Por: Luis Rafael García
Jiménez.
RESUMEN
La Neomicrohistoria es la hija de la crisis de los paradigmas, escrita con incertidumbre arropada por el evento, el caos y el azar de la cotidianidad del hombre común expuesto a los accidentes de la historia. La Complejidad será su manera de ver al microespacio y a los múltiples tiempos que se dan de manera simultánea. El fruto de la investigación no será objetivo ya que tendrá tres capas de subjetividad: la fuente (el hombre que la produce) es subjetiva, el historiador subjetivo y el lector subjetivo. La Neomicrohistoria es un planteamiento alternativo, de la historia oficial y monumental, que pretende abrir la mente del colectivo y demostrar que la historia no es inexorable, preguntándose ¿qué hubiese pasado si? Ya que el pasado, que en teoría no existe, es en definitiva un cúmulo de circunstancias azarosas. La Neomicrohistoria no solo trata de renovar la concepción del objeto sino que hay que revertir las perspectivas epistemológicas del sujetoPalabras claves: Neomicrohistoria, Complejidad, Subjetividad, Caos, Evento, Azar.
ABSTRACT
The new microhistory is paradigm’s daughter crisis, wrote with uncertainty and cover for the chaos and the day chance of the common man expose to history accidents. The complexity will be the way to look the micro space and the multiple times at once. The result of research will not be the objective but with three shells of subjectivity: 1) The source (the man who produce it), 2) The history maker, an 3) the reader. The new microhistory is an alternative approach of the formal and monumental history trying to open people’s mind and show history is not inexorable, asking what would happen if…? Given that past doesn’t exist, it is finally a group of random circumstances. The new microhistory attempts not only renew the object conception but revert the episteme subject perspective.Key words: New microhistory, complexity, subjectivity, chaos, happen, chance
INTRODUCCIÓN
La neomicrohistoria
nace y navega en el marco de la crisis de los paradigmas, asumiendo las contradicciones
de la crisis de las ideas de progreso y ciencia. Ella es una propuesta teórica-metodológica para estudiar pequeños
espacios, individuos anónimos o débiles y cotidianidades (las partes contienen
el todo). Ha querido desprenderse de las ataduras académicas de la Modernidad,
aceptando y asumiendo la crisis de los
paradigmas que dan la oportunidad de vernos a través de nuestros espejos hechos
a mano, es decir, crear nuestras teorías y métodos que se adapten a nuestras
realidades. Los métodos serán diversos caminos que cada investigador acondicionará
de acuerdo a su tema a su aparato erudito y visión temporo-espacial.
Se propone
descontinuar la realidad a través de una triple subjetividad: la del
autor-actor de la fuente, la del historiador y la del lector. Además se
plantean las categorías de encriptación de la historia (el secreto guardado del
poder), la criptohistoria (la historia oculta o desconocida) y la apohistoria
(lo que retrodice el historiador). La neomicrohistoria dialogará a través del pensamiento
complejo y con la transdisciplinariedad en donde las disciplinas se confunden y
funden para convertirse en una sola visión subjetiva de la realidad. Se puede
decir que Clio está en un proceso de reacomodo y la neomicrohistoria es parte
de ese reacomodo.
LA NEOMICROHISTORIA LO VIRTUAL DE
LO COTIDIANO (UN DESAFÍO DE LO INESPERADO).
Como buenos hijos o tataranietos coloniales de
una ex potencia europea, (grandísimos hijos de la madre patria) consciente o
inconsciente, siempre nos hemos visto y estudiado a través de los ojos
foráneos, asumiendo como propia la visión colonial-eurocentrista de la historia
y del conocimiento, tratamos así, de comprendernos con las teorías y modelos
ajenos. Los europeos pensaban y piensan que nosotros ni siquiera tenemos
historia. Hegel (1989) expresaba que: “América
debe ser eliminada del ámbito en el que se ha movido hasta hoy la historia
mundial. Lo que allá sucedió hasta ahora es sólo un eco del viejo mundo”. También
excluía de la verdadera historia a todos los pueblos de Asia, y África; los
pueblos orientales serían geografía, naturaleza, pero no son ni tienen
historia. Ranke (1979) expresaría que China y la India no tienen historia, su condición
pertenecía más bien a la historia natural. En la actualidad simplemente somos
para los españoles: “Sudacas”.
En las últimas décadas
cuando las viejas teorías del primer mundo han demostrado su incapacidad para
comprender las nuevas realidades, los nuevos conocimientos deben llegar desde
la periferia o de las márgenes y nosotros somos la periferia y siempre hemos
estado marginados. Ha llegado la hora de vernos a través de nosotros; no podemos seguir
manteniendo a ultranza el coloniaje teórico al que hemos sido sometidos hasta
ahora. Ese vernos a nosotros mismos primero y después ver a los demás (la
mirada tiene que ser por demás subjetiva), a través de la creación de nuevas teorías
y nuevos métodos, es el primer gran reto de la microhistoria. Los espejitos que
le dejaron los españoles a nuestros indígenas solo nos han servido para ver
otra realidad distorsionada.
Como es sabido las
historias universales escritas hasta ahora, no son más que el mundo visto desde
y para Europa (así como la globalización es tratar de occidentalizar o norteamericanazar
al mundo). Y las historias de Venezuela han sido escritas desde la Silla de Caracas; es decir, la versión
caraqueña del país, y una gran mayoría de historia de los estados siguieron la
periodización y ritmo histórico caraqueño. Un venezolano de Caracas y un
venezolano de un pueblito del interior del país, no se sienten depositarios de
todos los valores históricos impuestos por las elites que han detentado el
poder y las próximas a ejercerlo: el
caraqueño concibe su destino como el de la deseada modernidad, en constante
cambio de sus referentes identitarios (“Caracas es Caracas y lo demás es monte
y culebra”), en donde el hombre, rodeado de concreto, se siente un extraño con
respecto no solo a su entorno y al otro, sino también con respecto a sí mismo.
Como diría Augé (1993) se ha convertido
en no lugares; es decir, espacios que no son en sí lugares
antropológicos y que contrariamente a la modernidad, no integran los lugares antiguos, porque no existían en
el pasado; esos no lugares están habitados por seres anónimos con su individualidad
a cuestas. En cambio, el habitante del pueblito (lugar) concibe su destino como
una armonía entre su espacio reducido y su tiempo detenido, entre la
preservación de los antiguos valores,
sus representaciones sociales y la pertenencia de las decisiones concretas para
el presente, a pesar de la influencia de los medios de comunicación que han
caraqueñizado a todo el país. Luis González expresa que: “La historia universal y las historias nacionales
están pobladas de gente “importante”: estadistas y milites famosos por sus matanzas,
explotadores ilustres o intelectuales soberbios y cobardes. Los autores de la
vida menuda rara vez merecen los apelativos de sabios, héroes, santos y
apóstoles” (1973, p.29).
Las historias
regionales y locales, las parroquiales y de los barrios han logrado un avance
al desprenderse de las ataduras temporo-espaciales de las capitales de los países
y el desarrollo de nuevas temáticas, de ahí priva la gran importancia que ha
tenido esta manera de ver la historia. El problema ha sido, sin negar su
trascendental importancia, que sus cultivadores han seguido la concepción histórica
de la Modernidad con sus esquemas teóricos, ideológicos y metodológicos, bajo
el manto del positivismo, marxismo, estructuralismo, funcionalismo o todos
ellos; aferrándose a la cientificidad de la historia. Debido a la crisis de los
paradigmas Straka (2002) señala que la historia volvió a la intemperie. Rotas
las certezas y deshechos muchos de los paradigmas de la Modernidad, quedó
indefensa.
Los historiadores
lucharon durante siglos para que la historia fuera considerada como una
ciencia, por todos los medios trató de demostrar su carácter científico. La
investigación histórica comenzó a seguir al pie de la letra, los pasos metodológicos
de las ciencias duras, inclusive llegaron
a proponer leyes (inexorables) históricas. El modo moderno de pensar estuvo
caracterizado por la razón (que explica y ordena el mundo), el orden, la jerarquía,
la universalidad, la verdad, el progreso, un pensamiento unificador y
disciplinario y el dominio de la naturaleza. La modernidad será la época de la
legitimación metafísico-historicista; la historicidad lineal, progresiva y de
plenitud, fundarán la contextura del saber moderno. Los grandes metarrelatos
legitimaron la marcha histórica de la humanidad y el papel guía que los
historiadores desempeñarían en ella. Mires (1996) dice que durante la
modernidad; fue realizado el traspaso del concepto de transcendencia desde el
campo de la religión al de la historia y, por supuesto, al de la política, como
medio de realización de la historia, en dirección de una utopía preestablecida.
La historia legitimó a la civilización
occidental de acuerdo a Hottis (1999), la historia judeo-cristiana,
hegelianismo, positivismo, progresismo, evolucionismo, todos los cuales
aspiraban a conducir a la humanidad a una salvación única y segura.
La historia como
ciencia o disciplina (el estatuto de la historia como disciplina permanece
irresoluto), así como los marcos conceptuales con los que ha operado, se forjó en
el interior de la tradición moderna cuando ésta entró en crisis (imposibilidad
constitutiva de resolver nuestras incertidumbres) teniendo que provocar,
irremediablemente, una fractura de los paradigmas historiográficos establecidos
y una desnaturalización de los conceptos analíticos de la historia tradicional
(idealista, cronológica-narrativa) como el de la historia social (con su modelo
dicotómico y objetivista), con respecto a esta última, recordemos que la
historia social está constituida por dos corrientes o tendencias: el
materialismo histórico y la escuela de Annales (aunque hay historiadores que no
están adscritos a ninguna), Seguidores de Annales, cliometristas (escuela
estadounidense) y marxistas se movían en la misma dirección, pese a sus
concepciones políticas y sociales divergentes por haber superado los estrechos
confines del paradigma historicista con su focalización de la narrativa en los
grandes acontecimientos, hombres e ideas, el cual había dominado la profesión histórica
desde Ranke, es decir, los tres superaron y condenaron a la historia episódica.
Ante la creciente
reconsideración acrítica a la que han sido sometidos los principales supuestos teóricos-epistemológicos
en los cuales se habían basado hasta el momento la investigación histórica, se
han estado gestando paulatinamente
“una(s) nueva(s) teoría(s) de la
sociedad”; es decir, ha ido tomando cuerpo entre los historiadores, una forma
cualitativamente distinta de entender el funcionamiento de la sociedad, sin
caer en el subjetivismo idealista de la historia tradicional. Han ido en
aumento las deserciones en las filas de la historia social, de la historia
global, de la historia problema, de la historia como ciencia del cambio y están
retornando las antes atacadas, combatidas y vilipendiadas en la historiografía
internacional los géneros tradicionales, pero con una nueva visión, tales como.
Las historias biográficas, políticas, narrativas, de las instituciones
militares, diplomáticas entre otras. Lo que debe quedar claro es que hemos
llegado al final de una historia determinista, lineal y homogénea.
La neomicrohistoria
no pretende ser una ciencia ya que ella no busca desarrollar leyes generales,
ni se adscribe al método científico de la Modernidad, porque éste, como bien lo
expresa Wallace (1980) intentan eliminar deliberadamente el punto de vista
individual del sujeto que conoce, que están concebidos como reglas que permiten
establecer una distinción adecuadamente nítida entre el productor de un
enunciado y el procedimiento por el cual es producido. La neomicrohistoria
estará cara a cara con la tardomodernidad, sobremodernidad o la hipermodernidad
que no es la superación de la Modernidad sino su ampliación radical en sus ejes
fundamentales (Lipovetsky, 2004). La neomicrohistoria no se planteará problemas
de investigación (por aquello que si no hay problema no hay investigación) ya
que no está orientada a la solución de problemas, sino que se sumerge en ellos,
dialoga con ellos, viéndolos desde diferentes perspectivas.
Los futuros lectores buscarán o
complicarán las posibles soluciones. En la historia es inútil tratar de buscar
en ella leyes sociales o convertirla en una “especie de tribunal para juzgar la
conducta de los hombres que pasaron por el mundo”(Arcila F., 1957).
La ideología estará
presente en el objeto de estudio y en el sujeto que estudia; el problema se
complica cuando en la historia el investigador es sujeto y objeto de su
disciplina. La ideología es un nivel de significación que puede estar presente
en cualquier tipo de mensajes, aún en el discurso científico (Veron, 1971). El
sujeto (historiador) subjetiviza al objeto (hecho histórico o personaje) y éste
subjetiviza al sujeto “…el historiador
no prescinde, no puede prescindir, en su labor profesional de su sistema de
valores ideológicos o filosóficos, su experiencia vital, política y social, ni
de su grado de formación cultural, como de su preocupación de demostrar”
(Moradiellos, 2001, p. 73). Todo acontecimiento histórico es un producto ideológico,
desde una batalla independentista hasta la vida cotidiana; desde la vida de un héroe
hasta la vida del hombre débil. Y cuando el historiador reproduce fielmente el
pasado, a través de su discurso, lo que está haciendo es la reproducción de la
ideología dominante de aquel pasado, contaminándose con la ideología de éste o
contaminando a éste con la del investigador. Así como la escuela, los
sindicatos, los medios de comunicación, entre otros, son aparatos ideológicos
del Estado, la historia con mayor razón, ya que la clase dominante escribe su
historia de acuerdo a sus intereses, para mantener el Estado o su Estado. Con razón
muchos expresan que la historia la escriben los vencedores, sus hijos la
repiten y sus nietos la reescriben. Los historiadores oficiales (o no) siempre
expresan que su investigación y los resultados son producto de la objetividad,
cuando en realidad todos conocemos las cargas ideológicas de éstos inmersas en
su objetividad. Por ejemplo, una biografía de Zamora (caudillo de la guerra
federal venezolana) narrada por Brito Figueroa no sería igual que una narrada
por Morón, es decir, las concepciones ideológicas de Zamora son analizadas
desde otras perspectivas ideológicas.
Cuando Venezuela se
separa de la Gran Colombia (una ilusión Ilustrada), dejamos de ser colombianos
y comenzamos a ser venezolanos, siendo la primera preocupación ideológica de la
clase dominante escribir, su historia. Esta historia nacional y las
posteriores, será la concepción caraqueña de lo nacional, ya que olvidaron los
ritmos y tiempos históricos de las regiones históricas del actual territorio
venezolano, Será una historia ideológica ya que es parcial e inconexa
(ocultando las contradicciones) ignorando que no solo la parte está en el todo
sino que el todo está en la parte (hologramático). Ese olvido intencional es producto de la
ideología. Algunos justifican esa postura por la necesidad de un proyecto
nacional y buscarle al país-nación-Estado, no siendo más que una manipulación ideológica.
Por permitir o asumir, en la neomicrohistoria, la carga ideológica de los
hechos, de los actores y del investigador (sujeto-objeto) no la hacen
científica en el sentido académico moderno del término. El sujeto y el objeto
estarán fundidos en uno solo, inclusive, el investigador entraría a formar parte
de su propia tela de araña (donde él solo puede moverse), construyéndola y atrapándose
hasta desparecer. La ideología servirá para legitimar las creencias o el
comportamiento de un grupo social mientras que las representaciones sociales
servirán para dar sentido y comprender la realidad social de la cotidianidad.
Se parte de la idea que un discurso será ideológico cuando oculta las
contradicciones, mientras más afloramos las contradicciones más nos alejamos de
la ideología. Para Eco (1991) el discurso no ideológico es un aserto metasemiótico
que muestra la naturaleza contradictoria del espacio a que se refiere.
Si la
neomicrohistoria no sigue el método histórico moderno, entonces cuál será su método.
Serán métodos convertidos en caminos que
hacen caminos al andar, adaptándolos a las exigencias particulares de cada investigación
al aparato erudito de cada investigador. El plan de trabajo o el proyecto no
serán una camisa de fuerza sino una guía que se irá modificando en la medida
que avanza la aventura de conocer, dejándonos llevar de la mano por el azar.
La neomicrohistoria será
la historia menuda, de las migajas de los fragmentos, de las partículas, de la
cotidianidad, de lo que va quedando en la memoria colectiva como una suma de
individualidades. La cotidianidad es una vida compleja en la que cada individuo
juega múltiples roles sociales, de acuerdo a quien sea en sociedad, en su
trabajo, en la calle, en su casa, con los amigos, con los enemigos o con los
desconocidos Vemos así que cada individuo tiene una multitud de identidades,
una multicidad de personalidades en sí mismo, una multicidad de opiniones y
decisiones, un mundo de fantasmas, de amores,
de sueños y simulacros que lo acompañan el montaje de la obra teatral que es la
vida de las cotidianidades.
La neomicrohistoria
se fundamenta en una triple subjetividad (aunque puede llegar a cuatro), la
primera que está presentada por el hecho histórico y el autor-creador-actor de
la fuente; el documento puede decir una verdad o una media verdad o una falsedad
en su totalidad, por ejemplo: una compra ficticia o simulada o el personaje es
un testaferro o ¿Qué hay detrás del documento? O ¿Quién está detrás del
documento? Con respecto al actor o al personaje es indudable su carga ideológica,
todas sus acciones y actividades son el producto de su sistema de ideas. La
segunda, representada por el historiador que ve la fuente desde los ojos del
presente con toda su carga ideológica, de perjuicios e intencionalidades; está
en las manos del historiador convertir un hecho cualquiera e insignificante en histórico,
puede proyectar a su personaje en un héroe o en un villano si comparte o no su
posición ideológica. Pero lo que busca la neomicrohistoria es ver a su
personaje tal como uno cree que fue o es, con o sin posturas, con o sin ataduras, con sus contradicciones.
La tercera, estará representada por el
lector, quien también con su carga de
ideología, de valores y perjuicios aceptará o no lo que está ante sus ojos. El
historiador no escribe para él, para guardarlo en su archivo o cargarlo
guindando en un pen drive, él escribe para que otros lo lean y lo reconozcan y
quien lo va a leer tiene su carga ideológica, compartirá, dudará, criticará o
simplemente rechazará lo leído. Esto dará pie a una historia discursiva en forma
de prosa subjetiva, en donde el historiador a través de su discurso, interviene
y opina sobre su mismo discurso, porque es su creación, es su invención,
inclusive hablará de los inconvenientes y obstáculos encontrarlos en la
investigación o expresará como fue el proceso de búsqueda.
Uno de los aportes
de la neomicrohistoria son las categorías de encriptación histórica, la
criptohistoria y la apohistoria. Con respecto a la primera se tiene que
las clases dominantes y las
organizaciones de poder, a lo largo de la historia, han hecho del secreto de
muchos de sus actos un principio fundamental de su actividad. Cuando informan a
la colectividad (si hay necesidad de ello) dirán lo que ellos quieren que se
sepa y esa información encriptada es la que pasará a la historia y ella será la
estudiada por los investigadores sociales e historiadores; es decir, siempre
conocerán verdades a medias o medias mentiras, convirtiéndose la mentira, en la
mayoría de los casos, en una fuente histórica.
En virtud de lo anterior se puede dar como ejemplo el uso de las partidas
secretas de los gobernantes: ¿Cuántas informaciones habrán comprado? ¿Cuántas
conciencias cambiaron de rumbo? Otro ejemplo se tiene en las entrevistas
privadas de los presidentes con sus pares, con sus ministros, con personeros de
la oposición o aquello de que los muertos no hablan o sin testigo no hay
crimen; ¿Cuántos secretos de familia no llegaron a la tercera generación?
Con respecto a la
apohistoria consiste en que el historiador retrodice o postdice, ya que el
pasado no puede reconstruirse en su totalidad, todavía el hombre no ha
construido una máquina del tiempo; solamente estudiamos partículas de ese
pasado que teóricamente no existe. El hombre y las sociedades necesitan olvidar
para poder continuar con su vida y solo el recuerdo le permitirá conectarse con
fragmentos de su pasado. No podemos mantener vivo e intacto los sucesos de una
guerra o de las matanzas en nombre de cualquier causa noble y patriótica, por
nuestra salud mental individual y colectiva hay que olvidar. El pasado, para
Jorge Bracho, se asume que se hace inteligible bajo el flujo del presente. A
partir de la retrodicción se infiere lo que pasó, partiendo de lo que sucede
(1999). Siempre reconstruimos medias verdades y medias mentiras; siempre existirá
una historia oculta y enigmática: Esa historia que nunca llegaremos a conocer o
un hecho histórico que no ha sido historiado y por tal motivo no existe serán
criptohistoria. Una pléyade de historiadores ha caído en la trampa historiográfica y han dedicado gran
parte de su producción en averiguar quién fue el fundador de Caracas, quién y
cuándo se fundó Valencia la guerra simétrica de guaicaipuro; qué trataron Bolívar
y San Martín cuando se reunieron, buscar por todos los medios: “narrar los hechos
tal como sucedieron”.
La reconstrucción
discursiva histórica en forma de prosa de las partículas del pasado, verdaderas
o falsas, será la apohistoria. Esto quiere decir que toda la histografía
existente es apohistoria, una partícula reproducida de lo que pudo haber
sucedido, de acuerdo al criterio del historiador desde el presente.
Como ya hemos visto,
la neomicrohistoria, no verá a la historia como una ciencia, ni como un arte;
sino simplemente como historia, cargada de pensamiento complejo, entendiendo
que la complejidad es una palabra problema y no una palabra solución; se trata
de ejercitarse en un pensamiento capaz de tratar, de dialogar, de negociar, con
las realidades que son deconstruidas por el historiador. La neomicrohistoria será
diluida en y con otras disciplinas llegando a la transdisciplinariedad,
reconociendo que ella es producto de la crisis de los paradigmas, permitiendo
un sincretismo teórico producto del eclecticismo y del reacomodo historiográfico
de Clio.
La neomicrohistoria trascenderá
el espacio físico convirtiéndolo en espacio histórico, ya que el hombre en su
actividad económica, política, social, cultural y cotidiana va más allá de las
regiones geográficas, políticas y administrativas; más allá de los puntos y las
rayas de los mapas. Transcenderá el tiempo cronológico lineal para convertirlos
en tiempos históricos, de acuerdo a la actividad cotidiana el tiempo lineal
cronológico pasará lento o pasará volando. Hablar cinco minutos con una suegra
odiosa es una eternidad, pero al hablar dos horas con una hermosa mujer las
horas se hacen minutos. Cuando sufrimos un accidente todo el suceso lo vemos y
lo sentimos como en cámara lenta, son las milésimas de segundo más largas de
nuestras vidas. Cada individuo, cada colectividad, cada hecho, llevan un
diferente ritmo histórico que hay que deconstruir, hay que localizar o hay que
inventar. Así podemos ver un tiempo para trabajar, para enfermarse, para la
vida, un tiempo para el amor, un tiempo litúrgico en fin para todo a un tiempo
a un ritmo diferente. Y digamos (Villalba, 2002), con algún dejo de incerteza
que estamos en presencia de un tiempo
ilusorio, que no se deja acorralar para ser convertido en esclavo de los detentores del tiempo
lineal. Identificar los ritmos de los espacios y de los tiempos históricos en
las cotidianidades, colectivas, locales y de los barrios darán una periodificación
muy particular que variará metodológicamente dependiendo que se estudie y quien
lo estudie. Federico Villalba (2001) expresa que asistimos a la aparición de
nuevos mapas, topologías sorprendentes o vértices amenazantes. Y del cosmos
llega la radiación de fondo que invita a estudiar al pasado y el futuro (si es
que se puede separar del azaroso presente) en términos transrelativistas; es
decir, no solamente como una fusión inconsútil como espacios de creación
transfinitos. El hombre débil, la familia, el barrio, la localidad y cada hecho
llevan su propio ritmo temporo-espacial ajeno e indiferente a la cronología
nacional y mundial. Ellos han periodizado su vida, siempre tendrán un antes de…
y un después de… El historiador tiene que encontrarlos, tiene que estudiarlos o
tiene que inventarlos.
Se ha dicho que la
realidad no existe, la realidad se construye; pero no hay una realidad en
singular. Si existen múltiples realidades, la que construye, reconstruye o
deconstruye el historiador puede ser una realidad simulada, un montaje que puede ser verdadera o falsa de acuerdo al autor y
al lector. Vistas las cosas de esta manera podemos hablar de una historia virtual,
ya que se pueden estudiar o agregar qué aspectos de la historia fueron
inevitables y que otras fueron contingentes ordenadas pueden sufrir cambios
abruptos y catastróficos, por ejemplo la URSS, el imperio azteca entre otros.
La neomicrohistoria
es reconocer que es imposible conocer la verdad histórica, los hechos tal y
como sucedieron, reconstruir el pasado, ver un solo tiempo, reducir el espacio,
creer en la objetividad, buscar leyes generales, pensar que se está haciendo
ciencia. La neomicrohistoria será la hija del evento, de la incertidumbre, el
caos, el azar, vista desde la complejidad en un mundo planetario y de
realidades simuladas y lo más importante hecha con la mayor libertad, sin las
ataduras del pensamiento científico moderno. En el futuro quizá sea otra cosa pero hay que hacer camino.
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