distinción de clases en su celebración y se ordenó que se prescindiera de aquellas pompas que establecían diferencias entre los hijos de Dios...
X.   Durante el mes de diciembre, la Iglesia conmemora los tiempos litúrgicos de:
- Adviento: es el tiempo de preparación a la Navidad, en la que se renueva la venida de Jesús entre los hombres. Las lecturas litúrgicas de este tiempo hablan de toda la historia del pueblo de Israel que esperó por muchos siglos al Salvador. Mediante este recuerdo, la Iglesia vive la expectativa de la segunda venida de Cristo al final de los tiempos. El color de este tiempo litúrgico es el morado, que indica penitencia y espera.
- Navidad: es el tiempo que celebran el nacimiento del Señor en Belén y las primeras manifestaciones de Jesús. Es un tiempo de alegría y de fiesta; por eso el color litúrgico es el blanco. (Arquidiócesis de Mérida, 1985)
El pueblo recibía el mes de diciembre a partir del 16 con sabor a Navidad, con las misas de aguinaldos que comenzaban a las 4:00 am. El Cura hacía repicar las campanas y lanzaba cohetes y fuegos artificiales para despertar al pueblo; durante la realización de la misa intervenían los grupos de parrandas y el coro de las Hijas de María, cantándole al Niño Jesús.
El 25 de diciembre de 1957 escribía:
“...toda la feligresía está reunida a las 12 de la noche siendo impotente el templo parroquial para contener la muchedumbre de fieles”.
El 31 de diciembre: “... Fin de año. A las once de la noche comenzó la Hora Santa. No cabía una persona más en el templo parroquial, la gente estaba hasta la calle”.
Al concluir las misas de aguinaldo, la mayoría de los madrugadores, se dirigían hacia la Capilla de la Ceiba vía del Trompillo realizando paradas para disfrutar de algún ventorrillo con las arepitas dulces y el cafecito mañanero. Los famosos cohetes de la actualidad eran superados por el ingenio pueblerino con su artillería casera que consistía en un bambú, al que hacían sonar con los ingredientes de agua, carburo y fósforo.
XI.  En el pueblo, se desarrollaban en las calles y alrededores de la plaza Ávila las fiestas de carnaval, días propicios para el pecado, dichas festividades con carrozas y desfiles. Cuatro noches de bailes y disfraces, el día martes desde la mañana hasta la tarde se jugaba con agua, tradición heredada de la colonia; en la noche de bailes populares, los músicos recibían su bautismo de agua al clausurar el toque o el concierto, es de imaginar a los músicos veteranos de estas lides cuando interpretaban la última pieza; en el pueblo, por muchos años, existió un conjunto cañonero de Justo  Guaira que amenizaba una fiesta particular, una fiesta patria, las patronales hasta las religiosas (entre ellas las procesiones del Salvador del mundo y del Gran Poder de Dios). El miércoles de ceniza se  inicio de la cuaresma, el pueblo se volcaba a la iglesia a limpiar los pecados de los cuatro días anteriores y el Cura dejaba marcada una cruz de ceniza a los feligreses arrepentidos y en la noche se realizaba el tradicional acto del entierro de la sardina.
Después del Miércoles de Ceniza se desarrollan otros dos tiempos litúrgicos:
- Cuaresma: es el tiempo que prepara a la Pascua. Toda la liturgia prepara la celebración de la victoria de Jesús sobre el pecado. Por eso, continuamente la Iglesia llama a convertirse, a hacer penitencia, de ayuno, de sacrificios, de oración intensa, de conversión; el color litúrgico es el morado.
- Pascua: corresponde a los cincuenta días que van desde el Domingo de Resurrección hasta la Fiesta de Pentecostés. Es tiempo de la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte.
Cuando comenzaba a transcurrir la cuaresma desde el Miércoles de Cenizas, en el pueblo se cumplían los más variados aspectos que los cánones eclesiásticos imponían, a los ojos de hoy, parecieran estrictos y severos. Durante la cuaresma se cumplía al pie de la letra la dieta cauresmal, solamente pescados (salados o frescos) de la mar o del lago y el chigüire, a partir del miércoles santo no se realizaba ningún tipo de oficio o trabajo, estaba prohibido pelear o discutir y quien lo hacía se exponía a convertirse en piedra de sal como el personaje bíblico, si se bañaba se convertía en pescado o sirena, el que hacía el amor se quedaba pegado, el que golpeaba un objeto estaba golpeando a Jesús, no se podía escuchar música bailable o alegre; todas estas creencias formaban parte del control social ejercido por la iglesia durante el periodo dictatorial, otra cosa será cuando comience la democracia.
A partir del viernes de Concilio se iniciaban los pasos de Semana Santa: Los santos en la Iglesia se cubrían con un paño morado; no se usaba campanilla para los actos religiosos, sino un instrumento de madera llamado matraca que producía un sonido seco. El Domingo de Ramos, se impartía la bendición de éstos y se distribuían en la misa por los miembros de las sociedades pertenecientes a la parroquia que ayudaban gustosamente al Cura. Las pequeñas hojas de palma se convertían en pequeñas cruces para ser colocadas en los altares caseros o detrás de las puertas “para protección”. En la noche, la procesión de Jesús en el Huerto, este paso se reanudó en el pueblo a la llegada del Cura Eustaquio Villanueva: el lunes, la procesión Jesús Cautivo o en la Columna; el martes, Humildad y Paciencia; el miércoles, Jesús Nazareno, con la asistencia de innumerables parroquias vestidos de morado, algunos con una pequeña cruz, pagando un milagro realizado por el Nazareno, un residente del pueblo, de unos sesenta años, me refiere:
- Cuando yo estaba pequeño me vi muy grave y mi mamá le pidió al Nazareno que me curara, prometiendo que durante el resto de mi vida yo pagaría la promesa que hizo ella: debía alumbrar al Santo en la procesión vestido de morado los Miércoles Santos, siendo pequeño, con una vela en la mano, quemé más de un velo y una cabellera femenina. A manera de competencias con otros niños penitentes, dejábamos que la esperma de la vela cayera en nuestras manos. Desde hace muchos años atrás dejé de cumplir la promesa, en algunas oportunidades me conformo con ir a la Iglesia y encender una velita, pero no es costumbre, la costumbre es aprovechar esa semana libre para irme a la playa. A veces tengo sentimientos de culpabilidad por no cumplir la promesa y a veces prometo cumplirla, pero lo olvido.
El jueves en la mañana, se apreciaba la misa con el lavatorio de los pies, a doce simbólicos apóstoles, se imponían las llaves a un importante personaje del pueblo (presidente municipal, prefecto u otro notable vecino) con procesión interna. Por la noche, procesión del Crucificado, con el Caballero de la Mañana, llevando el pendón simbólico de la pasión. El viernes en la mañana, misa de Presantificados y entrega de las llaves al Sagrario; por la tarde, el sermón de las Siete Palabras y santo entierro de Jesús en el sepulcro, estos pasos eran los más largos y concurridos de la Semana Mayor, los otros pasos eran alrededor de la plaza Ávila, frente a la iglesia parroquial. Ramón Mejías relata que: “el sábado, en la mañana se efectuaba la bendición del agua, frente a la iglesia, al efecto se destinaban perolones de agua y alrededor numerosos creyentes, con botellas, frascos y otros recipientes, afanosos solicitando el líquido bendito, aquello constituía una verdadera competencia donde se imponía el más fuerte y a pesar de que siempre había una persona encargada de la distribución, que sufría el atropello (más de uno salía empapado), esta agua después era utilizada durante el año en diferentes oportunidades, en casos normales o anormales de exorcismo”. El repique de campanas señalaba el fin del luto simbólico de la Semana. En la madrugada del domingo de resurrección se efectuaba la procesión del Santísimo alrededor de la plaza Ávila. El Cura Villanueva fue el primero en invertir el, orden procesional de las imágenes, con los Santos Menores delante del patrono principal, Jesucristo. Durante la Semana Mayor alrededor de la plaza no faltaban los vendedores de velas, sahumerios, imágenes, estampitas y escapularios entre otros; problema que se acentuó en los primeros años de la democracia se fue solventando hasta que: el Cura acotó el 22 de marzo de 1964 lo siguiente:
“... no se permitieron los juegos en la plaza, ni parlantes que chocaban siempre con la fe y piedad del pueblo. Felicitaciones al señor Ochoa Prefecto de Distrito...”
El sincretismo cultural del pueblo permite que subsistan las creencias formales (el rito religioso) y las creencias populares representadas por dos hombres que vivieron en el pueblo y hacen milagros: tales como curar enfermedades, lograr algún beneficio económico (trabajo, casa, carro) o académico (graduarse o simplemente “pasar” una materia). La primera creencia está representada por un soldado desertor llamado Juan Salazar, su tumba en el cementerio es la más visitada; este soldado, de la época gomecista, desertó del Cuartel Naverán por los años ’20, encontrado a los meses moribundo por dos señoras pobladoras de las cercanías de la hacienda Valdespino. Tres años antes de la llegada del Cura, una devota del ánima de Juan Salazar -y para dar cumplimiento a promesas ofrecidas- le hizo construir totalmente un nuevo panteón o capilla, convertida en verdadero santuario por la cantidad de ofrendas que tiene en su interior. La segunda creencia la representa “La Santa Cabeza”: se cuenta que en las cruentas montoneras de finales del siglo XIX figuró al frente de una esas revueltas el General Nicolás Paz Castillo, bastante temido por amigos y enemigos; en una oportunidad, cayó en una trampa tendida por partidarios en la Isla de la Culebra. En la refriega, fue decapitado y el cuerpo tirado al lago, recogida la cabeza por allegados, la entregaron a la viuda; la existencia del cráneo era conocida por los habitantes del caserío Santa Cecilia; transcurrido un largo lapso de tiempo, una parturienta desahuciada de la comadrona y demás curanderos de los contornos, el último recurso fue invocar al ánima del descabezado, produciéndose el milagro. La noticia se difundió, llegando nuevas peticiones con ofrecimientos previos. En el cementerio de Güigüe está la tumba de Paz Castillo, rivalizando con Juan Salazar (general y soldado, el primero murió peleando y el segundo desertando), en la obtención de preseas otorgadas por sus cautivos penitentes favorecidos.
La religión brota de la admiración ante lo sagrado que, aun cuando se contrapone a lo profano, se complementa con él mutuamente, ya que lo profano es el medio donde se despliega la vida, mientras que lo sagrado es la fuente que la crea. Así, tenemos que los domingos después de la misa de las 10 de la mañana, la mayoría de los  hombres (muchachos y viejos) se dirigían a los bares del pueblo, entre ellos: el bar Los Mangos, el club Carabobo, el restaurante Baba, el tarantín de don Chicho, los tres soles o los clavitos.
El domingo de Resurrección en la tarde los hombres del pueblo realizaban una colecta para vestir y quemar a Judas. Esta tradición tiene un significado simbólico de justicia popular, pues a través de ésta el pueblo expresa sus quejas y descontentos con relación a los acontecimientos políticos de figuras públicas y funcionarios del Estado, de igual forma trata de dar finiquito simbólico a la Cuaresma. Durante la dictadura, eran personajes conocidos del pueblo a manera de chanza y después durante la democracia Judas se convirtió en personajes políticos tanto locales como regionales y nacionales. El Judas es un muñeco elaborado con telas, ropas viejas y trapos, relleno con fuegos artificiales que aportan los participantes de la quema; generalmente se hace el muñeco de cuerpo entero. La ceremonia comienza cuando es escogida la persona del pueblo o del país que sea considerada por sus acciones una amenaza y que sea merecedora de burlas o escarnios, se procede a escribirse un testamento, el cual es un resumen de su vida, de sus faltas y, por último, deseos del personaje. Se le coloca una soga al cuello y previo a su quema es arrastrado ahorcado.
XII.  El pueblo estaba dedicado a la agricultura, de un trabajo diario, y los domingos a ir a misa. Durante cada año, se conmemoraban las fiestas religiosas (día de los santos y de los muertos, el día del Carmen, la Milagrosa, santa Rosalía entre otros), las fiestas decembrinas, el carnaval y las fiestas patronales. Las noticias buenas o malas, los chismes, los problemas personales o comunes, los acontecimientos locales y nacionales se comentaban en los sitios tales como: la Iglesia (antes, durante -en nivel de susurro- y después de la misa), la plaza Ávila, el stadium, el cine “Río” del señor Castro conocido en la época con el sobrenombre de paludismo y en los siete bares.
Durante la dictadura, las fiestas patronales eran eminentemente religiosas, con la asistencia de las autoridades civiles se realizaban con la mayor solemnidad. Pero en el año de 1958 había caído la dictadura y la política volvió al pueblo, la última efervescencia política fue en las elecciones del ‘52, ahora se habla de democracia y el pueblo es otro. Así escribió el 29 de septiembre de 1958:
La asistencia de los fieles fue muy escasa, cosa inexplicable ya que es la fiesta de la Patrona. Hacemos notar para la posteridad: que alrededor de la plaza y del templo parroquial, las autoridades civiles y municipales permitieron con bastante anticipación; juegos, bazares, espectáculos y los micrófonos a todo sonido sin ninguna consideración para los actos religiosos, era tal la bulla que el sacerdote que rezaba o predicaba o cantaba no era oído por el corista y mucho menos por los feligreses que venían a la novena. Con la mayor consideración y respeto se suplicó a las autoridades remediaran el desorden y no fuimos atendidos; sin embargo para evitar sospechas nos quedamos en silencio ofreciendo a Dios y a la Virgen prueba preciada.
Entre el 07 y 13 de octubre de 1958 decía:
Menos asistencia y menos fervor que en años anteriores. Los espectáculos públicos permitidos por las Autoridades perjudicaron notablemente a esta fiesta religiosa. El programa de las fiestas de la calle estaban en oposición al religioso, basta saber que durante los actos religiosos, ponían espectáculos o diversiones públicas, como carreras de vicicletas (sic) durante la misa mayor, los micrófonos de las mesas de juego, a todo pulmón sin ninguna consideración para la Iglesia. Se avisó a las autoridades; estas dieron buenas palabras nada más: la junta de los festejos populares se portó muy mal; prometió a la Junta Religiosa ayudarla con las recolectas y no le dio ni una locha (...) a pesar de todo este mal ambiente todo se llevó con paciencia y se evitaron las discordias.
En octubre de 1961:
Como siempre no se vio especial movimiento religioso por parte de la gente (...) no es otra que el escenario de espectáculos públicos en las plazas, juegos de todas clases a donde toda la feligresía campesina se viene a gastar sus centavitos (…) Remedio; a mi modo de ver y según las disposiciones diocesanas se debe separar la fiesta de la calle de la fiesta de la Iglesia.
Ya el pueblo era otro, al final de cada año el Cura cerraba el Libro con unos datos estadísticos, lo que por cierto hizo hasta el año de 1958. Así tenemos que, comparando el año 57 con el 58, podemos apreciar:
1957. Bautizos 874 Matrimonios 369
1958. Bautizos 770 Matrimonios 63
Lo único que se duplicó fueron las defunciones 80 en el ‘57 y 161 en el ‘58 y a los matrimonios hay que restarle 17 que fueron solamente por el civil, que por la iglesia fueron solamente 46 en el ‘58, al contrario de 1957 que fueron 358.
En estos tiempos de transición democrática la Iglesia había perdido parte de su control social.
Volviendo al tema de las fiestas patronales tenemos que el cronista Ramón Mejías (1993) expresa:
“...En las fiestas patronales no faltaban las típicas coleaderas de toros, el palo encebado, cochino engrasado, carreras de muchachos en sacos; la venta de dulces criollos: polvorosas, suspiros, besitos, catalinas, nalgas (...) llegaban también una legión de tahúres y demás personajes del juego de envite y azar” (p.86).
En la calle Miranda colocaban la manga de coleo que era de bambú, cuando era la salida del último toro lo sacaban de la manga y lo hacían correr por todo el pueblo.
Ya con los adecos en el poder y dominando el partido al Concejo Municipal (periodo 1959-1964: Acción Democrática 04 ediles, Unión Republicana Democrática 02 y Copei 01), las cosas comenzaron a normalizarse para el Cura. Para evitar los inconvenientes con la iglesia, las autoridades civiles decidieron separar las programaciones de las fiestas patronales. La Iglesia cumplirá fielmente el santoral el 08 de octubre y los organizadores de los festejos populares fijaron sus actividades para la última semana de octubre, con su octavita; pero los festejos siguieron realizándose cercanos de la Iglesia y las plazas cercanas.
XIII.  El 13 de junio de 1957, el Cura dejaba sentado en su Libro: “capillas protestantes desaparecidas en los campos”
Pero en noviembre de 1958, encabezando la página y en letra de imprenta colocaba:
NOTA IMPORTANTE.
El suscrito Párroco quiere dejar constancia por medio de estas líneas del hecho siguiente:
Informado este despacho parroquial por los feligreses de que se estaba construyendo, a pocas cuadras del templo parroquial un edificio destinado al servicio de los protestantes que ya de tiempo muy ambiguo venían desempeñándose sus actos evangélicos en una casa particular, y comprobando este hecho por mi propia experiencia, acudí al señor Prefecto de Distrito y al Presidente del Consejo (sic) Municipal exponiéndole que no convenía para la parroquia el mencionado edificio; las citadas autoridades me recibieron muy bien y me prometieron mandar a parar la construcción de la Capilla Protestante. Las promesas no fueron cumplidas y el edificio seguía adelante, y en vista de esto me diriji (sic) a las mismas autoridades mediante un documento oficial de Despacho demostrándole la no conveniencia del permiso que habían dado, ya que toda las autoridades anteriores unidas a las eclesiásticas negaron siempre tal permiso. Después de largo tiempo contestaron los respectivos, defendiéndose y prometiendo nuevamente. No estará demás advertir que se supo que el mismo Consejo (sic) municipal colaboró para tal construcción. Para esta época era Prefecto el señor Ernesto González G. El Concejo Municipal estaba constituido por los siguientes elementos: Ramón Mejías, Presidente. Antonio Chávez, Martín Torres, Vicente Moyetones, Francisco Rodríguez y otros más del Partido Comunista. El Párroco, las sociedades religiosas, se movieron para impedir tal construcción, pero debido al ambiente político que envolvía al pueblo las medidas de prudencia aconsejaron guardar silencio. Ciertamente de no imperar las circunstancias políticas en este tiempo que se agitan en el país, los protestantes no hubieran levantado un edificio. Desde luego que no se trata aquí de una nueva fundación sino de un nuevo edificio y en distinto lugar.
A continuación el Cura copió los oficios enviados a su despacho por la Prefectura y el Concejo Municipal.
14 de noviembre de 1958.
“... el Concejo Municipal de esta localidad concedió permiso para una construcción, ignorando si tal construcción es para la realización del culto protestante...” (Ernesto González)
28 de noviembre
“... cumplo con informarle que este organismo concedió permiso para la construcción de un edificio y no para capilla, y de acuerdo a lo indicado por el Ministerio de Justicia, esta Cámara no tiene instrucciones al respecto...” (Ramón Mejías).
Lo cierto del caso es que cuando llegó el Cura al pueblo ya existían los evangélicos en el pueblo, el problema era que las autoridades civiles que antes colaboraban con él para frenar el avance de otras corrientes religiosas, ahora permitían la libertad de culto. Pero lo que más le preocupaba era la cercanía del templo evangélico, de acuerdo a informaciones recabadas en el pueblo para el año de 1960 llegaron los pentecostales.
XIV.    ¿Quién era el Cura?
El 05 de diciembre de 1984, a los setenta y cuatro años de edad,
falleció en Valencia el Cura de Güigüe, con casi 30 años de administración apostólica local. La noticia se difundió oralmente con rapidez. Por toda la pequeña urbe. El primer tributo de espontánea exteriorización y adhesión en cada hogar güigüense, fue silenciar los cotidianos medios de comunicación audiovisual, un luto voluntario. Hasta donde se tenga noticias y conocimiento de los annales históricos del pueblo y en lo transcurrido en el siglo XX, significó un acontecimiento insólito la muerte del Cura en ejercicio y cumplimiento de su ministerio espiritual.
Todo el fervor de una feligresía se volcó y reunió frente a su iglesia para, primeramente recibir el cuerpo del cura fallecido, en la ciudad de Valencia, adonde había salido al amanecer, en cumplimiento de un deber de misericordia, como era visitar a los enfermos. Al primer informe que sería sepultado en aquella ciudad, se produjeron expresiones y manifestaciones sentimentales de solicitar su traslado al pueblo de sus querencias. Después de toda una noche en vela y haciendo guardia de honor, la feligresía orando y desfilando ante los despojos de su pastor. Al día siguiente, a las seis de la tarde, un solemne funeral fue presidido por el Arzobispo de Valencia Luis Eduardo Henríquez, y en multitudinaria manifestación de pesar, como pocas veces se vio en el pueblo, fue conducido a su última morada en el campo santo local.
El Cura Eustaquio Villanueva era oriundo de España, del reino de Navarra; entre geografía pirenaica, nace un 24 de noviembre de 1910 en un minúsculo villorrio de Aizcurgui; veinte años después de su muerte este pueblito entra en la lista de los pueblos abandonados y despoblados de España de los 2673 que ya posee y Navarra ya tiene 79. En mayo de 2002, seis jóvenes ocuparon la iglesia e indicaron que se trasladarían a una de las antiguas viviendas para vivir del modo de vida tradicional, de la agricultura y la ganadería como los padres y abuelos del cura. (http://www.sindominio.net/fundamento/tema 8/19992000/19.6.00.htm). Fue bautizado el día siguiente, y era hijo de Lorenzo Villanueva y Modesta Echeverría. Muy joven, en 1921, ingresa en el Seminario menor de Padres Redentorista de Nuestra Señora del Espino, en la provincia de Burgos (los Redentorista habían convertido un Monasterio en seminario en 1879). Estudia filosofía, teología y derecho moral en el Seminario de Astorga, provincia de León, ordenándose sacerdote en el mismo lugar el 24 de septiembre de 1933. Se prepara para la predicación en Nava del rey, provincia de Valladolid, e iniciando su vida misionera-redentorista en Santander y Granada.
Viaja a América y su destino será Venezuela, llegando dos meses antes de la muerte de Juan Vicente Gómez, un 12 de octubre y llegó en el trasatlántico “Magallanes”. Cuentan que el Cura solía decir en sus conversaciones salpicadas de buen humor, que había llegado a América en la misma fecha del descubridor y en seno de una embarcación con nombre de otro descubridor.
Destinado a la región andina, cumplió sus primeras funciones sacerdotales en las ciudades de Mérida y San Cristóbal. Trasladado al centro del país, su nuevo destino parroquial en mayo del 1945, es la iglesia de Pagüita en Caracas, después en el Estado Carabobo, recorrería Bejuma, Belén, La Pastora en Valencia, capellán militar del batallón Carabobo, atendiendo, además, la feligresía de las poblaciones del Cambur, Taborda y el Palito. Es trasladado a la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Güigüe y toma posesión, el 11 de agosto de 1956, en sustitución de monseñor Julio Álvarez.
Comentaba Ramón Mejías (1985) que el Cura fue de grata recordación en la localidad; cuando se encargó de la parroquia era un prelado en la plenitud de su vida y lleno de entusiasmo, espiritualmente llena de fervoroso catolicismo. Al momento de su inesperada muerte, había cumplido 28 años, 3 meses y 4 días al frente de su administración parroquial, continúa don Ramón, realmente fue nuestro prelado de toda esta etapa democrática vivida. “Güigüe, pueblo de origen humilde, conservando su gentilicio aborigen, también es pueblo noble, no obstante cuando se ha poblado y extendido a lo largo y ancho de su valle, con gentes de otros pueblos de aquende y allende; estuvo presente, rindiendo su último tributo al prelado de más larga actuación en su ministerio espiritual.
Después de 20 años de la muerte del Cura, un grupo de amigos ha elaborado un proyecto para la realización de un Osario diseñado para
guardar los restos del Cura en la Iglesia. Dicha iniciativa es llevada a
cabo por el señor Celis Pérez (2004):
El estudio de los hechos importantes sucedidos a lo largo del tiempo, permite establecer los valores que como ciudadanos tenemos y forman parte de nuestra vida cotidiana. Eustaquio Villanueva, como tanta gente que llega a Venezuela, viene a formar parte de los prelados que a lo largo de toda una existencia han participado para el desarrollo de la labor pastoral en el mundo católico, en este caso es Güigüe que le da la bienvenida y abre sus brazos y su corazón al igual que él lo hiciera, de esa forma logra converger con toda la población, realizando un aporte para fortalecer esas grandes necesidades espirituales que todos tenemos.
Digno representante de la Iglesia Católica que hoy yace bajo tierra en el Cementerio Municipal de Güigüe y que se hace necesario el traslado a la que fuera su iglesia en tantos años, por tal motivo se emprende actividades relacionas con su traslado como bien merecido lo tiene, para descansar en un Osario diseñado con características especiales... (p. 01).
La señora Belta, humilde trabajadora en Valencia, nos cuenta:
- Fue un padre ejemplar para nuestra comunidad, ayudó a muchas familias. Visitaba a nuestros enfermos en las casas, en el hospital y le llevaba la Santa Comunión donde ellos estuvieran, a todas estas obras buenas que hizo nuestro párroco Eustaquio Villanueva le damos las gracias a Dios y a la Virgen por habernos regalado a un padre tan bueno, comprensivo y maravilloso como fue él, que Dios lo bendiga y que lo tenga coronado de dicha junto a Dios allá en el cielo.
La señora Berta me cuenta que el Cura se sentaba en la Arepera Ávila, situada al frente de la Iglesia, a disfrutar de un cafecito y un cigarro, saludando y dando la bendición a los parroquianos cuando exclamaban a su paso: ¡Bendición padre!
Después de tres décadas ¿a cuántos de esos parroquianos había bautizado, los había examinado en catecismo, le había dado la Primera Comunión o los había casado? Cuántas historias íntimas conocía el Cura a través de la confesión, cuántos secretos guardaba del pequeño pueblo. En veintiocho años de ejercicio pastoral debió haber tenido un concepto del pueblo, de cómo había ido cambiando progresivamente, ahora había más habitantes pero menos fieles practicantes, será que el temor al pecado se fue perdiendo, o será que la Iglesia a través de él perdió su función de control social.
Este actor de la vida menuda de Güigüe merece el apelativo de apóstol
y la memoria colectiva lo está viendo como un santo. Recordemos a
Luis González G. (1973):
La historia universal y las historias nacionales están pobladas de gente ‘importante’: estadistas y milites famosos por sus matanzas, explotadores ilustres o intelectuales soberbios y cobardes. Los actores de la vida menuda rara vez merecen los apelativos de sabios, héroes, santos y apóstoles



REFERENCIAS

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