domingo, 18 de noviembre de 2018

EL LENTO FRAGUADO Y GESTACIÓN DE LA NACIÓN VENEZOLANA EN LOS INICIOS DEL SIGLO XIX.




Ponencia presentada en el II Congreso Internacional de Investigación e Innovación. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Dirección de Investigación y Producción Intelectual. Universidad de Carabobo. 02 de julio de 2018.
Por: Luis Rafael García Jiménez.
FACES-UC
Cátedra de Historia Contemporánea.
RESUMEN INFOMATIVO
La crisis de la sociedad colonial se manifiesta a finales del siglo XVIII y la ruptura del nexo colonial se realiza en los primeros veinte años del siglo XIX. La idea de nación en los habitantes del actual territorio venezolano comenzó su gestación y  lento fraguado, es decir, después de casi trescientos años de dominio español. La nación será comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de una comunidad de idiomas, de territorio, de vida económica, cultural y  psicológica. Aun cuando la lucha anticolonial contribuyó a generar amplios sentimientos nacionales, los intentos de creación de un orden político oligárquico (de participación restringida) obstaculizaron,  en poca medida, la transferencia de las lealtades políticas de los sectores populares hacia los nuevos centros de autoridad, a las formas de un nuevo Estado.
Palabras Claves: nación, constitución, estado, país.

INTRODUCCIÓN.
La nación, hoy llamada Venezuela, comenzó su lento fraguado y gestación a finales del siglo XVIII, cuando la Corona española crea jurídicamente la Capitanía General de Venezuela que establecería las bases territoriales de la futura nación.
En los primeros años del siglo XIX se inician los primeros intentos de independencia y será en 1812 cuando se dicta la primera Constitución, originando la idea de nación, luego vendrá la constitución de 1819 (crea la Ley fundamental de Colombia) y en el año de 1830 en Valencia la constitución que nos separará de Colombia. Con la separación nace la nación venezolana.
Aunque hoy en día siga el proceso de formación y consolidación de la nación muchas personas siguen confundiendo los términos de: Estado, país, pueblo y nación. Pero en todos los casos está  inmerso el sentido de pertenencia.
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I.
Es común que muchas veces se confundan los términos: Estado, país, pueblo y nación. En tal sentido se tiene que:
Estado: Derivado de stato, participio del verbo stare y que designa una «organización estable».  Indica y describe una forma específica de ordenamiento político que empezó a adquirir cuerpo a partir del siglo XIII, desarrollándose a través de los conflictos entre iglesia, baronía, señorío, monarcas y burguesía mercantil en torno a la unificación de las estructuras de poder territorialmente fragmentadas.
País: Es una determinada área geográfica y una entidad políticamente independiente, que cuenta con su propio gobierno, administración, leyes, fuerzas de seguridad y, por supuesto, población. De todas formas, un Estado puede estar formado por distintos países o naciones. La palabra país comparte significado con nación (del latín nātio), en especial con su aceptación como nación política. Es decir, se trata del ámbito jurídico-político y de la soberanía constituyente de un Estado. Los países se encuentran divididos por líneas imaginarias que determinan su territorio. A estas líneas se las conoce como fronteras y son las encargadas de delimitar el espacio en el que cada Estado tiene su jurisdicción.
Pueblo: La palabra pueblo proviene del término latino populus y permite hacer referencia a tres conceptos distintos: a los habitantes de una cierta región (estas personas constituyen una comunidad gracias a que comparten una cultura similar), a la entidad de población de menor tamaño que una ciudad y a la clase de una  Sociedad.
Nación: La natio ―vista en la antigüedad romana como equivalente a gens y populus y en oposición a civitas— se refiere originariamente a comunidades integradas básicamente por asentamiento y vecindad, en términos espaciales o geográficos, y por lengua, costumbre y tradiciones comunes, en términos de unidad histórica o cultural, pero no organizadas bajo formas estatales, en términos de unidad formal o política. Dicho de otro modo: en sus orígenes natio expresaba una realidad prepolítica o, con más precisión, una integración cultural a partir de una unión de personas con la misma procedencia, con la misma identidad colectiva y con la misma experiencia histórica. Ese sentido llegará al siglo XV, en el que el término «nación» pasa a ser empleado cada vez con más propósitos políticos, designando «una cantidad considerable de población que vive en cierta extensión de territorio, comprendido dentro de cierto límites, y que obedece al mismo gobierno».
 A partir del siglo XVIII, período marcado por las tres grandes revoluciones burguesas (la inglesa, la norteamericana y la francesa), la nación incluye societas civilis (los ciudadanos con derecho a participaren la elaboración de leyes, así como en la construcción y en la conducción de las instituciones de gobierno) y la idea de «conciencia nacional» se transforma gradualmente en una poderosa fuerza movilizadora, de cohesión y de afirmación social. Éste es el momento histórico en el que la nación pasa a ser identificada como fuente de soberanía. Es decir, como la consecuencia concreta del derecho de una comunidad dada o de un pueblo a autodeterminarse políticamente y a hacer valer, dentro de su territorio, la universalidad de sus decisiones, como resultado objetivo de la capacidad de una sociedad históricamente integrada para constituirse libremente y para organizarse de modo
Cuando se habla de nación se piensa en un conjunto de seres humanos que asociados a características específicas conforman un ente  social independiente, constituyendo así la forma más amplia de comunidad. Estas características comunes serán entre otras: territorio, cultura y unidad jurídica, social y de defensa. La idea de nación en los habitantes del actual territorio venezolano comenzó su gestación y  lento fraguado a finales del siglo XVIII, es decir, después de casi trescientos años de dominio español.
La idea de nación debió estar presente en la élite que aspiraba dirigir  la ruptura  del nexo colonial. Los llamados “blancos criollos” (mantuanos o grandes cacaos) quienes conformarían la cúspide de la pirámide de la sociedad colonial, serán los llamados a llevar a cabo la materialización de la creación de la futura nación a la conformación de un Estado Republicano libre e independiente.
El primer intento de conformación se encontrará en los constituyentes de 1811 quienes en la Carta Magna (primera en América Latina y segunda de América) establecerán la creación de la Confederación Americana de Venezuela, como se sabe esta experiencia durará escasos meses cuando se inicia la reacción  monárquica. El inicio de la guerra  por la independencia, la conformación de Colombia (la unión de la Capitanía General de Venezuela, Cundinamarca y Quito) obligará a suspender por veinte años la creación de una nación en el antiguo territorio de la Capitanía  General. La aceptación de la República de Colombia (la grande) fue a medias y por conveniencias tácticas del conflicto bélico independentista  por parte de la gran mayoría de la clase dirigente y dominante, hubo una resistencia constante en contra de la unión colombiana.
Cuando la élite vio la independencia segura y libre de enemigos ultramarinos y continentales, retoma sus ideas autonomistas y se enfrentan abiertamente  con Simón Bolívar artífice de la unidad colombiana. La última batalla significativa, dirigida por Bolívar, se realiza en 1821  en el Campo de Carabobo (faltarán la toma de Puerto Cabello y la Batalla Naval del Lago) pasando Páez a ser el jefe supremo del “Departamento de Venezuela”, y ya para el año de 1826 se encuentra la primera muestra de separación con la “Cosiata” (desarrollada en la ciudad de Valencia) y en el año de 1829 se inicia abiertamente el proceso de separación con la convocatoria del Congreso Constituyente de Valencia (reunidos en la Casa de la Estrella) y  en mayo de 1830 se materializa la separación absoluta y definitiva con la República de Colombia. A partir de ese año comenzamos a ser venezolanos, si la élite no traiciona el pensamiento unitario de Bolívar todavía fuésemos colombianos habitantes del Departamento de Venezuela y la capital, como es lógico, sería Bogotá.
Finalizando el siglo XV, Colón avista las costas orientales del actual territorio de Venezuela y en el siglo XVI se inicia el proceso de invasión del territorio y el proceso de dominación y consolidación del dominio español. De acuerdo con Carrera Damas (1997), sólo hasta muy avanzado el siglo XVIII se podrá hablar de integración territorial en Venezuela. Hasta ese entonces, las provincias que forman la nación estaban sometidas a diversas autoridades y tenían una historia propia: la Provincia de Venezuela – 1528 -  incluía al actual Distrito Capital y los hoy estados Miranda, Aragua, Carabobo, Lara, Falcón, Trujillo, Cojedes y Portuguesa, y hasta 1676 lo que hoy es Zulia. La provincia de Venezuela así formada tenía gobierno metropolitano y capitanía general propios, y dependían en lo jurídico de la Real Audiencia de Santo Domingo, como también la Provincia de Margarita(1525), pero ésta no era solo de carácter jurídico sino también política y militarmente. Las hoy isla de Trinidad y estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro formaban la provincia de Trinidad y Guayana (1569): si bien tenían capitanía general propia,  en lo jurídico dependían de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá. Los actuales estados Sucre, Anzoátegui y  Monagas formaban la Provincia de Nueva Andalucía o Cumaná (1568) y, si bien  militar y políticamente tenían gobierno propio, jurídicamente estaban bajo la dependencia de la Real Audiencia de Santo  Domingo. La Provincia de Mérida (1622) y La Grita (1570-1608): estaban allí comprendidos los hoy estados Mérida,  Táchira, Barinas, parte de Apure y Zulia. En 1607 se convierten en gobernación y capitanía general de Mérida, anexándose Maracaibo en 1676) de lo cual comienza a llamársele Provincia de Maracaibo. Por tal motivo hablar de la Venezuela colonial, inclusive, por lo menos hasta 1777, no tiene sentido si no se precisa que no puede confundirse su territorio con lo que hoy constituye la Nación.
En el año de 1777  (seis -6- años antes que naciera Bolívar) la Corona Española crea la Capitanía General de Venezuela en donde los poderes se centralizan en la ciudad de Caracas (se deja de depender de las Audiencias Reales de Santo Domingo y Santafé de Bogotá), bajo la autoridad de un Capitán General. En el período colonial se diseñó un tejido bastante particular de pequeñas entidades autónomas  que, a la cabeza de cada ciudad, se consideraban independientes unas de otras. En aquella época se  asumían los gentilicios locales y regionales: valencianos, caraqueños y, en esencia, los colonos eran súbditos de España;  ella era la patria. La constitución sancionada en 1811 (con una vigencia  de siete meses: promulgada el 4-12-1811 hasta el 21-07-12) establecía un sistema de gobierno federal y  las siete provincias conformarían  la Confederación Americana de Venezuela (que en la práctica no funcionó). Recuérdese que las provincias de Maracaibo, Coro y Guayana se mantuvieron fieles a la Regencia española), esto quiere decir que en el imaginario colectivo la idea de una nación venezolana no llegó a existir.
En 1812 se inicia el proceso bélico entre independentistas – que deseaban una república – y monárquicos que deseaban que continuara el status español. De acuerdo con Febres (2012): “el estudio de los documentos que caracterizó a la historia positivista en Venezuela reveló que los realistas, en muchos casos, eran tan venezolanos como los patriotas y que la guerra de independencia fue  sobre todo una guerra entre hermanos” (p. 292). En el año de 1819, bajo la inspiración de Bolívar, se promulga una Constitución (centralista) y se dicta la Ley Fundamental de Colombia; es decir, la unión de la Capitanía General de Venezuela, el Virreinato de Santafé de Bogotá (Cundinamarca) y la Presidencia de Quito (actuales: Venezuela Colombia y Ecuador). Esta Ley es la base jurídica para que los habitantes, del actual territorio de Venezuela, comiencen a llamarse colombianos. Aunque es necesario recordar que Bolívar durante la Campaña Admirable (1813) en todo su documentario comienza a llamar a los habitantes de estas tierras colombianos. En el Congreso de Cúcuta de 1821 se ratifica la Ley y nace  constitucionalmente la República de Colombia (llamada por los historiadores post-independentistas: Colombia la grande o Gran Colombia).
Es a partir de mayo de 1830 con el Congreso Constituyente de Valencia cuando los habitantes  de este territorio comenzaran a llamarse venezolanos, se puede decir sin ánimo de ofender: que Bolívar nos liberó de España y Páez de Colombia.  Este camino que se inició en Valencia se irá consolidando poco a poco superando innumerables problemas y obstáculos, Tomás Straka (2012) plantea:

… muchos de los problemas esenciales del proceso de fundación de un orden republicano y liberal en Venezuela, que finalmente cuaja en 1830, pero que en realidad no llega a consolidarse hasta un siglo después, se explican por las numerosas torceduras y transacciones que  es necesario darle al proyecto con aquello que pareciera su contrario –la anti-república, el personalismo, el caudillismo – aunque al final termina viviendo con él  (p.107).

II.
La nación será comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de una comunidad de idiomas, de territorio, de vida económica, cultural y  psicológica. Partiendo de la definición anterior se puede inferir que pueden existir varias naciones o pueblos dentro de un Estado, en tal sentido se puede mencionar al actual Estado español que está conformado por varias naciones, países, pueblos, por ejemplo: los vascos, los catalanes, gallegos entre otros. Y en la actual Venezuela se ubican las naciones conformadas, entre otros por: pemones, yanomami. Por tal motivo además de tener claro que es nación también conocer lo que es país (región, provincia, territorio), pueblo (conjunto de personas de un lugar), república (organización del Estado) y Estado (conjunto de órganos de  gobierno de un país soberano).
Como se puede observar  cuando se habla  de nación entran una serie de elementos o categorías  que la hacen compleja ya que están inmersos: país, idioma, territorio, tradición, pueblo, república, Estado. Más interesante aun cuando se observa que la idea de nación y por consiguiente el llamado sentimiento nacional aparece muy avanzada en la edad Moderna.
De acuerdo con Alfredo Margarino (1981), durante mucho tiempo, los pueblos se  pensaron como conglomerados rivales, sin más relación  que las que se operaban por intermedio del soberano. La gente se consideraba como originaria, nativa o habitante de una región, de una ciudad, de un feudo, mientras que los monarcas del siglo XVIII consideraban a sus pueblos no ya como, por ejemplo: valencianos,  caraqueños, limeños o mejicanos sino como leales súbditos de su Majestad. En Europa, la transformación de estas relaciones a impulsos del mercantilismo, cuando el Estado centralizado interviene con objetivos nacionales, modificó la situación; la región y la ciudad siguen siendo puntos de referencia para el hombre y para la comunidad, pero las decisiones se  adoptan a otro nivel, el de la nación formada por el conjunto de las comunidades y, en su caso, de las nacionalidades. La noción de ciudadanos, aunque no elimina a la región, hace hincapié en la pertenencia a esta comunidad general. En otras palabras, el ciudadano puede sentirse (en la época colonial) cumanés, maracucho, pero es ante todo, súbdito español  (primero) o colombiano después (1819-1830). Es interesante acotar que el término nacionalismo aparece (probablemente de origen británico) a principio del siglo XVII, pero los diccionarios sólo lo acogen definitivamente  en el siglo XIX.
La crisis de la sociedad colonial se manifiesta a finales del siglo XVIII y la ruptura del nexo colonial se realiza en los primeros veinte años del siglo XIX. Cuando se estudia la estructura social de la colonia (estamentos) se puede apreciar que una minoría  era la que poseía el poder económico,  político (en los cabildos), social y cultural (eran los únicos que tenían acceso a una educación formal) y la posibilidad de viajar Europa a continuar su formación intelectual. Por tal motivo, la posibilidad de una idea de nación y creación de  la misma sería un producto de los “blancos criollos”, es decir, de los descendientes de los primeros colonos españoles, de ellos heredaron la propiedad de la tierra (origen de la riqueza) lo cual les permitió el control de la economía (gracias al contrabando la mayoría de las veces) y  este estamento  conformaba una élite totalmente diferenciada de las masas o del pueblo. De acuerdo con Akzin (1983):

…el pensamiento democrático sirve así para reforzar el nacionalismo donde quiera que un grupo gobernante es étnicamente diferente  de las masas de los gobernados y ésta es una situación con que se ha enfrentado una parte apreciable de la raza humana en los últimos siglos (p.59).


Cuando se pregunta: ¿quiénes eran los dueños de los esclavos? ¿Quiénes eran los que tenían a los indígenas sometidos en las encomiendas? ¿Quiénes tenían a los pardos de peones o dependientes? La respuesta: los “Blancos Criollos”. El pueblo en el sentido amplio de la palabra (pardos –mayoría de la población- , esclavos –incluyendo libertos manumisos y cimarrones – y los indígenas)  no participó en la toma de decisiones sobre la independencia.  Su opinión no fue oída a pesar que el congreso de 1811 y los posteriores se reunían en nombre de él, recuérdese que la esclavitud fue abolida en 1854 (cuarenta y tres años después de la independencia y veinticuatro años después de la separación de Colombia y de la muerte de Bolívar). Debido a la condición social de  los dirigentes y líderes de la independencia para la mayoría del pueblo   no era vista con buenos ojos el proceso de independencia y la guerra desarrollada por  once años.

Pero, lamentablemente,  históricamente hay una constante:
El pueblo, en cuanto formación cultural, no desempeñó, ni en la antigüedad ni en la Edad Media, papel de importancia en la formación de los grupos políticos. Hasta el siglo XIX no existió ni una teoría ni una práctica de la política construida de manera consciente sobre la peculiaridad cultural del pueblo. Incluso la conciencia occidental empieza en el Renacimiento, en el Oriente europeo a finales del siglo XVIII y  que actualmente se inicia en Asia, no ejerce al principio influjo alguno. (Hermann, 1987; p.174).


            La pregunta lógica: ¿eran los blancos criollos la única clase capaz de llevar a cabo la independencia? De acuerdo a las condiciones de vida de la mayoría impuestas por la minoría SI, más aun la mayoría de la población apoyaba a los Blancos Peninsulares (representantes de la Monarquía). Por tal motivo, la idea de nación es producto de un grupo o clase social muy bien definida: “La conciencia de grupo parece claramente una cuestión  de la instituciones sociales” (Deutsch, 1981; p.36). Aunque parezca paradójico en la  colonia tardía, los únicos que tenían “consciencia de clase” eran los blancos criollos que deseaban desplazar a los blancos peninsulares (representantes de la Corona en América con los cargos burocráticos de poder político). Pero no todos los criollos estaban con la independencia y  un ejemplo emblemático era la hermana de Bolívar y no todos los criollos eran letrados y se conformaban con romper el vínculo político con España conformándose con la autonomía, pocos de esa élite, se infiere,  tenían clara conciencia de crear una nación.
            El proyecto de constituirse en nación en 1811 no llegó a consolidarse (es más el sistema federal establecido aseguraba las autonomías regionales) ya que los diputados abandonaron las tribunas para defender con las armas sus ideas independentistas, al culminar la guerra el grupo  social de los criollos quedó considerablemente maltrecho y disminuido dando paso a nuevos actores, hecho que convirtió la política nacional como la más igualitaria de toda América. En el siglo XIX se consolidaron lo nacional y lo soberano que fue el  “… resultado de la fusión del patriotismo con la conciencia propia de la nacionalidad…” (Hayes, 1966; p.2). Tarea que fue titánica (aun en los últimos años se critica su posición) porque no había patria y menos aún una conciencia de nacionalidad en la mayoría de la población donde  solo existía el discurso de la élite. Más aun cuando en 1813 Bolívar comenzó a llamarnos colombianos. El ejército que se enfrentó a los monárquicos en el Campo de Carabobo (1821) era el ejército  Colombiano dirigido por Bolívar Presidente de Colombia, la patria era Colombia.
            Como es sabido, al iniciarse la confrontación bélica (en la práctica una guerra civil. Había más nativos de estas tierras luchando a favor de los monarcas en la Batalla de Carabobo que en las filas colombianas). Atrás  quedaba el Acta de la Independencia: “Declaramos solemnemente  al mundo que sus provincias unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho Estados libres, soberanos e independientes y que están  absueltos de toda sumisión y dependencia de la corona de España”. (Bolívar –Documentario-, 1983). La idea era que las provincias se unieran para separarse de España aquellos hombres no pensaron en unirse a un antiguo virreinato. Solo Miranda pensaba unir a toda Hispanoamérica (colombeia) y conformar el Incanato (especie de monarquía) y Bolívar logro la unión colombina. Los primeros constituyentes, dejaron establecido su concepto de Estado, en la proclama dirigida a los habitantes de Caracas:

En efecto, Estado independiente y soberano es aquel que no está sometido a otro: que tiene su gobierno, que dicta sus leyes, que establece sus magistrados y que no obedece sino los mandatos de las autoridades públicas constituidas por él según la constitución y reglas que se dan para sus existencia política. (Bolívar –Documentario-, 1983).


Los artífices de la idea de nación constituida en Estado soberano son civiles para ese momento histórico contándose entre ellos Cristóbal Mendoza y Germán Roscio. Pero cuando se busca los antecedentes inmediatos o directos del concepto o la idea de nación y Estado en los primeros constituyentes se encuentran  “a partir de la Revolución Francesa cuando comenzó a utilizarse el concepto de nación como aludiendo  a un cuerpo democrático de individuos, unidos por la posesión de derechos comunes y con una organización de poder político fundamentada en el consenso” (Vargas y Sanoja,1989; p.09) y “tuvo en su origen un sentido completamente universalista” (Habermas.1989;p.117). Recuérdese que la Revolución Francesa fue la primera revolución burguesa, es decir, una élite social económicamente poderosa llamada burguesía que acabó con la monarquía francesa.
            Pero para llegar al concepto práctico y sobre todo jurídico, fue necesario la existencia de unas condiciones previas o condiciones objetivas, en tal sentido se tiene que: “… el desarrollo del concepto de nación y la estructura estatal son procesos inducidos que se dan sobre la base de condiciones socio-históricas producidas por las sociedades aborígenes y la sociedad europea que se convierte en el polo dominador del proceso” (Sanoja, 1987; p.265). Lo que sería posteriormente la nación venezolana está  fundamentado en un sincretismo total (cultural, étnico, político, social, económico imbricados en un objetivo común) representado por los  aborígenes, los invasores españoles, los secuestrados africanos y posteriormente en el siglo XX con la inmigración europea dará origen a lo que hoy días es el gentilicio de ser venezolanos.
            En la colonia tardía, los descendientes de los primeros conquistadores que convirtieron en polo dominador del espacio (geográfico y humano) los ya mencionados criollos, aseguraron su dominación con:

El establecimiento de nuevas formas de gobiernos y marcos jurídicos propios que integren las diferentes áreas del territorio a través de la institucionalización de sus relaciones, ha sido el instrumento idóneo para asegurar los intereses  de esta clase, apoyada en otros elementos integrados de carácter  ideológico: la definición y fortalecimiento  de una conciencia nacional según la cual los intereses  y objetivos de la formación social en su conjunto se definen de acuerdo con el marco referencial de la clase dominante.  (Cendes, 1986; p.101).


            Como ya se expresó anteriormente, esta primogénita  república federal proclamada en  1811 cuya existencia sólo fue de siete meses debido a la reacción monárquica y sellada con la capitulación de Miranda (hecho preso y entregado a los españoles de manos de Simón Bolívar, Miguel Peña y Manuel María de la Casas). El próximo congreso se reunirá en Angostura (hoy Ciudad Bolívar) bajo el manto de Bolívar, en donde a partir de allí  no se hablará de una Confederación Americana de Venezuela, sino de un Estado Centralista y la semilla de la unión colombiana, ratificada en el Congreso de Cúcuta de 1821. Muchos vieron esa unión como una necesidad táctica de la guerra, la República de Colombia estuvo más en el papel y en el  pensamiento de Bolívar que en la conciencia de la población y de la élite criolla.  La élite esperará las condiciones favorables para ejecutar sus planes de separación: “el movimiento que da el traste con Colombia es política e ideológicamente abigarrado, y se caracteriza por la ausencia de participación popular”. (Carrera, 1983; pp 72-73).
            Será necesario investigar la posición de José Antonio Páez en el proceso de separación de la República de Colombia. Hasta qué punto  Páez fue manipulado por la élite de los criollos en general y la valencianidad (que aspiraba la capitalidad) más aun cuando él no pertenecía  a ese estamento, había llegado al máximo grado militar con esfuerzo propio. Lo que está demostrado históricamente es que José Antonio Páez:

… asumió la nación, mientras Simón Bolívar hizo suya la emancipación. Al luchar por ésta, Simón Bolívar suponía que ella advendría al reino de la razón y la moral; al asumir la nación, José Antonio Páez permaneció en el ámbito de su razón y de su moral. Por eso, mientras Simón Bolívar fue el hombre del siglo XVIII, José Antonio Páez lo fue del siglo XIX (…), los papeles históricos que están asignados de esta manera: Simón Bolívar fue el creador de la independencia, José Antonio Páez el de la Nacionalidad. (Castro L, 1985; pp. 11-12)


CONCLUSIONES.
La nación presupone, como concepto, un cierto grado de integración socioeconómica del territorio y una estructura valórico-normativa que obra como mecanismo de identidad, amén de su expresión jurídico-político, el Estado, que somete al ámbito geo-social a su autoridad. Todo esto para el   tiempo de 1830 es más meta-historia que realidad venezolana al igual que los países  hispano-americanos, no cuenta con los elementos constitutivos.
            La “conciencia nacional”, por ejemplo, sería una “conciencia estamental” (solo de sectores socio-económicos) que fue una experiencia ciudadana común. Aun cuando la lucha anticolonial contribuyó a generar amplios sentimientos nacionales, los intentos de creación de un orden político oligárquico (de participación restringida) obstaculizaron,  en poca medida, la transferencia de las lealtades políticas de los sectores populares hacia los nuevos centros de autoridad, a las formas de un nuevo Estado. Eran lealtades que antes fueron otorgadas al poder monárquico colonial, se desplazaron hacia los caudillos quienes, por las condiciones que impuso la atomización social, se formaron  las organizaciones en función de sus intereses y/o los intereses regionales y locales. Se entenderá entonces, que esos autonomismos se fusionaron con las luchas caudillistas y resistirán el sometimiento a la jurisdicción de las nuevas estructuras políticas en formación. A pesar de ello la  Constitución de 1830, donde nace Venezuela y la nacionalidad venezolana, será la Constitución de más larga duración en el siglo XIX, de 1830 hasta 1857; es decir veintisiete  años, solo superada por la Constitución de 1961 que perduró por treinta y ocho años.
REFERENCIAS.
Akzin, Benjamín (1983). Estado y nación. México. Fondo de Cultura Económica.
Bolívar. Documentario de la Libertad (1983). Colección: Bicentenario Bolivariano. Serie: Proceso de formación  de la República durante la vida pública del Libertador. Caracas. Ediciones de la Presidencia de la República.
Carrera Damas, Germán (1983). La crisis de la sociedad colonial. Caracas. Monte Ávila Editores.
_____________________ (1997). Una nación llamada Venezuela. Caracas. Monte Ávila Editores Latinoamericana.
Centro de Estudios del Desarrollo – CENDES- (1986). Formación Histórico Social de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela.
Castro Leiva, Luis (1985). La Gran Colombia una ilusión Ilustrada. Caracas. Monte Ávila Editores.
Deutsch, Karl (1981). Naciones en Crisis. México. Editorial: Fondo de Cultura Económica.
Diccionario Jurídico. Disponible  http://www.diccionariojuridico.mx/ (Consulta 11/01/14
Febres, Laura (2012). Símbolos y anti-héroes en la época de la independencia de Venezuela: Los Fernández de León. En: La opción republicana en el marco de las independencias. Ideas políticas e historiográficas 1797-1830. Jorge Bracho et al Coordinadores. Caracas. Academia Nacional de la Historia. Universidad Metropolitana.
Habermas, Jürgen (1989). Identidades nacionales y postnacionales. Madrid. Editorial Tecnos.
Hayes, Carlton (1966). El nacionalismo, una religión. México. Editorial. Uteha.
Hermann, Heller (1987). Teoría del Estado. México. Fondo de Cultura Económica.
Margarido, Alfredo (1981). El problema de las nacionalidades. En: Enciclopedia de la Ciencias Sociales. Bilbao. Asur Ediciones.
Sanoja, Mario (1987). Ideas sobre el origen de la nación venezolana. Caracas. Boletín de la Academia de la Historia. Tomo LXX nº 280.
Straka, Tomás (2012). “Bochinche, bochinche” la crisis de la institucionalidad en Venezuela 1810-1830. En: La opción republicana en el marco de las independencias. Ideas políticas e historiográficas 1797-1830. Jorge Bracho et al Coordinadores. Caracas. Academia Nacional de la Historia. Universidad Metropolitana.
Vargas, Iraida y Mario Sanoja (1993). Historia, Identidad y poder. Caracas. Fondo Editorial Tropykos.

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  1. El bombillo del carnicero



    Cuando le tocó el turno a Marco, ya habían pasado tres de los cinco que jugaban. El sonido del tambor al girar —esa era la única regla del juego: que cada uno lo hiciera girar antes de ponérselo en la cabeza—, le recordaba el del rache de su bicicleta cuando le daba a los pedales hacia atrás. A Marco siempre le había gustado correr riesgos: pequeños, grandes o extremos, pero siempre en riesgo. Le pasaron el arma —ni pesada ni liviana, en ese momento eso no se percibe— y le dio con fuerza al tambor. La levantó y se la colocó sobre la sien derecha. Al alzar la cabeza vio el bombillo que mal iluminaba la habitación con su luz amarillenta, y recordó cuando le robaba el bombillo de la casa al carnicero. Fue así como comenzó este vicio por el riesgo y el peligro. “¡A que no le robas el bombillo al carnicero!” le dijeron sus amigos. “A qué sí” les respondió Marco. En la noche, muy tarde, se reunieron frente a la casa del carnicero. Marco salió de entre las sombras y, sigilosamente, se dirigió hacia el porchecito de la vivienda. Unos perros ladraron desde el interior. Marco se detuvo y esperó. Los perros se callaron. Con mucho cuidado y lentamente Marco abrió la pequeña reja de hierro, pero de todas maneras chirrió en sus goznes. Los perros volvieron a ladrar. Esta vez más fuerte y durante más tiempo. El semáforo de silencio le dio luz verde a Marco de nuevo. Se detuvo frente a la puerta de madera y miró hacia abajo: “Bienvenido” decía la alfombra iluminada por la luz que salía a través de la rendija inferior de la puerta. Y pudo escuchar las voces del carnicero y su mujer que se mezclaban con las de la televisión. Respiró profundo y se santiguó. Luego se ensalivó los dedos y aflojó el bombillo. Al apagarse, los perros volvieron a ladrar. Incluso, algunos aullaron. Se detuvo y permaneció así, congelado e inmóvil como una estatua viviente, un largo rato. Lo terminó de sacar y echó el candente bulbo en la especie de hamaca que se formó a la altura de su abdomen al levantarse el borde inferior de la franela. Retrocedió y salió de espaldas, con la luz del bombillo en la sonrisa y el trofeo, ya frío, entre sus manos.
    Al siguiente día Marco tuvo que ir a la carnicería a comprarle unas costillas a su madre. El carnicero estaba furioso. Todo ensangrentado vociferaba y maldecía mientras descuartizaba una res que colgaba del techo. “Si lo llego a atrapar lo despellejo” y hundía el afilado cuchillo y rasgaba la insensible carne. “¡Lo voy a cazar! ¡Sí, lo voy a cazar! ¡Ese vuelve! Pero yo lo voy a estar esperando” Entonces la situación se convirtió en un reto para Marco: el juego del gato y el ratón. Marco esperó un tiempo prudencial, quince o veinte días, y volvió a robarle el bombillo al carnicero. Al otro día se acercó a la carnicería para ver su reacción. Y lo escuchó rabiar: “¡Maldito ladrón! ¡Me volvió a robar el bombillo!” le decía a un cliente mientras le cercenaba la cabeza a un cerdo de un hachazo. Así estuvieron hasta que Marco se cansó de robarle el bombillo al carnicero. Y un día, en la noche, se los dejó todos en una caja de cartón junto a la puerta.
    Los cuatro jugadores, alrededor de la mesa, veían a Marco expectantes. Con el cañón descansando sobre su sien, Marco veía el bombillo —y pensó en la lotería de Babilonia, donde el ganador pierde—, y de repente se apagó.

    Pedro Querales. Del libro "Sol rosado"

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