INTRODUCCIÓN.
El concepto de Nación intenta adquirir entidad propia frente a los conceptos de estado, pueblo, país o patria, aunque en su utilización popular todos estos conceptos puedan entremezclarse con aquél. En un intento de abarcar todo lo anterior, la Nación ha sido definida como una comunidad en la que se dan unos factores comunes forjados a lo largo de la historia y cuyos miembros han adquirido conciencia y voluntad de los mismos intentando, para lograrlo a veces, constituirse en Estado.
Desde la instalación del primer Congreso Constituyente de Venezuela, en 1811, y en el transcurso
de las intervenciones de algunos diputados en las sesiones de los congresos constituyentes
del país se encuentran, de forma reiterada,
las palabras: nación, estado, pueblo, país. En tal sentido, Castro Leiva (1985) señala que:
NOCIÓN DE NACIÓN.
Pueblo, estado, nación…Estos tres conceptos de la filosofía política ilustrada prosiguen su articulación argumental. Cada pueblo restituido a su función soberana a través de una forma determinada de gobierno, todo ello sobre los fragmentos de la desintegración colombiana. (p. 99).
La
Ilustración influye en la independencia de todos los países del continente americana; no solamente por su innovación en el
campo de las ideas políticas y por su creencia en la razón como guía del espíritu humano, sino también desde el
punto de vista de la independencia cultural. Una tendencia que se encuentra en
la penetración de la Ilustración en toda Hispanoamérica, es la utilidad que
presta como ideología de combate contra el Estado metropolitano y colonial y la
toma de conciencia sobre la decadencia del Imperio Español.
1.-
Categorías claves.
Antes
de comprender qué se entiende por Nación, es necesario clarificar otros
términos que están imbricados, tales como Estado, país, pueblo, república y constitución llamada por muchos la carta
magna.
El vocablo Estado deriva de stato, participio del
verbo stare, y designa una
«organización estable». Indica y
describe una forma específica de ordenamiento político que empezó a adquirir
cuerpo a partir del siglo XIII y se
desarrollo a través de los conflictos entre iglesia, baronía, señorío,
monarcas y burguesía mercantil en torno a la unificación de las estructuras de
poder territorialmente fragmentadas. El Estado, que hizo de las máximas amat enim unitatem suprema potestas y nulla obligatio consistere potest su
principio justificador, vio su fisonomía delineada desde el tratado de
Westfalia (el tratado, que data del
24 de octubre de 1648, puso fin a la Guerra de los Treinta Años que ahogó a
Europa en guerras sangrientas por motivos religiosos. El tratado definió los
principios de la soberanía nacional se
convierten en la constitución del nuevo sistema de Estados en Europa) y dejó de existir con el logro de contornos
precisos en el transcurso del siglo XIX. (Disponible: http://www.diccionariojuridico.mx/ Consulta: 02-03.14).
Estado es un
concepto definido jurídicamente que en el orden material hace referencia a un
poder estatal soberano tanto interna como externamente; en términos especiales,
se refiere a un territorio claramente delimitado; y, socialmente, a la
totalidad de los miembros, es decir, al pueblo propio de un Estado
(Habermas,1989). La idea de nación, sólo a partir del siglo XIX se entiende
como “pueblo propio de un Estado”, vinculándolo directamente a la idea de
Estado, pero el término nación puede entenderse en diferentes sentidos, de acuerdo
a la época histórica de que se trata.
País es
una determinada área
geográfica y una entidad políticamente independiente,
que cuenta con su propio gobierno, administración, leyes, fuerzas de seguridad y, por supuesto, población. De todas
formas, un Estado puede estar formado por distintos
países o naciones. La palabra país comparte significado con nación
(del latín nātio), especialmente con su aceptación como nación política.
Es decir, se trata del ámbito jurídico-político y de la soberanía constituyente
de un Estado. Los países se encuentran divididos por líneas imaginarias que
determinan su territorio. A estas líneas se las conoce como fronteras y son las encargadas de delimitar el espacio en el que cada
Estado tiene su jurisdicción. (Disponible: http://definicion.de/ Consulta:
02-03-14).
Pueblo
proviene del término latino populus y permite hacer referencia a
tres conceptos distintos: a los habitantes de una cierta región (estas
personas constituyen una comunidad gracias a que comparten una cultura similar),
a la entidad de población de menor tamaño que una ciudad y a la clase baja de una sociedad. (Disponible:
http://definicion.de/ Consulta: 02-03-14).
De acuerdo con Rodolfo Stavenhagen
(2001):
Los pueblos los definimos como grupos étnicos, o etnias, que no han logrado esa conciencia nacional, o cuando menos no la han expresado, pero de todas formas están unidos por vínculos raciales, lingüísticos, culturales o nacionales que los distinguen de grupos similares y que crean conciencia entre sus miembros de una identidad común. (Stavenhagen, 2001, p.17).
República proviene del latín res publica (“cosa pública”). La república es una forma de organización del Estado. En la república, la máxima
autoridad cumple funciones por un tiempo determinado y es elegida por los
ciudadanos, ya sea de manera directa o a través del Parlamento (cuyos
integrantes también son elegidos por la población). Por extensión, se conoce
como república al Estado que está organizado de esta manera y a todos los
regímenes no monárquicos. Disponible:
http://definicion.de/ Consulta: 03-03-14).
Constitución es la
doctrina jurídica explica la Constitución formal de un país como el conjunto de
normas regulatorias de la estructura, el poder y sus funciones, la competencia
y las atribuciones del Estado, así como los derechos que los particulares
pueden hacer valer frente a él. (Disponible: http://www.diccionariojuridico.mx/ Consulta: 02-03-14).
2.- ¿Qué se entiende por Nación?
El término
nación puede entenderse en diferentes sentidos, de acuerdo a la época histórica
de que se trata. La Nación, en el
sentido en que la palabra comienza a utilizarse a partir del siglo XX, es una formación
social que nace en la modernidad. Aunque el término Nación era conocido desde
períodos históricos anteriores; hasta entrada la Edad Moderna no se había
formado ninguna estructura nacional en el sentido actual que sí se da a la
expresión. Pero, antes que se formaran
las modernas nacionalidades, ya se podían ubicar comunidades, las cuales
desempeñaban un papel parecido al que hoy le corresponde a la nación en los
pueblos adelantados, y los cuales aunque con características diferentes, venían
en el fondo a significar algo parecido a lo que Nación hubo de significar
después. Así por ejemplo: la tribu, las confederaciones de tribus; la
ciudad-estado de las antigüedad clásica: la Cristiandad por una parte, el
reino, por la otra, en el Medioevo, en otras. (Recasens S., 1960).
El concepto común dentro del cual podrían quedar subsumidas la tribu, las
confederaciones de tribus, la ciudad-estado entre otras y la nación sería el
siguiente: una comunidad total, es decir, donde se cumplen todas las funciones
de la vida social, dotada de independencia, o por lo menos de una gran
autonomía, dentro de la cual se desarrolla la conciencia de un mismo pasado, de
una intensa solidaridad que abarca todos los aspectos de la vida, y de un común
destino en el presente y en el futuro.
En una Conferencia dictada por Ernest Renan
en la Sorbona, Paris, el 11 de marzo de 1882 expresó que:
Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas que, a decir verdad, no son más que una sola, constituyen esta alma, este principio espiritual. Una se halla en el pasado, la otra en el presente. Una es la posesión en común de un rico legado de recuerdos, la otra el consentimiento actual, el deseo de vivir en común, la voluntad de continuar haciendo valer la herencia indivisa que se ha recibido. El hombre, señores, no se improvisa. La nación, como el individuo, es la culminación de un largo pasado de esfuerzos, sacrificios y devoción. El culto de los antepasados es el más legítimo de todos, ellos han hecho de nosotros lo que somos. Un pasado heroico, grandes hombres, la gloria, (me refiero a la verdadera) he ahí el capital social sobre el que asentamos una idea nacional. Poseer glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente, haber hecho grandes cosas juntos, querer hacerlas todavía, he ahí las condiciones esenciales para ser un pueblo. (p.10).
(Disponible:http://enp4.unam.mx/amc/libro_munioz_cota/libro/cap4/lec01_renanqueesunanacion.pdf Consulta: 04-03-14).
El término nación de natio
―vista en la antigüedad romana como equivalente a gens y populus
y en oposición a civitas— se refiere
originariamente a comunidades integradas básicamente por asentamiento y
vecindad, en términos espaciales
o geográficos, y por lengua,
costumbre y tradiciones comunes, en términos de unidad histórica o cultural, pero no organizadas bajo formas
estatales, en términos de unidad formal o política.
Dicho de otro modo: en sus orígenes natio
expresaba una realidad prepolítica
o, con más precisión, una integración cultural a partir de una unión de
personas con la misma procedencia, con la misma identidad colectiva y con la
misma experiencia histórica.
Ese
sentido llegará al siglo XV, en el que el término «nación» pasa a ser empleado
cada vez con más propósitos políticos, designando «una cantidad considerable de
población que vive en cierta extensión de territorio, comprendido dentro de
ciertos límites, y que obedece al mismo gobierno». A partir del siglo XVIII,
período marcado por las tres grandes revoluciones burguesas (la inglesa, la
norteamericana y la francesa), la nación incluye societas civilis (los ciudadanos con derecho a participaren
la elaboración de leyes, así como en la construcción y en la conducción de las
instituciones de gobierno) y la idea de «conciencia nacional» se transforma
gradualmente en una poderosa fuerza movilizadora, de cohesión y de afirmación
social. Éste es el momento histórico en el que la nación pasa a ser
identificada como fuente de soberanía.
Es decir, como la consecuencia concreta del derecho de una comunidad dada o de
un pueblo a autodeterminarse políticamente y a hacer valer, dentro de su
territorio, la universalidad de sus decisiones, como resultado objetivo de la
capacidad de una sociedad históricamente integrada para constituirse libremente,
para organizarse de modo independiente, libre y soberano. Sin inferencia de
otras naciones. (Disponible: http://www.diccionariojuridico.mx/ Consulta:
04-03-14).
Del término
nación se desprende la nacionalidad, que es una
capacidad especial, que define derechos y obligaciones específicos para
determinadas personas individuales o colectivas a quienes el orden considera
integrantes permanentes del Estado y, por tanto, receptores de sus normas de
convivencia. La permanencia se mantiene aun cuando el individuo resida fuera
del territorio nacional. (Disponible: http://www.diccionariojuridico.mx/
Consulta: 04-03-14)
Max Weber (1944)
señala, que es difícil dar una definición unívoca de nación, que cubra todas las realidades empíricas a las que suele
aplicarse este nombre. Observa por otra parte que: ocurre que, por debajo de
todas las variedades sociales designadas como naciones y aun de las diferencias
de sentido de ese vocablo, se destaca siempre un significado común: “la
posesión por ciertos grupos humanos de
un sentimiento específico de solidaridad interna frente a otros grupos humanos” (p. 53).
Por otra parte
Stalin (1977) expresa que la nación es
una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de
una comunidad de idiomas, de territorio, de vida económica y psicológica que se
revela en la comunidad de cultura.
Pero, algunos de
los elementos señalados por el autor
antes citado, no son factores o elementos
fundamentales ya que, esencialmente, la Nación es una comunidad de vida
producida por la historia y no por la naturaleza, es decir, la nación no se
constituye ni se define por la comunidad de sangre (la etnia). La Nación tampoco es una comunidad de lengua; la
comunidad de idioma no basta para
engendrar el sentimiento nacional. La configuración geográfica tampoco
es constitutiva de la Nación.
Al respecto Ortega
y Gasset (1987) señala:
Es una tergiversación querer fundar la idea de nación en una figura territorial, buscando el principio de unidad, que sangre e idioma no proporcionan, el misticismo geográfico de las fronteras nacionales (p. 376).
La conciencia de
un pasado común constituye un factor importantísimo en la formación de la Nación; pero, sobre
todo, del sentimiento nacional. Cierto que la Nación es, principalmente, la
portadora de un destino histórico común; pero, es también, en alguna medida, el producto de ese destino.
La conciencia de un pasado común desarrolla un sentimiento nacional. Ese sentimiento que se desenvuelve al calor de la
conciencia de un común pasado solidario, sentimiento que si duda juega un gran
papel en la formación de la conciencia nacional, puede anquilosar la nación,
cuando se desarrolla en un culto excesivo del pasado y cuando no está
acompañado de un sentimiento dinámico apoyado en el presente.
El problema del
culto exagerado al pasado puede llevar a una nación, o mejor dicho, a una
conciencia nacional pasiva e inoperante
compensando su ineficiencia a un orgullo desmedido. El culto exagerado del
pasado conlleva al culto de la personalidad del “líder gobernante” que
representaría el pasado glorioso, como la historia lo ha demostrado en los
gobiernos totalitarios.
El pasado común,
el peculiar estilo cultural (incluyendo dentro de este las relaciones con el ambiente y las
instituciones sociales) constituyen importantes factores de la nación, pero no
los únicos ni tal vez los de mayor alcance. Ya Renan (1882) observó que si la
participación en un pasado común es un componente muy importante de la nación,
la realidad de esta comprende, además y principalmente el sentimiento de
solidaridad para las empresas del presente y el sentimiento de solidaridad para
las empresas del porvenir.
Es necesario tener
claro los conceptos de Nación y de Estado para no caer en errores de
interpretación. Recasens Siches (1960)
expresa que: “Confundir el Estado con la Nación sería un gigantesco
error que conlleva a descomunales disparates teóricos, y a espeluznantes efectos en la vida práctica” (p. 502). Pasa
el autor ha señalar tres diferencias
fundamentales:
1ro.- Adviértase
que el contenido de la Nación es
muchísimo más rico que el contenido del
Estado. La Nación comprende un sinnúmero de aspectos de la vida humana, ejerce
una influencia sobre casi todas las actividades del hombre, es una especie de atmósfera colectiva que
circunscribe e impregna un sinfín de conductas
de la existencia humana. En cambio, el Estado es sólo una organización pública,
una armazón jurídica, el órgano formalmente establecedor del Derecho, aplicador
de este; el derecho es su dinámica, que comprende solo un cierto número de
aspectos determinados de la vida humana, y nada más.
2do.- Dentro de la
comunidad nacional, incluso bajo la presión de su específica atmósfera, hay un
enorme margen para la espontaneidad individual y para la espontaneidad
colectiva. Por el contario, el Estado entraña la imposición coercitiva de unas ciertas
conductas específicamente determinadas; es, por lo tanto, el reino de la coacción
(latente o en acto) sobre ciertos aspectos de la vida.
3ro.- Mientras que
no es posible enumerar las funciones de
la Nación, porque la Nación es una
comunidad total, en cambio, es perfectamente posible enumerar con toda
precisión las funciones del Estado, las cuales están definidas por el Derecho.
La Nación no debe
ser para el Estado, sino el revés, el Estado debe ser para la Nación. El Estado
no es (no debe ser) más que una máquina situada dentro de la Nación para servir
a ésta. Mientras que la Nación es uno de los ejemplos máximos de comunidad el
Estado es una asociación.
Otra de las diferencias
las plantea Heller (1987); la Nación no presenta por lo general una unidad
total de voluntad política sino que suele contener varias direcciones
políticas. Por el contrario, el Estado, precisamente desde el punto de vista
sociológico, constituye una unidad de
decisión política.
El Estado, como
organización de mando político, ha constituido muy a menudo uno de los factores
más importantes en la formación de la
Nación. El Estado actúa como dinámico en la formación de la Nación. De acuerdo
con Ortega y Gasset (1947), “El estado no es una forma de sociedad que el
hombre se encuentra dada y en regalo, sino que necesita fraguarla penosamente”
(p. 252).
De acuerdo con Mellado (2008): La nación
y el Estado son hechos contingentes pero, como advierte Gellner (1991), “no son
una misma contingencia” (p.19). Como observa Gellner (1991), a pesar de que sus
emergencias no fueron idénticas, es discutible postular que “la idea normativa
de nación, en su sentido moderno, no supuso la existencia previa del Estado” (p.20)
el que, por otra parte, al fusionarse con una voluntad y cultura en común ––dos
elementos constitutivos de lo nacional–– “se convierte en norma, y en una norma
que no es fácil ni frecuente ver incumplida” (p.80).
Max Weber (19944) definió al Estado como
el agente que posee el monopolio de la violencia legítima dentro de la
sociedad. Según Gellner (1991), la idea que subyace en esta caracterización es la
de que en las sociedades organizadas “como la mayoría de aquellas en que
vivimos o deseamos vivir, la violencia particular o sectorial es ilegítima”
(Gellner, p.16). De este modo, el uso legítimo de la violencia sería el
criterio fundamental para entender el rol del Estado en la vida de las
naciones. Ahora bien, la idea de que el Estado es aquel agente que, fuertemente
centralizado, encuentra en el uso de la fuerza una forma socialmente autorizada
para mantener el orden social si bien concuerda con las intuiciones morales de
la mayoría de los miembros de las sociedades modernas, no termina de ser del
todo satisfactoria, ya que existen casos de "estados" que no
monopolizan la violencia legítima en el territorio que controlan.
Gellner (1991)
señala que, a pesar de que existan estados que carecen de la voluntad o de los
medios para ejecutar su monopolio de la violencia legítima, éstos “siguen
siendo en muchos aspectos estados reconocibles” (p.16) y, esto es así, no tanto
por la fuerza física que ellos puedan desplegar sino por el poder que ejerce el
conjunto de sus instituciones en el mantenimiento del orden. La existencia de
dichas instituciones, como la policía y los tribunales, requiere que éstas se
hayan diferenciado y separado de la vida social, es decir, presuponen la
división social del trabajo. “Donde no hay división del trabajo ni siquiera
puede empezarse a hablar de Estado” (p.17), sostiene Gellner, especificando que
dicha división sólo puede llevarse a cabo en una etapa “industrial” de la
humanidad, precisamente porque esta etapa, que en su planteamiento le sucede a
una fase preagraria y a una agraria, es la única que impone, de un modo
específico y diferenciado en las relaciones económicas, la creación de
instituciones especializadas, exclusivamente, en mantener la sociedad en orden.
Al igual que
Gellner (1991), González S., Beatriz (1996) reconoce el poder disciplinador de
las instituciones y se ocupa de aquéllas que despliegan las prácticas
discursivas que, en torno a la nación, efectiviza el Estado. Así,
constituciones, registros, censos, mapas, gramáticas, y tratados de higiene,
entre otros, conformarían un conjunto de tecnologías especializadas del orden
público que, tal como dice la autora, “coercionan, controlan, sujetan, regulan
con docilidad el movimiento de los cuerpos para hacer de ellos subjetividades
domesticadas, sujetos del Estado” (p.22).
El poder del Estado no sólo funciona para controlar el espacio público de la
nación, sino para crearlo.
El Estado es capaz
de “ejercer cualquier tipo de represión y brutalidad a fin de suprimir
disidencias legítimas y la pluralidad esencial de nuestra sociedad” (Ahmad,
1996: p.97), el Estado ha utilizado a la
nación como instrumento de múltiples usos. Ha usado a la Nación para
consolidarse, legitimándose y reforzándose en su nombre y la ha convertido en
un frecuente objeto de politización. Pero sucede, también, que la nación ha
visto ––y continúa viendo en él–– la garantía de su libertad y soberanía.
Al estudiar la
formación de las naciones hispanoamericanas
y, en este caso, de Venezuela,
éstas se han configurado como tales naciones sobre todo después de la Independencia, si bien empezaron ya a gestarse durante el período colonial, en el que se fue iniciando una comunidad entre los
pueblos indígenas y los colonizadores por un proceso de mutua asimilación y
de amalgamiento; comenzando con un
sentimiento de pertenencia local, pasando luego al regional para llegar al
nacional.
Es indispensable
la conciencia de formar parte de una nación como
condición de pertenencia a esta: La
pertenencia a un Estado la define el Estado mismo. El Estado determina quiénes
son sus ciudadanos tanto si tienen una idea clara de lo que es ese Estado como si no la tienen; como puede ocurrir, por ejemplo,
con los grupos de analfabetos o los campesinos que vivan en situación de
aislamiento sin comunicación normal con
los otros sectores de la población. Es el caso de la inmensa mayoría de la población
que en 1830 habitan lo que sería la nación venezolana. Todavía, en las primeras décadas del siglo XX,
Venezuela es un país incomunicado. Por el contrario, la cosa es diferente
respecto a la Nación, no se puede
considerar que sean efectivamente partes de la Nación aquellos individuos que
no tengan alguna conciencia de la Nación, es decir, que no tengan alguna
representación de la nación dentro de la cual están insertos.
Pero no todos los
habitantes de una Nación la ven de la misma manera, existen variedades en la
actitud de los diversos sectores sociales de una nación respecto a ésta, Weber
(1944) expresa que:
Existe una serie… muy distintas y variables actitudes dentro de las clases, respecto de la nación… Las capas feudales, los funcionarios, la burguesía mercantil e industrial de diferentes categorías, las capas intelectuales adoptan actitudes frente a la a la nación, que no son uniformes ni históricamente constantes (p. 254).
De acuerdo con lo
expresado por Max Weber (1944) se desprende que no solo son cualitativamente muy distintos los motivos
en los cuales se apoya la creencia en la existencia de una nación propia, sino
también la conducta empírica que resulta de la pertenencia a la nación.
Partiendo de los
anteriormente señalado se puede inferir que pueden existir varias naciones o
pueblos dentro de un Estado, en tal sentido se puede mencionar al actual Estado
español que está conformado por varias naciones, países, pueblos, por ejemplo:
los vascos, los catalanes, los gallegos entre otros. Y, en la actual Venezuela,
se ubican las naciones conformadas, entre otros por pemones, yanomami. Por tal
motivo, además de tener claro qué es nación también es necesario conocer lo que es país (región, provincia,
territorio), pueblo (conjunto de personas de un lugar), república (organización
del Estado) y Estado (conjunto de órganos de
gobierno de un país soberano).
Villoro (1998)
concibe la nación como: “una comunidad de cultura que proporciona conciencia de
pertenencia, un proyecto común y a la vez se relaciona con un territorio. A
partir de esta definición distingue entre las naciones históricas y las
naciones proyectadas (p.29). Como su nombre lo indica, las naciones históricas
se refieren a aquellas que nacen en un
determinado período y evolucionan. La historia antigua de la nación es una
característica muy importante ya que es a través de ésta que adquieren su
identidad. Por su parte las naciones proyectadas nacen a partir del particular
objetivo de edificar un Estado-Nación moderno; ya que son pocos los casos en
los cuales el Estado se erige gracias a una nación. La gran mayoría de los
Estados-Nación actuales contienen naciones construidas bajo el mito del Estado.
De acuerdo con
Alfredo Margarino (1981), durante mucho tiempo, los pueblos se pensaron como conglomerados rivales, sin más
relación que las que se operaban por
intermedio del soberano. La gente se consideraba como originaria, nativa o
habitante de una región, de una ciudad, de un feudo, mientras que los monarcas
del siglo XVIII consideraban a sus pueblos no ya como, por ejemplo,
valencianos, caraqueños, limeños o
mejicanos sino como leales súbditos de su Majestad. En Europa, la
transformación de estas relaciones a impulsos del mercantilismo, cuando el
Estado centralizado interviene con objetivos nacionales, modifica la situación;
la región y la ciudad siguen siendo puntos de referencia para el hombre y para
la comunidad, pero las decisiones se
adoptan a otro nivel, el de la nación formada por el conjunto de las
comunidades y, en su caso, de las nacionalidades.
La noción de ciudadanos, aunque no elimina a
la región, hace hincapié en la pertenencia a esta comunidad general. En otras
palabras, el ciudadano puede sentirse (en la época colonial) cumanés,
maracucho, pero es ante todo, súbdito español (primero) o colombiano después (1819-1830). Es
interesante acotar que el término nacionalismo (probablemente de origen
británico) aparece a principio del siglo
XVII, pero los diccionarios sólo lo acogen definitivamente en el siglo XIX.
3.- Los preludios
de la idea de Nación.
Para el
contexto de Hispanoamericano, el desarrollo de la nación está asociado a
los procesos de ruptura con la
metrópolis española, por lo cual su surgimiento se ubica a partir de los procesos de independencia de los países
de la región. (Orellano, 2008). El advenimiento de la nación en Hispanoamérica,
como lo señala Francois-Xavier Guerra (1997), tuvo como escenario cuatro condiciones muy particulares:
En primer lugar, sostiene Guerra (1997),
contrario a lo que postula la tradición historiográfica y política Hispanoamericana,
la nación emerge en ausencia de movimientos
nacionalistas, es decir, los procesos de independencia no son
antecedidos por ninguna expresión de
nacionalidad que se contraponga al poder de la monarquía española.
En segundo
lugar, América hispana, previo a la independencia, era un mosaico de grupos sociales, articulados y superpuestos
entre ellos con relaciones muy particulares.
Ninguna nación hispana aspiró a identificarse con alguna comunidad
lingüística, cultural, étnica o
religiosa en particular. Por el contrario, tuvieron como referentes de
identidad diversos elementos
constitutivos de la monarquía española, en especial la figura del Rey.
En tercer lugar, la independencia es el punto
de partida, antes que el de llegada, de las
naciones hispánicas. Y esto guarda relación con el problema central de
las naciones de Hispanoamérica: la conformación de varias naciones a partir de
una misma nacionalidad, la española.
En cuarto lugar, las especificidades que
adquirirán las distintas naciones
hispanoamericanas se verán nutridas por sus particularidades regionales
en formación y el sentimiento y
filiación hacia la tierra donde nacieron sus líderes. La nación se concibe
como un modelo de comunidad política, en
el que se conjugan las dimensiones simbólicas y
prácticas del quehacer de los grupos sociales que hacen vida en común.
La crisis de la
sociedad colonial se manifiesta a finales del siglo XVIII y la ruptura del nexo
colonial se realiza en los primeros veinte años del siglo XIX. Cuando se
estudia la estructura social de la colonia (estamentos) se puede apreciar que
una minoría es la que posee el poder
económico, político (en los cabildos),
social y cultural (únicos que tienen acceso a una educación formal) y la
posibilidad de viajar a Europa a continuar su formación intelectual. Es una estructura social vertical, rígida e
impermeable, en donde, para obtener cargos o estudiar en la Universalidad se
tiene que demostrar pureza de sangre. Los
privilegios nacen por ser los hijos de los primeros conquistadores.
Por tal motivo, la
posibilidad de una idea de nación y creación de
la misma es un producto de los
“blancos criollos”, es decir, de los descendientes de los primeros colonos
españoles. De ellos heredan la propiedad de la tierra (origen de la riqueza) lo
cual les permite el control de la economía (gracias al contrabando la mayoría
de las veces) y este estamento conforma una élite totalmente diferenciada de
las masas o del pueblo.
De acuerdo con
Akzin (1983):
… el pensamiento democrático sirve así para reforzar el nacionalismo donde quiera que un grupo gobernante es étnicamente diferente de las masas de los gobernados y ésta es una situación con que se ha enfrentado una parte apreciable de la raza humana en el último siglo. (p.59).
Cuando se
pregunta: ¿quiénes son los dueños de los esclavos? ¿Quiénes son los que tienen
a los indígenas sometidos en la encomiendas? ¿Quiénes tienen a los pardos de peones o dependientes? La
respuesta es: los “Blancos Criollos”. El pueblo, en el sentido amplio de la
palabra (pardos –mayoría de la población- , esclavos –incluyendo libertos
manumisos y cimarrones – y los indígenas),
no participa en la toma de decisiones sobre la independencia. Su opinión no es oída a pesar de que el Congreso de 1811 y los posteriores se
reúnen en nombre de él. Recuérdese que
la esclavitud es abolida en 1854 (cuarenta y tres años después de la
independencia y veinticuatro años después de la separación de Colombia y de la
muerte de Bolívar). Debido a la condición social de los dirigentes y líderes de la independencia
para la mayoría del pueblo no es vista
con buenos ojos el proceso de independencia y la guerra desarrollada por once años.
Pero, lamentablemente, históricamente hay una constante:
El pueblo, en cuanto formación cultural,
no desempeñó, ni en la antigüedad ni en la Edad Media, papel de importancia en
la formación de los grupos políticos. Hasta el siglo XIX no existió ni una
teoría ni una práctica de la política
construida de manera consciente sobre la peculiaridad cultural del pueblo.
Incluso la conciencia occidental empieza en el Renacimiento, en el Oriente
europeo a finales del siglo XVIII y que
actualmente se inicia en Asia, no ejerce al principio influjo alguno. (Heller,
1987; p.174).
La pregunta lógica: ¿son los blancos
criollos la única clase capaz de llevar a cabo la independencia? De acuerdo con
las condiciones de vida de la mayoría impuestas por la minoría SI. Más aun, la mayoría
de la población apoya a los Blancos Peninsulares (representantes de la
Monarquía). Por tal motivo, la idea de nación es producto de un grupo o clase
social muy bien definida: “La conciencia de grupo parece claramente una
cuestión de la instituciones sociales”
(Deutsch, 1981; p.36). Aunque parezca paradójico en la colonia tardía, los únicos que tienen “consciencia de clase” son los blancos criollos
que desean desplazar a los blancos peninsulares (representantes de la Corona en
América con los cargos burocráticos de poder político). Pero no todos los
criollos están con la independencia y un
ejemplo emblemático es la hermana de Bolívar, María Antonia. Es una mujer de convicciones monárquicas y nunca
lo oculto (Quintero, 2008) y no todos los criollos son letrados y se
conforman con romper el vínculo político con España. Prefiriendo la autonomía,
pocos de esa élite, se infiere, tienen
clara conciencia de crear una nación.
El proyecto de constituirse en
nación en 1811 no llega a consolidarse (es más, el sistema federal establecido
aseguraba las autonomías regionales) ya que los diputados abandonaron las
tribunas para defender con las armas sus ideas independentistas. Al culminar la
guerra, el grupo social de los criollos
queda considerablemente maltrecho y disminuido y da paso a nuevos actores,
hecho que convierte la política nacional como la más igualitaria de toda
América. En el siglo XIX se consolidan lo nacional y lo soberano que es el “… resultado de la fusión del patriotismo con
la conciencia propia de la nacionalidad…” (Hayes, 1966; p.2). Tarea titánica
(aún en los últimos años se critica su posición) porque no hay patria y, menos
aún una conciencia de nacionalidad en la mayoría de la población donde solo existe el discurso de la élite. Más aún
cuando, en 1813, Bolívar comenzaba a llamarnos colombianos. El ejército que se
enfrenta a los monárquicos en el Campo de Carabobo (1821) es el ejército colombiano dirigido por Bolívar, Presidente
de Colombia. La patria es Colombia.
Como es sabido, al iniciarse la
confrontación bélica (en la práctica, una guerra civil) hay más nativos de
estas tierras luchando a favor de los monarcas en la Batalla de Carabobo que en
las filas colombianas. Atrás queda el Acta de la Independencia: “Declaramos
solemnemente al mundo que sus provincias
unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho Estados libres,
soberanos e independientes y que están
absueltos de toda sumisión y dependencia de la corona de España”. (Bolívar
–Documentario-, 1983). La idea es que las provincias se unan para separarse de
España; aquellos hombres no piensan en unirse a un antiguo virreinato. Sólo
Miranda pensaba unir a toda Hispanoamérica (bajo el nombre de Colombeia) y
conformar el Incanato (especie de monarquía) y Bolívar logra una modesta unión
colombina.
Los primeros constituyentes dejan establecido
su concepto de Estado en la proclama dirigida a los habitantes de Caracas: “En
efecto, Estado independiente y soberano es aquel que no está sometido a otro:
que tiene su gobierno, que dicta sus leyes, que establece sus magistrados y que
no obedece sino los mandatos de las autoridades públicas constituidas por él
según la constitución y reglas que se dan para sus existencia política”
(Bolívar –Documentario-, 1983). Los artífices de la idea de nación constituida
en Estado soberano son civiles para ese momento histórico contándose entre
ellos Cristóbal Mendoza y Germán Roscio entre otros.
Pero cuando se busca los antecedentes
inmediatos o directos del concepto o la idea de nación y Estado en los primeros
constituyentes, se encuentran “a partir
de la Revolución Francesa cuando comenzó a utilizarse el concepto de nación
como aludiendo a un cuerpo democrático
de individuos, unidos por la posesión de derechos comunes y con una
organización de poder político fundamentada en el consenso” (Vargas y
Sanoja,1989; p.09) y “tuvo en su origen un sentido completamente universalista”
(Habermas.1989;p.117). Recuérdese que la Revolución Francesa es la primera
revolución burguesa, es decir, una élite social económicamente poderosa llamada
burguesía que acaba con la monarquía francesa e instaura la república.
Pero para llegar al concepto
práctico, y sobre todo, jurídico, es necesaria la existencia de unas
condiciones previas o condiciones objetivas. En tal sentido, se tiene que: “…
el desarrollo del concepto de nación y la estructura estatal son procesos
inducidos que se dan sobre la base de condiciones socio-históricas producidas
por las sociedades aborígenes y la sociedad europea que se convierte en el polo
dominador del proceso” (Sanoja, 1987; p.265). Lo que será posteriormente la
nación venezolana está fundamentado en
un sincretismo total (cultural, étnico, político, social, económico imbricados
en un objetivo común) representado por los aborígenes, los invasores españoles, los
secuestrados africanos y posteriormente en el siglo XX con la inmigración
europea dará origen a lo que hoy días es el gentilicio de ser venezolanos.
En la colonia tardía, los
descendientes de los primeros conquistadores que convierten en polo dominador
del espacio (geográfico y humano) los ya mencionados criollos, aseguran su
dominación con:
El establecimiento de nuevas formas de
gobiernos y marcos jurídicos propios que integren las diferentes áreas del
territorio a través de la institucionalización de sus relaciones, ha sido el
instrumento idóneo para asegurar los intereses
de esta clase, apoyada en otros elementos integrados de carácter ideológico: la definición y
fortalecimiento de una conciencia
nacional según la cual los intereses y
objetivos de la formación social en su conjunto se definen de acuerdo con el
marco referencial de la clase dominante. (Cendes, 1986; p.101).
Como ya se expresó anteriormente, esta
primogénita república federal proclamada
en 1811, tiene una existencia sólo de
siete meses debido a la reacción monárquica y sellada con la capitulación de
Miranda (hecho preso y entregado a los españoles de manos de Simón Bolívar,
Miguel Peña y Manuel María de la Casas). El próximo congreso se reunirá, en
1819, en Angostura (hoy Ciudad Bolívar) bajo el mando de Bolívar. A partir de allí, no se hablará de una Confederación Americana
de Venezuela sino de un Estado Centralista y nace la semilla de la unión colombiana, ratificada
en el Congreso de Cúcuta de 1821. Muchos ven esa unión como una necesidad
táctica de la guerra; la República de Colombia está más en el papel y en el pensamiento de Bolívar que en la conciencia de
la población y de la élite criolla. La
élite esperará las condiciones favorables para ejecutar sus planes de
separación: “el movimiento que da el traste con Colombia es política e
ideológicamente abigarrado, y se caracteriza por la ausencia de participación
popular”. (Carrera Damas, 1983; pp. 72-73).
Por ello, siempre es importante
estudiar la posición de José Antonio
Páez en el proceso de separación de la República de Colombia. Hasta qué
punto Páez es manipulado por la élite de
los criollos en general y la valencianidad (que aspira la capitalidad) más aun
cuando él no pertenece a ese estamento.
Ha llegado al máximo grado militar con esfuerzo propio. Lo que está demostrado
históricamente es que José Antonio Páez:
… asumió la nación, mientras Simón Bolívar hizo suya la emancipación. Al luchar por ésta, Simón Bolívar suponía que ella advendría al reino de la razón y la moral; al asumir la nación, José Antonio Páez permaneció en el ámbito de su razón y de su moral. Por eso, mientras Simón Bolívar fue el hombre del siglo XVIII, José Antonio Páez lo fue del siglo XIX (…), los papeles históricos que están asignados de esta manera: Simón Bolívar fue el creador de la independencia, José Antonio Páez el de la Nacionalidad. (Castro L, 1985; pp. 11-12)
De acuerdo con lo antes dicho y
siguiendo el criterio de Arciniegas (1989) se tiene que la nación presupone,
como concepto, un cierto grado de integración socioeconómica del territorio y
una estructura valórico-normativa que obra como mecanismo de identidad, amén de
su expresión jurídico-política, el Estado, que somete al ámbito geo-social a su
autoridad. Todo esto, para el tiempo de
1830, es más meta-historia que realidad venezolana; al igual que los
países hispano-americanos, no cuenta con
los elementos constitutivos.
La “conciencia nacional”, por
ejemplo, sería una “conciencia estamental” (solo de sectores socio-económicos),
es decir, una experiencia ciudadana común. Aun cuando la lucha anticolonial
contribuyó a generar amplios sentimientos nacionales, los intentos de creación
de un orden político oligárquico (de participación restringida) obstaculiza, en poca medida, la transferencia de las
lealtades políticas de los sectores populares hacia los nuevos centros de
autoridad, a las formas de un nuevo Estado. Son lealtades que antes fueron
otorgadas al poder monárquico colonial, se desplazaron hacia los caudillos
quienes, por las condiciones que impone la atomización social, se forman las organizaciones en función de sus intereses
y/o los intereses regionales y locales. Se entenderá entonces, que esos
autonomismos se fusionan con las luchas caudillistas y resistirán el
sometimiento a la jurisdicción de las nuevas estructuras políticas en
formación. A pesar de ello la
Constitución de 1830, donde nace Venezuela y la nacionalidad venezolana,
será la Constitución de más larga duración en el siglo XIX, de 1830 hasta 1857;
es decir veintisiete años, solo superada
por la Constitución de 1961 (duración: treinta y ocho años).
De acuerdo con González O., (2002): La
conciencia histórica y la identidad nacional es el proceso de comprensión de lo
vivido, de todos los procesos vividos, cuando y como lo hemos vivido; la
valoración de lo vivido y de lo logrado en él o los procesos para construir una
nación, con todos ellos, no sólo con algunos y, sobre todo, con los que
condujeron a un presente de logros y déficits, de transformaciones tan
profundas como la crisis que nos habita; y por supuesto, la identificación de
estos procesos y su valoración, condición para el raigambre de un sentimiento
de pertenencia.
Los venezolanos tenemos una idea ahistórica de Venezuela. A la pregunta ¿Desde cuándo existe Venezuela? Responden ¡Desde siempre! No sabemos, o no podemos afirmar que sepamos, que cosa es Venezuela; y nos sorprenderíamos si se nos recuerda que la denominación es un invento, y europeo. Lo denominado, un territorio que no siempre ha sido el mismo; un estado republicano que primero fue monárquico, y una república que no siempre ha tenido el mismo nombre. Y lo denominable, una nación, es decir, un grupo humano mestizo y de inmigración; un territorio con un determinado grado de integración; un complejo de vínculos de superación de los conflictos y las desconfianzas mutuas, de solidaridad consensualmente admitidos y de unión bajo un gobierno común; una conciencia e identidad, y un sentimiento de pertenencia(González O, 2002. Disponible: www.tiempo.uc.edu.ve Consulta: 30-03-14).
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